Salir de trabajar, coger el coche y recorrer los kilómetros que separan Madrid de Pozoblanco. Cuatro horas de viaje y a las seis llegada al destino para dos horas después pisar la parroquia de San Bartolomé. Llama la tradición, llama la devoción y llama el cariño a un Cristo por el que ese viaje se viene repitiendo ya catorce años.

Fuera, hay quien ha decidido que este año toca vivir la historia de otra manera. La corneta se ha quedado en casa y, por primera vez en ocho años, el papel a desempeñar no será activo. Se siente nervios, de otro tipo, pero también se acumula ese cosquilleo en el estómago.

De nuevo en el interior del templo hay que tomar decisiones. Las nueve es la hora elegida para salir a la calle, pero la amenaza de lluvia es intensa. Un margen de media hora sirve para que las sensaciones, las de dentro y las de fuera, se vuelvan una sola. Hay ganas de salir a la calle y las primeras palabras del presidente de la Hermandad, Jesús Molina, invitan a seguir soñando.

De repente el silencio es roto por una hermana que se arranca a cantarle al “Rescatao”. El momento consigue romperte.

Pero los minutos pasan y la incertidumbre con ellos. Pasadas las diez, el silencio sobrecoge San Bartolomé –la iglesia y el barrio- y tan solo una voz que se entrecorta rompe ese silencio. “Las previsiones son malas, dan un ochenta por ciento de posibilidades de lluvia, este año no salimos”. Jesús Molina no puede contener la emoción pero felicita a los suyos y avisa que “El Rescatao” saldrá a la calle a que lo suyos lo vean. De repente el silencio es roto por una hermana que se arranca a cantarle al “Rescatao”. El momento consigue romperte.

Las puertas se abren y eso anima a pesar de la “frustración”, mañana toca volver a hacer el camino, esta vez el inverso, y volver a Madrid con la tristeza de haberse perdido una estación de penitencia que “espero durante todo el año”. En la calle, aquel “tolito” que este año pisa la calle de otra manera tiene unos instantes para ver al Cristo al que tantas veces tocó.

Un Cristo que sale a la calle aupado por unos braceros que más que nunca parecen una gran familia. Hombro con hombro, los ojos vidriosos de quienes portan al Rescatao son el reflejo de la decepción. Hay quien no puede reprimir el llanto, son muchos los ensayos, mucho el tiempo de preparación y ahora tan solo la unión de una Hermandad puede ayudar a pasar el bache. En la mente, una decisión, pero quien no decide no se equivoca. Y la Hermandad acertó, no solo porque llovió, sino porque la decisión se tomó con el corazón.