Pasada ya la Navidad, la Nochevieja, el Año Nuevo y los Reyes la vida vuelve a su curso. Tanto vuelve que los que eran mala gente antes de las fiestas y que entretanto llenaron su corazón de buenos propósitos regresan a su estado natural. Fíjense que hay campañas que avisan, que insisten en que los animales no son un regalo, que son para muchos años, para toda la vida, su vida desde luego. Pues nada.

Resulta que ayer (escribo esto sólo 13 días después de Reyes) me encuentro por la calle un precioso cachorrito de Teckel, alargado, fuerte, lustroso, con el morro afilado, de pelo corto negro con alguna manchita color canela. Una pintura. Total que me dije – tonto de mi – este perro se ha escapado y alguien habrá desesperado buscando al animal. Con ayuda de otra persona que pasaba por allí lo cogimos y lo metimos en mi coche mientras comentábamos de quién podía ser. Hinojosa del Duque no es un pueblo grande y dar con el amo de un perro tan bonito y cuidado no sería muy dificil.

Llego a casa, acomodo al perro, le pongo agua y comida – de la que da buena cuenta al instante – , le saco tres o cuatro fotos y pongo una nota en mi muro de Facebook pidiendo ayuda para encontrar al dueño. Rápidamente el personal comparte, me indican si es de tal o pascual señora o señor, recibo un par de llamadas con algunos posibles dueños, en fin aquello marchaba. Después de mover cielo y tierra y buscar a los supuestos dueños todos tenían a sus perros en sus casas. No me lo podía creer. Si mi perro se hubiera perdido y alguien se mueve por buscarme me encuentran, no es complicado. Entonces caí en la cuenta de que nunca daría con alguien que no quiere ser encontrado y de que a ese perro no lo está buscando nadie. Les juro que nunca pensé que fuera un abandono.

Pasados los días nadie reclamó al perro y aquello, ya sí, apestaba a abandono. Este cachorro tiene que ser uno de tantos regalos que alguien inconsciente no valoró en su justa medida y este animal pudo haberlo pagado con su vida. Criar un cachorro rebelde, y que costará domesticar, destrozón y cabroncete es una responsabilidad enorme y un trabajo de años. En el momento en el que acoges un perro estableces un contrato por toda su vida con él: tú me serás fiel y yo te cuidaré. Quintín que así hemos bautizado al perro sigue a la espera de una familia que esté dispuesta a firmar ese contrato.