Hace pocos días murió la gran estrella del baloncesto Kobe Bryant y ayer murió Modesto Sánchez, mi Kobe Bryant, porque eso fue para la gente que tuvo la suerte de conocerle, una gran estrella. Los dos murieron jóvenes y los dos iluminaron vidas como sólo saben hacerlo esa gente especial, sin sermones, con su ejemplo, sin malicia, con su nobleza, sin dobleces, mostrando la esencia de las cosas.

Modesto fue un enamorado del deporte, que nos hizo a todos ser mejores. Hoy quiero recordarle fuerte, ágil, fibroso, como Kobe, cantando y riendo a nuestro lado mientras corríamos los domingos, siempre quedándose el último para acompañarte en el camino cuando veía que tus fuerzas flaqueaban, sin decirte nada y a la vez diciéndotelo todo.

Modesto era pura energía, un gran atleta, así será para mí siempre. El cáncer se le metió hace ya diez años y le fue comiendo por dentro de poquito a poco, cuántas lágrimas derramadas en privado, luchó y luchó como sólo saben hacerlo los gigantes, y vimos como su cuerpo perdía batalla tras batalla. Todos quisimos estar a su lado, como hizo siempre él, y cantar y reír acompañándole, sin decir nada y a la vez diciéndoselo todo, con esas mágicas palabras que no se pronuncian y circulan por la autopista del corazón a través de una mirada.

Muchos hemos tenido la suerte de correr, de jugar al tenis y al pádel, junto a él, junto a una gran estrella y verle con toda su luz.

Modesto Sánchez nos amó sin ambages, con alma, porque amó la vida por encima de todas las cosas y todos somos vida.

Modesto Sánchez Juliá es una gran estrella que siempre brillará.