Enero-2017

Querida Luci:

A ti y a mí que somos personas normales y corrientes o que, en más de una ocasión, nos gustaría serlo, es difícil que se nos conceda premio alguno. Si lo miras por el lado que te conviene, en la no concesión llevas implícito el no tener nada que agradecer; ni deber a nadie que moviera hilos para… ya me entiendes; el no sentirte en la obligación de preparar discurso; el evitar un desplazamiento saliendo de tus rutinas, para recoger el galardón… Te conozco y me parece que aún no te he convencido.

Qué me dices de la pose que debes adoptar para situarte a la altura de las circunstancias. Las crónicas relatan como John Lennon ocultó en sus botas cigarrillos de marihuana que los Beatles fumaron en uno de los servicios de palacio, poco antes de recibir la cruz de la Orden del Imperio Británico. Al parecer, para poder mantener el tipo ante su real majestad. Mira la pobre Patti Smith, completamente desbordada por la situación, cuando le tocó hacerse pasar por Bob Dylan. Qué tendrán los premios que, incluso personas que se dedican profesionalmente a actuar en público, se ven superadas por la parafernalia del momentazo.

Y qué me cuentas del vestido, desde ese frac hecho a medida que consiguen ponerse unos pocos a esos otros trajes alquilados para la ocasión, como cada uno puede (porque después del premio vuelves a ser Cenicienta) pasando por el blanco inmaculado, que se enfundó el gran Gabo para recibir su Nóbel de literatura. Y aquí precisamente -a cómo eligen aparecer vestidos los premiados- quería yo llegar, como siempre, pasado de vueltas y preliminares.

¿Qué pensarías si alguien recogiera un premio –un premio importante- en pantalón corto? No, no me refiero al balón de oro, además, esos señores no acuden a recoger sus muchos reconocimientos con la ropa de trabajo. Quiero hablarte de una de las imágenes que más me ha sorprendido en este marchito dos mil dieciséis.

Leí en su momento que “En la vida de Herr hay un antes y después de una escapada a la montaña en 1982 para practicar escalada, una de sus pasiones. Tenía 17 años cuando se quedó atrapado durante tres días en una tormenta de nieve. Ese accidente le dejó sin sus dos piernas, pero marcó para siempre su futuro profesional. Herr se hizo ingeniero para diseñar sus propias prótesis y fundó BioM,… una de las empresas con mayor proyección internacional en la fabricación de prótesis inteligentes y exoesqueletos, ingenios que ya están cambiando la vida de personas que han sufrido amputaciones,…” (ABC, Ciencia)

Me refiero al estadounidense Hugh Herr recogiendo el premio Princesa de Asturias. Lo que veían mis ojos no formaba parte de una excentricidad ni de una protesta por el peinado de Donald Trump.

Querida Luci, siempre habrá algún mal pensado que opine que el ingeniero y empresario buscaba promocionar sus productos, sin embargo, cuando caminaba con paso decidido hacia donde se encontraba el rey, para recibir el premio de Investigación científica y técnica, con un impecable traje de ceremonia, con pantalón de etiqueta pero ¡Pantalón corto y luciendo piernas… biónicas!, pensé que hacen falta tipos como él. Que estamos muy necesitados de que nos muestren esas imágenes y que nos alegramos y nos sentimos un poquito mejores y bastante menos estúpidos, sabiendo que (además de todos esos galardones y distinciones y medallas y copas que se entregan a diario) hombres como Hugh Herr son reconocidos y premiados.

Me quedo con esta imagen de dos mil dieciséis para entrar a buen paso en el diecisiete pues, viendo a todo un señor ingeniero enseñando las piernas, (nos dejó ver mucho más que eso) en el teatro Campoamor de Oviedo, reconozco que aún no lo había visto todo y me duermo tranquilo sabiéndome persona normal y corriente, frente a estos superhombres.

Y, volviendo al asunto de la vestimenta, me parece que el pantalón corto nos hace a todos un poquito más altos.

Normalycorriente y siempre tuyo.