Tengo tiempo, así que me apunto a un bombardeo. A veces salgo indemne de entre los escombros de las actividades más fútiles, a las que me dedico después de autoconvencerme de que no son una pérdida de tiempo. Otras no. Resulta que esas ocupaciones aparentemente inanes, que se presentan como alternativas a lo que sería un día de pijama hasta las tantas y almuerzo precocinado, tienen consecuencias. Algunas, fatales. Como ese seminario de coaching gratuito para emprendedores. Pensé: “Yo soy emprendedora”. Yo, que malgasto las mañanas paseándome en pijama y ni siquiera pierdo veinte minutos en preparar una comida decente. Pero me autoengañé, así que fui. Y comprobé cuán dada soy al autoengaño.

El seminario fue un truño de campeonato: Tres horas escuchando cómo un tipo que tenía pinta de tener bastante pasta y muy pocos problemas nos convencía de que, si montamos una empresa, tendremos que contratar un equipo de coaching ejecutivo que cuesta miles de euros. (Colega, cuando tenga miles de euros será porque no necesito entrenadores porque estaré de puta madre).

Pero hubo una última hora mucho más productiva. Fue cuando me di cuenta del verdadero alcance de mi autoengaño. Primero, tuvimos que hacer una heráldica en la que había que reflejar cómo vemos nuestro pasado, presente y futuro. Rabia infinita. ¿Por qué tienen que saber tres decenas de auténticos desconocidos que veo mi futuro lleno de nubes negras y que, encima, no sé dibujarlas? Así que lo hice y lo escondí debajo del pupitre.

La segunda parte fue peor. Resulta que hay cuatro tipos de personas que se clasifican en función a cómo hacen frente a un mundo de mierda: Las primeras son algo así como las “hacedoras”, las que se lanzan a la piscina de cabeza. Solucionan los problemas haciendo, haciendo y haciendo cosas. En el punto opuesto están las hiperreflexivas, esas que dejan que se les queme la tortilla antes de decidirse a darle la vuelta y que, al final, se quedan sin comer. Luego están las creativas, las inventivas, las que se las ingenian de mil maneras para que lo que hagan sea supermolón y funcione. Son las que trabajan en Google o montan empresas que son la caña, como los viajes en burro (flipo con esto: http://shar.es/ejzf3). Los cuartos son los prácticos: los alemanes. Hacen solo lo que saben que va a funcionar, lo que es útil y perfecto.

Bueno. Pues primero nos pidieron que nos situáramos en la categoría en la que mejor creíamos que encajamos. Yo puse mi nombre en la casilla de los creativos, muy cerca de los “hacedores” pero, también, de los alemanes, aunque un poco más alejada. Meeeec. Autoengaño. ¿Cómo lo sé? Porque luego hice el test. No voy a relatar las preguntas, pero el resultado es flipante: Soy alemana y estoy muy cerca de los reflexivos. ¡Claro! Por eso me paso la mañana en pijama, pensando genialidades que luego no pongo en marcha y flipando con las genialidades de los demás.

Hoy al día es una genialidad, creativa y “hacedora” (que es la casilla en la que en realidad quiero estar, joder). Inspiradora y animadora. Un buen revulsivo para el mundo de mierda que hace que así, no parezca tan mierda.

Señores, creo que me voy a quitar el pijama. Muchas gracias.