Por Asociación Triángulo Azul Stolpersteine de Córdoba y Jaén
Terminada la jornada, cierro los ojos e intento ordenar un sinfín de momentos y sensaciones que se acumulan en mi interior. Hoy, 11 de mayo de 2025, se ha celebrado en Mauthausen el acto de homenaje que recuerda a los deportados en los campos de concentración y a todas las víctimas del nazismo con motivo del 80ª aniversario de su liberación.
La secuencia de imágenes que pasan por mi mente me trae de nuevo la desconcertante sensación del primer encuentro con la mole carcelaria de piedra. Se trata de una estructura maciza cuya silueta advierte con su presencia la misión para la que ha sido concebida. A este espacio inquietante ubicado entre árboles y suaves colinas verdes llegaron la gran mayoría de los republicanos españoles por un ominoso acuerdo entre el gobierno de Petaine, Hitler y Franco, que no dudaron en arrojar en aquel infierno a los españoles antifascistas que lucharon por la libertad y la democracia en España y muchos de ellos, posteriormente, también en Francia.
Sin embargo, esa misma estructura símbolo del terror al que sometieron los nazis a todas las criaturas que atravesaron ese recinto, se ha llenado hoy de una algarabía comedida provocada por multitud de grupos de jóvenes que llenaban el espacio. El sinfín de colores que pintaban las banderas de todas las partes del mundo se mezclaba con la sobriedad de las autoridades asistentes al acto mientras un desfile de personas llenaba con su presencia todo el recinto. En el ambiente flotaba un rumor incesante de conversaciones y cánticos en diferentes lenguas que atrapaban el alma porque hablaban de historias humanas, de dolor, sufrimiento y resistencia, mezclados con himnos y cantos a la paz y a la libertad.
En este encuentro multitudinario nos encontrábamos los socios que formamos parte de la Asociación Triángulo Azul Stolpersteine de Córdoba y Jaén llegados a Austria para rendir homenaje a todas las víctimas del nazismo y especialmente a los andaluces de estas dos provincias. Entre los socios y socias se encontraban los familiares de algunos de estos hombres y el momento ha permitido conocer a otros que se han acercado desde Alemania y Austria para compartir con el resto la emoción y un abrazo fraternal.
Durante la larga espera para desfilar ordenadamente con el resto de los españoles, hemos tenido la oportunidad de visitar la cantera a la que se accede por la famosa y temible “escalera de la muerte” formada inicialmente por unos 140 escalones de granito irregular por la que los reclusos destinados a trabajar en ella tenían que portar piedras de un peso comprendido entre 14 y 50 kilos, varias veces al día. Al trabajo extenuante se le unía una alimentación deficitaria cuyo aporte energético no llegaban a las 1500 calorías diarias para un trabajo que requería unas 3.500 ó 4.000. La combinación letal de trabajo esclavo en condicionas de trabajo extremas, así como la falta de alimentación, fueron la principal causa de muerte entre los españoles. La esperanza media de vida de los prisioneros de Mauthausen era de 6 meses en el periodo comprendido entre 1940 y 1943, cifra que osciló ligeramente al alza hasta bajar a los 5 meses en 1945. Para más horror, la cantera era utilizada por los SS como divertimento macabro ya que muchos prisioneros eran arrojados desde el punto más alto a su interior en una maniobra conocida entre ellos como “el salto del paracaidista”. Todos los socios y socias, incluidos los más mayores cuyas edades están comprendidas entre los 80 y los 90 años, han bajado y subido las terribles escaleras como parte de un homenaje personal a las víctimas que trabajaron en tan terrible lugar y a los que perdieron la vida en ella.
En esta mezcla de experiencias compartidas también hemos vivido la emocionante sorpresa de escuchar en inglés, por la megafonía del recinto, la historia del padre de nuestro compañero Pepe, cuyo padre, Eugenio Sánchez Rivera, tuvo que salir de España en 1939, una vez acabada la guerra para escapar de la represión franquista. Después de pasar por varios campos de concentración en Francia, se alistó a una de la Compañías de Trabajadores Extranjeros que prestaban servicio el ejército francés tratando de evitar la invasión alemana.
Sin embargo, en 1940 fue capturado y tras recorrer diferentes Stalag de Polonia y Alemania, fue internado en Mauthausen en 1941. Posteriormente, fue enviado a Gusen y acabó finalmente asesinado en la cámara de gas del Castillo de Hartheim.
En este viaje experiencial acompañan a Pepe, nuestro amigo y socio más sénior, su hija y sus nietas, sin embargo, todo el grupo desplazado a Austria hemos sentido el impacto que representa para una familia el cierre de un proceso traumático que ha pasado de una generación a otra creando heridas que el olvido no ha podido curar. Si la herida familiar ha sido sellada simbólicamente con este periplo que abarca a tres generaciones, también ha contribuido el reconocimiento institucional mediante la visita histórica de los Reyes a Mauthausen.
Muchos coincidimos, más allá de las diferencias ideológicas entre los que apostamos por un sistema republicano como forma de gobierno frente a la monarquía, en que esta visita, simboliza un paso decisivo en el reconocimiento de un pasado que integra una parte de la historia, intencionadamente olvidada, como la única forma de mirar al futuro sin dejar a nadie atrás. Quien suscribe este artículo, reconoce también el dolor de aquellos otros que esperan del jefe de Estado unas palabras de perdón reconociendo la injusticia cometida contra los defensores de la libertad y luchadores antifascistas. Sin embargo, teniendo en cuenta la carencia generalizada de una cultura democrática que normalice el reconocimiento de la historia como parte de un pasado compartido del que aprender lecciones para la convivencia, valoramos el avance de esta institución que representa a toda la ciudadanía frente al vergonzoso olvido desde la aprobación de la Constitución de 1978. Esperamos que la corona se separe de un pasado que representa la parte más oscura de nuestra historia y este acto inaugure el inicio de un proceso que verdaderamente avance en la construcción de un modelo democrático sostenido por una sociedad consciente y comprometida con los principios democráticos y los derechos humanos.
La mayoría cerramos esta jornada con la sensación de haber formado parte de un momento histórico que representa la esperanza, el fin del olvido y el comienzo de un camino hacia una verdadera convivencia cívica. Por todos aquellos que nos precedieron, celebramos en su honor el triunfo de la libertad y juramos mantener vivo su compromiso con la democracia.
Honor y República.
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