Hablaba con unos amigos poco después de los atentados de Barcelona sobre las reacciones y comentarios surgidos en las redes sociales llegando a una única conclusión, vivimos en una continua charla de bar entre colegas a la que ahora ponemos un altavoz tan poderoso como peligroso como son las redes sociales. Nos hemos convertido en expertos en todo, sobre todo en el mal gusto, por nuestras ansias de que nuestra opinión quede reflejada. No importa la mesura, la prudencia, los tiempos o simplemente el respeto, lo único realmente importante es que nuestra opinión quede escrita en al menos 140 caracteres.

La semana pasada pude constatar en primera persona la perversa manipulación y la bilis que se suele soltar por esos lares, el fin parece justificar los medios. Y eso me lleva a otro concepto que en los últimos años ha sido motivo de estudio y de debate, la desinformación como paradoja en una época donde la información se multiplica creando el efecto contrario, es decir, el de la desinformación que también puede tener otro origen como la información dirigida y manipulada que ofrecen los medios de comunicación.

Sin rehuir de la responsabilidad de los medios de comunicación creo sinceramente que la desinformación a la que asistimos de una manera preocupante y que se observa en esas «conversaciones de bar públicas» donde nos quedamos con consignas repetidas, con simples titulares, donde si buscamos un argumento nos venimos de vacío, es también culpa de una sociedad que se cree aquello que tan sólo le interesa, que ha renunciado de una manera flagrante al espíritu crítico y, sobre todo, a la lectura. Porque muchos de los malentendidos, de las malas interpretaciones se resolverían con un acto tan sencillo como es el de leer y rehusar a la comodidad de quedarnos en un simple titular. Y siendo esa una realidad más que palpable aún hay quien se pega el gusto de dar clases, entre insultos, de moral.

Así pasamos la vida, haciendo retweets y compartiendo contenidos de páginas de dudoso origen y credibilidad, pero si refrenda nuestras ideas eso parece no importar. Entre clics demostramos nuestra desinformación -y algo más- de una manera continua.

Eso sí, mientras pienso todo esto nos llega un vídeo de Muhammad Yasin Ahram Pérez, alias El Córdobés, y su madre Tomasa se convierte en Trending Topic y te vuelves a reconciliar en parte con aquello que has comenzado a detestar porque el ingenio te hace sonreír en días donde pegarías el cerrojazo. Y entonces piensas que todo se solucionaría con filtros, el primero el que deberíamos ponernos a nosotros mismos y empezar a detectar lo que puede quedar escrito o lo que simplemente deberíamos compartir con nuestros colegas en las charlas de bar.