En pleno agosto, la Virgen de Luna cobró protagonismo y es que la cofradía de Pozoblanco sigue estrechando lazos con Escacena del Campo, una localidad onubense que también tiene como patrona a la Virgen de Luna. El culto, la devoción y la fe hacia esta Virgen une a estos dos municipios y ayer la distancia que los separa se redujo con la presencia de una representación de la cofradía pozoalbense en tierras onubenses. El pasado mes de febrero fueron vecinos de Escacena del Campo los que se trasladaron hasta el Santuario de la Jara para conocer algunas de las tradiciones más arraigadas que la cofradía pozoalbense mantiene y preserva y ayer fueron miembros de la cofradía los que fueron testigos de otras formas de mostrar esa misma devoción.

Porque si la comitiva onubense pudo dar fe del ruido de las descargas, del revolotear de la bandera e incluso compartir parte del camino que separa Pozoblanco del Santuario allá por el mes de febrero, ayer representantes de la cofradía vallesana tomaron nota del cariño que los vecinos de Escacena del Campo demuestran a la “garbancera”, nombre con el que también vitorean a la Virgen de Luna. En un lugar privilegiado, los representantes de la cofradía compartieron la eucaristía, disfrutaron del pregón de las fiestas y fueron uno más en la procesión que tuvo lugar en el ocaso del día.

En esa procesión, la Virgen de Luna taruga estuvo muy presente y a petición de la cofradía onubense la bandera revoloteó como hace cada año en el Santuario de la Jara y en las calles de Pozoblanco, ante la atenta mirada de la patrona. Ayer convivieron dos formas de entender esa devoción, la onubense más andaluza, más rociera; la pozoalbense, más castellana; pero ambas dejaron patente su devoción hacia la Virgen de Luna.