El pasado sábado día 12 se celebró la II Aparcería Republicana de Los Pedroches en el Fortín del Recinto Ferial de Pozoblanco. Se trataba de un acto reivindicativo a favor de un modelo de gobierno distinto al actual y que “es el único modelo democrático en su totalidad, el único modelo en el que todos los poderes públicos son elegidos por los ciudadanos”.
Poco después del mediodía ya se concentraban una veintena de personas en ambiente festivo y con la única misión de pasar un día en convivencia charlando sobre el tema que los había concentrado. Llegada la hora de la lectura del manifiesto (16.00 horas), el público había aumentado considerablemente. Subidos al escenario los socios fundadores de la Asociación de la recién aprobada Los Pedroches por la República, fue Juan José Pérez Zarco el elegido para la lectura del manifiesto, un texto leído en Madrid unos días atrás en defensa de la misma y con motivo de la muerte de Adolfo Suarez, lo que ha hecho cuestionar la Constitución actual por muchos:
Han trascurrido 36 años desde que se instauró en España la democracia con una monarquía institucional como forma de Estado con un rey impuesto por el dictador y nunca sujeto a un referéndum a la ciudadanía, éste fue el principal precio que se pagó en el proceso de la dictadura a la democracia. La instauración de la monarquía de Juan Carlos de Borbón fue acompañada además en la introducción en la Constitución de 1978 por una serie de preceptos que configuran a esta institución, con perfiles claramente antidemocráticos. Así, mientras el artículo 1.2 proclama que la Soberanía Nacional reside en el pueblo español del que manan los poderes del estado, en el artículo 56.3 se establece que la persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Flagrante vulneración del principio de igualdad entre todos los españoles que proclama la constitución.
Treinta y cinco años después de su aprobación y tras haber regido desde entonces la vida de nuestra sociedad, tenemos la firme convicción de que ha llegado el momento de poner fin a esta anomalía. Es evidente que los escándalos que han salpicado la Casa Real han contribuido a la desafección de la ciudadanía hacia la persona del rey y su familia. Para nosotros no es una cuestión de personas, sino de la institución monárquica en sí, a la que consideramos obsoleta, anacrónica y contraria a los principios de la democracia conforme la cual todos los que nos representan han de ser libremente elegidos por el pueblo, incluso el jefe del estado.
La monarquía de hoy, surgida por imposición de un régimen instatorial y perpetuada por los pactos por los partidos de izquierda con la derecha, no es representativa de la voluntad popular. Ha llegado el momento de que decidamos en plena libertad el régimen que deseamos para España, por ello, pedimos la convocatoria de un referéndum que se tenga la posibilidad de decidir entre monarquía o república. En el caso de triunfar esta última opción, se abriría un proceso de cortes constituyentes en el que se elaboraría una nueva constitución y se procedería a la convocatoria de elecciones para la formación de un nuevo parlamento representante de la soberanía popular. El nuevo estado no sería aconfesional como lo es el actual, cuyo artículo 16 apartado 3 que dice que ninguna confesión tendrá carácter estatal, sino laico como estipulaba el artículo 3 de la constitución de 1931: es estado español no tiene religión oficial. En él, se fomentarán desde la escuela los valores laicos y republicanos.
Desde el final de la segunda república hasta hoy, la consigna más falaz esgrimida por los antirrepublicanos no ha sido otra sino a repetir que tanto la I República, la de 1873, como la Segunda, la de 1931, constituyeron un fracaso que condujo a España a la ingobernabilidad y al desorden. Quienes aún hoy se permiten formular esta opinión, o bien tergiversan deliberadamente el resultado de las dos épocas republicanas, o bien son víctimas del lavado de cerebro que desde hace más de dos siglos, desde 1789 con la Revolución Francesa, han venido persiguiendo los monárquicos, volcados en impedir por todos los medios, incluidos los golpes de estado del General Pavía y Franco, la modernización social y cultural que acarrearon las dos experiencias republicanas, especialmente la segunda.
La república ha de ser la obra de todos los españoles, hombres y mujeres, en un esfuerzo común por dotar a nuestro país de un sistema que esté en consonancia con nuestro tiempo. Una de las mayores preocupaciones de los hombres y mujeres de la II República fue la moralización de las instituciones y de la vida pública, degradadas por un sistema bipartidista que desembocó en la primera dictadura militar del siglo XX amparada por el monarca Alfonso XIII. Obviamente, estas dos tareas primordiales del nuevo régimen republicano figurarán el objetivo de apostar por la igualdad social, también por la consecución de un nuevo estado de bienestar en una fiscalidad progresiva más justa cuyas conquistas sociales hagan pasar a la victoria hasta ahora conseguida.
La III República no es una quimera, no es una utopía. Es una urgente necesidad de regeneración democrática y puede ser una realidad si nos unimos y luchamos juntos por conseguirlo sin olvidar las experiencias republicanas del pasado, la III República ha de mirar hacia el futuro. Ánimo aparceros y a por la III República.
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