Más de 600 hectáreas fueron arrasadas en el incendio que hace poco más de un año fue declarado en el Puerto Calatraveño y que necesitó de dos días para su control por los servicios de extinción. Uno de los parajes medioambientales más importantes de la comarca cambió el verde por la negrura que deja tras sí un incendio de esta índole y la impotencia que aquellos días sintieron los afectados se mantiene intacta ante la inacción de prácticamente la totalidad de las administraciones para la reforestación de la zona. Esa es la principal queja del más de medio centenar de vecinos que se vieron afectados por el fuego, que las promesas de aquellos días han quedado a lo largo de otros 365 a un lado. 

Rosa Dueñas Bajo fue una de las personas que aquel 16 de agosto vivió el incendio de cerca y todavía se emociona al recordar esas sensaciones. «Sientes mucho dolor, mucha impotencia ante la sensación de que se está calcinando tu hogar y no puedes hacer nada. También pasamos mucho miedo», explica. Relata que estuvo, junto a otros vecinos, hasta las cinco de la mañana intentando luchar contra el fuego y que al día siguiente llegó «la desolación de ver algo que tan sumamente bonito, tan verde, se haya convertido todo en negro. Es como pasar de la vida a la muerte, a la destrucción«. La familia de su pareja fue la más afectada con unas pérdidas que implicaron a dos mil olivos, una nave y tres casas de madera ya que «el fuego nos vino por tres costados». 

La impotencia que sintió aquel día se mantiene un año después porque «la situación es bastante lamentable». «El primer día estuvieron políticos de todas las administraciones allí con nosotros, nos dijeron que no nos preocupáramos, pero un año después todo sigue igual. Queremos que nos digan lo que tenemos que hacer, si podemos talar las encinas porque si no lo hacemos no van a rebrotar, que nos dejen limpiar las cunetas, que nos den la formación que nos prometieron para todas estas cuestiones», apunta. Saca de esa dejadez al Ayuntamiento de Alcaracejos que «sí ha estado con nosotros», pero «el resto de administraciones, nada». «El Gobierno central declaró la zona catastrófica pero no pudimos solicitar líneas de ayuda porque se tienen que solicitar treinta días después del incendio y a nosotros nos declararon en el mes de diciembre», recalca. 

Esta ciudadana de Pozoblanco señala la importancia de dejar esa inacción a un lado porque «nosotros estamos intentando salvar nuestro olivar, pero para eso hay que hacer cosas, estamos ante un paisaje que era precioso, con una riqueza muy importante y se nos saltan las lágrimas porque no se está haciendo nada por recuperarlo». «Nos dieron mil encinas en el mes de junio para plantarlos, pero en el mes de junio, que es imposible que salgan hacia delante por el calor», señala para proseguir indicando que «nos sentimos engañados, que nos digan cómo podemos talar, que nos den permisos para limpiar las cunetas, es que no podemos hacer nada». 

Paralelamente, las investigaciones del inicio del incendio determinaron que el mismo «se originó como consecuencia de la negligencia en el mantenimiento de la línea eléctrica, encontrándose los tres conductores desnudos dentro de la copa de un eucalipto, en contacto frecuente con las hojas y ramas e incumpliendo las distancias de seguridad tanto verticales como horizontales entre conductores y vegetación que establece la legislación». Un punto en el que los vecinos también piden mayor responsabilidad y un adecuando mantenimiento que «lleva sin hacerse años», además de que se asuman responsabilidades. 

«El incendio no solo afectó a los propietarios, nos afecta a todos por la pérdida de riqueza medioambiental a nivel comarcal y, por desgracia, esta es la pandemia del mundo rural por una falta de prevención de los organismos provinciales, autonómicos y estatales. Tenemos todos y también las administraciones el deber y la obligación de prevenir ante una zona tan rica de dehesa y olivar para no tener que lamentarnos en un futuro lo que está ocurriendo en el resto de España. ¿Cómo? Con prevención y limpieza de las zonas forestales, más cortafuegos, limpieza de los caminos, limpieza de los tendidos eléctricos de forma obligatoria, facilidad para la tenencia de animales de pastoreo y, además, obligatoriedad en fincas mayores de monte de cortafuegos, ya que esos cortafuegos serán los que salven el arrasado que queda tras un incendio. Esto solo es posible si todas las administraciones aunaran esfuerzos con una única voz común, algo que, visto lo visto, parece bastante improbable», zanja Rosa Dueñas. 

«No se ha hecho lo que se debería»

Esa crítica hacia las administraciones la recoge el alcalde de Alcaracejos, José Luis Cabrera, que reconoce que «no se ha hecho lo que se debería, pero no le hemos perdido la pista, los vecinos tienen que saber eso». El primer edil de Alcaracejos recuerda la controversia política hasta que se declaró zona catastrófica y los intentos de «despolitizar el asunto». «Nosotros, desde primera hora, hemos querido actuar en los caminos y seguimos en esa línea, es nuestra mayor preocupación para que no se convierta en una ratonera porque hay caminos públicos que están cortados», indica. «Es cierto que también se dijo de formar una especie de mesa redonda con agentes implicados que pudieran dar las claves a fin de poner los medios para evitar una desgracia como esta y eso tampoco se llevó a cabo; se habló de hacer una campaña de sensibilización y de instruir a los vecinos hacia la prevención y tampoco se ha hecho. En eso, los vecinos tienen razón, no se ha actuado como se dijo que se iba a hacer». 

A pesar de eso, José Luis Cabrera deja claro que «estamos con los vecinos, nosotros actuando donde podemos porque también estamos limitados al ser zona privada». Un apoyo ante sentimientos muy parecidos porque «fue desolador e impotente» verse ante una situación ante la que «no se puede hacer nada». «Se trabajó muchísimo, estuve toda la noche sin dormir, hablando constantemente con el dispositivo porque me dijeron que su batalla contra el fuego se libraba especialmente por la noche. Es angustioso ver a tu término municipal arder, tu naturaleza, tu biodiversidad, ver a vecinos perder sus recuerdos, fueron momentos muy duros». Momentos ante los que José Luis Cabrera pidió una unidad política que hoy sigue reivindicando, también a través de la autocrítica.