Benito García es para cierto sector de la política taruga lo que Estados Unidos para cierto sector -este muy amplio- de la Izquierda mundial: el demonio que caga tomates, un chivo expiatorio a quien cargar todas las incapacidades y desvergüenzas de todos los que se dedican a la cosa pública, el peor político que haya existido jamás.

A la gente le gusta jugar al maniqueísmo, sobre todo en estos tiempos de de trincheras y profetas telegénicos; pero como él mismo dice «ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos». Y yo, honestamente lo escribo, no creo que sea peor que otros.

¿Cuándo se jodió esta legislatura? Pienso que en el preciso instante que alguien, por infinito afán de poder, dio viabilidad a una moción de censura vergonzosa por injusta. Pero hubo más. Lleva razón Benito al criticar el golpe de estado encubierto del PSOE tras la pérdida de la mayoría absoluta del Equipo de Gobierno por los problemas del CDeI con Josefa Márquez. Lleva razón al decir que debieron irse del Gobierno y dejar el albur de los acontecimientos a un Alcalde que no merecía serlo. ¿Por qué no lo hicieron? Porque la política, aunque nos pese, también es una forma de vida, y estamos hartos de comprobarlo.

De todas formas, el problema de nuestro pueblo es que el futuro parece marcado otra vez por Benito García, al cabo, la aritmética electoral y la pasividad que demuestra eso que llaman El Pueblo no presagia horizontes nuevos; un problema, ojo, democrático, pues es la gente con su voto quien ha puesto ahí a Benito y a los suyos. Vayamos a confundirnos. Y más vale que unos y otros comiencen a asumirlo, porque quizás, van a necesitar de sus votos para gobernar este pueblo.