Dejar a un lado el olvido, recuperar de ese injusto espacio a quienes lucharon por la libertad y devolver su historia a las calles que los vieron nacer y crecer. Eso se consiguió en Belalcázar con la colocación de las Stolpersteine, piedras de la memoria, en honor de los siete belalcazareños deportados a los campos de concentración nazis. Una a una se colocaron cada una de las piedras, mientras se fue dando lectura a los nombres y circunstancias de los deportados de la localidad, cuya memoria ha sido rescatada de archivos locales, nacionales e internacionales. «Es necesario devolver los nombres de estos hombres y sus historias a las calles, no solo de Belalcázar sino de todos los municipios andaluces con vecinos y vecinas deportados a campos de concentración nazi, para no perpetuar una segunda injusticia que lleva mucho tiempo instaurada en nuestro país, el olvido”, dijo Cristina García, la representante de la Asociación Triángulo Azul Stolpersteine de Córdoba.

Una idea que también destacó el alcalde de Belalcázar, Luis Fernández, al resaltar que «estas piedras simbolizan el reconocimiento, el recuerdo y el homenaje de todo el pueblo de Belalcázar a estos siete héroes que sufrieron la barbarie de los campos de concentración, lucharon por la libertad, la democracia y los derechos humanos y constituyen un paso más del compromiso de este equipo de gobierno con la memoria democrática y la dignificación de las personas». Con esta integración de la memoria histórica en el paisaje local, Belalcázar se convierte en una localidad consciente de la importancia de la memoria histórica y democrática para construir puentes entre nuestro pasado y futuro, en un pueblo que apuesta por los derechos humanos y que honra y reconoce a un grupo de personas que defendieron la libertad y la democracia por encima, incluso, de sus propias vidas.

Dos de estas piedras de la memoria recuerdan a los deportados asesinados en el campo de concentración de Mauthausen:  Antonio Calvo Torrico y Antonio Quintana Balsera. Murieron en el subcampo de Gusen, el mayor de los subcampos dependientes de Mauthausen, donde murió la gran mayoría de los deportados españoles, víctimas del tifus, la tuberculosis, las palizas y torturas, el hambre y el trabajo duro en la cantera y el pozo. Antonio Calvo y Antonio Torrico murieron en el invierno de 1941 a 1942, un invierno terrible, con temperaturas de menos 25 a menos 29 grados, que los llevó, como a muchos de sus compatriotas, a una muerte segura. Las otras cinco Stolpersteine corresponden a deportados que fueron liberados del campo de Mauthausen el 05 de mayo de 1945: Juan Manuel Fernández Colmenero, Manuel Fernández Pérez que recibió la medalla de la Legión de Honor francesa en 1983, Rafael Murillo Múgica, José Paredes Quintana y Tiburcio Vigara Carrasco.

Un homenaje al que acudieron familiares de Belalcázar, como los sobrinos de José Paredes Quintana, de Madrid, la hermana de Juan Manuel Fernández Colmenero o los sobrinos de Rafael Murillo Múgica, lo que aumentó la emoción que hubo en el ambiente ya que fueron ellos los encargados de leer unas palabras en memoria de sus familiares antes de guardar un respetuoso y emocionante minuto de silencio. Las siete Stolpersteine de Belalcázar ya forman parte de las más de 80.000 piedras de la memoria colocadas por todo el mundo.

Los Stolpersteine

Las Stolpersteine, o piedras de la memoria, son adoquines cuadrados de 10cm x 10cm de hormigón cubiertos por una hoja de latón en la que se graban los datos de las personas encarceladas y deportadas para que sean colocadas en el pavimento ante los edificios o lugares donde las víctimas vivieron o trabajaron en libertad. El objetivo de este proyecto es mantener vivo el recuerdo de las víctimas del nazismo. A pesar de su pequeño tamaño, se han convertido en el mayor memorial del Holocausto, una obra descentralizada y diseminada por diferentes espacios en más de 200 localidades de 24 países.