José Luis Calero cumplió con el cometido de pregonar la Semana Santa de Pozoblanco tomando el relevo de Antonio Blanco. Lo hizo en un acto que después de muchos años volvió a celebrarse en la jornada dominical y en un Teatro «El Silo» especialmente decorado para la ocasión con el sudario, las banderas de cada una de las cofradías y hermandades de Pozoblanco y los faroles característicos de la Caridad. Patricio Moreno fue el encargado de esbozar la figura de un pregonero que se presentó sin imposturas para exaltar la Semana Mayor pozoalbense en un pregón que nació en la parroquia de San Sebastián, al amparo de la Señora del Cerro, La Soledad. «He levantado paredes que ahora intento derribar», apuntó el pregonero antes de meterse en faena, «solo, ante la marabunta que me rodea».

La noche del Viernes Santo pozoalbense ocupó la primera parte de un pregón que discurrió por los recuerdos,  por ese acercamiento a una cofradía que forma parte de la vida, esa que se le ha dedicado, por las experiencias que provocan que esa Soledad esté presente en el día a día. Pero no se quedó en un anecdotario, en una recopilación de lo vivido. No. Hubo espacio para la reivindicación del propio sentimiento religioso, «se nos reniega como proscritos y somos mayoría, hagámonos visibles»; para mirar cara a la cara a la juventud y decirle a las juntas de gobierno que consigan que los más jóvenes sean partícipes de cada una de las actividades, no sólo de la festivas, sino también las propias de la fe. «Trabajemos con la familia, con los valores, eduquemos con el ejemplo, no pretendamos que los jóvenes hagan lo que nosotros hacemos, depositemos confianza en ellos», entonó.

Para entonces la Agrupación Musical de La Soledad ya había hecho acto de presencia para acompañar al pregonero con los sones de «La Saeta» o «Alma de Dios». Finalizó la parte musical, intercalada con la palabra, con la marcha «Hermanos Costaleros» que llegó después de que el pregonero se acordara de una figura muy presente en la Semana Santa y a la que definió como «aquel que reza al Señor y a la Virgen, el que empuja hacia arriba en cada chicotá y aprieta los dientes cuando vienen momentos duros… El costalero se siente parte de una cuadrilla, todos necesarios pero nadie imprescindible», para terminar lanzando un mensaje claro, «ser costalero es el oficio más bonito que conozco» pero que no puede quedar en una mera afición ya que se impone la labor de apostolado.

Partió luego el pregón hacia otros derroteros, la primera chicotá llegó a su final y se desfiló hacia una exaltación de lo colectivo respetando las particularidades, las diferencias, pero apostando por convertirlas en nexos de unión. «Cada una desde su barrio, pero todas bajo el mismo palio«, con esa frase acompañó José Luis Calero el homenaje que brindó a cada una de las cofradías y hermandades que hacen posible la Semana Santa de Pozoblanco. Se paseó por cada uno de los barrios, desde un Domingo de Ramos que «tiene el perfume de lo pequeño» hasta un Domingo de Resurrección que se abre en la plaza de Santa Catalina.

Como ocurriera en la primera parte del pregón, José Luis Calero no se limitó a hacer un recorrido lineal, sino que abordó a través de esa descripción de la Semana Mayor pozoalbense -acompañado de videos- temas como la caridad, la capacidad de perdonar, el amor «para aceptar nuestras cruces» porque «quien no ha sufrido nada tiene que enseñarnos» o la traición a la propia fe. «Convertir a Pozoblanco en un inmenso paso, sus calles serán las trabajaderas, nosotros los costaleros, la Virgen quien calme nuestra sed, Jesús nuestro capataz supremo… Con un capataz así nosotros tampoco vamos a tener miedo, vamos a seguir su voz, que empujando entre unos y otros con este paso podremos», fueron las últimas palabras de un pregón que nació para «derribar muros».