A veces creo que en la vida, desde pequeñitos,  estamos enseñando y preparando a nuestros hijos para tantas cosas que tal vez estemos olvidando lo más importante, educar en actitudes ante los innumerables problemas y retos que supone vivir.

Soy de los que piensan que las experiencias enseñan mucho más que cualquier otra cosa en la vida, sobre todo por nuestra capacidad innata de adaptación a las circunstancias que se nos van presentando en el  camino. Pero en las últimas generaciones estamos cuidando, protegiendo demasiado a nuestros hijos y descuidando su capacidad, su actitud de inventar, de adaptarse y resolver los problemas y retos del día a día, por sí solos.

Por ello, cada vez más nos encontramos situaciones de pasividad, de negatividad, de falta de esfuerzo, compromiso, esperanza, de sensación de fracaso. Sinceramente creo que muchos de nuestros jóvenes están  perdiendo esa capacidad tan maravillosa de soñar, que les hace ser conformistas y aceptar como normales las injusticias y esa falta de oportunidades para crecer como personas, de activar esa  inmensa energía y pasión que se genera cuando uno es joven.

Les falta actitud, la motivación propia de su edad para revelarse contra todos y todo aquello que crean injusto e insolidario. Me hierve la sangre cuando los veo “pasar “ tanto de lo que para mí, a su edad era primordial, cambiar el mundo. Y qué no me diga nadie que no hay cosas por cambiar y mejorar ahora ….. y no debería haber nada imposible para ellos.

A lo que iba al principio, qué me pierdo, si los estamos acostumbrando a irle apartando los obstáculos de su camino, a qué no sientan ni sufran experiencias negativas, a qué se equivoquen, e intenten buscar soluciones a esas equivocaciones con actitudes positivas y no de conformismo, cómo asumir esa pasividad y ese fracaso como inevitables…. le estamos matando su capacidad de lucha, y lo que es mucho peor, sus sueños.

Qué experiencia les hará aprender si no sienten esa necesidad de esforzarse y creer que ese esfuerzo dará resultados en proporción a su actitud, a esa actitud que adopten de no resignarse, de no conformarse y creer en ellos mismos.

Es primordial hacerles ver que para que las cosas cambien y obtener resultados distintos tenemos que emplear actitudes distintas ante esos problemas, haciendo lo mismo o no haciendo nada no se consigue cambiar nada. Y no hay nada más triste en esta vida que tener la esperanza muerta, y sobre todo si es por falta de actitud.

Yo sólo puedo contar mi experiencia, y recuerdo cuando la vida se me complicó por mi enfermedad, fue muy importante una actitud positiva para creer en que todo no estaba perdido, que había que buscar, dónde y como fuere soluciones a lo que en ese momento hacía que me tambaleara en el filo de la navaja. Mi estrategia era bastante simple, y consistía en apartar de mi cabeza las noticias negativas sobre mi enfermedad, relativizarlas y desterrarlas al lugar más inaccesible de mi cerebro. Me agarraba con esperanza a cualquier posibilidad, noticia positiva o avance en mi estado, no importaba lo pequeñísimo que fuese ese avance, a veces creo que ni siquiera existía ese avance, pero yo lo inventaba y necesitaba para seguir creyendo en mi recuperación y salir de ese pozo. Y eso creo que me ayudó enormemente. Estoy seguro que lo de verdad importante es tener esa ACTITUD de magnificar las buenas noticias por muy pequeñas que estas sean, y enterrar o no hacerle mucho caso a las que consideramos menos buenas. Y se sale, vaya si se sale adelante con esa actitud.

Es sólo un ejemplo de las posibilidades y la fuerza que tenemos cada uno de nosotros para afrontar las dificultades y problemas que, sin duda, la vida nos tendrá preparados.

No trato de dar lecciones, ni mucho menos, de cómo se debe afrontar la vida, no soy el más indicado para ello, pero si contar mi experiencia y ésta llega a alguna persona que esté falta o pendiente de esa actitud para subir ese primer peldaño a la esperanza, o a algunos padres – cómo yo – preocupados por la falta de actitud o ilusión en nuestros hijos…. ya habrá merecido la pena.