Es imposible hacer un retrato del impacto del coronavirus en nuestra sociedad sin acercarse a quien lo ha vivido al pie del cañón día tras día. Para reconstruir el puzle, los profesionales sanitarios son la pieza clave. El 14 de marzo, el mismo día que se decretaba el estado de alarma, el país se confinaba y nuestras vidas cambiaban abruptamente, Conchi Cabrera trató su primer paciente de Covid-19 en el Hospital Comarcal Valle de Los Pedroches. Probablemente y ante lo efímero de nuestra memoria habrá que recurrir de manera puntual a los testimonios de profesionales que como Conchi se han dejado la piel en la batalla contra el coronavirus. El virus ha golpeado a la sociedad, pero lo ha hecho en diferentes escalas. Esa es la primera reflexión de una entrevista que nace con el objetivo de acercarse a la realidad, al día a día que se ha vivido durante muchas semanas en el Hospital pozoalbense. Fuera había números, dentro personas con nombre y apellido.

 

Pregunta: Cada día que pasa crece la sensación de que la pandemia es cosa del pasado. ¿Cómo sigue siendo vuestro día a día?

Respuesta: Te podría decir que el Covid-19 ha venido para quedarse y, por supuesto, que ni mucho menos se ha ido. Nuestro día a día es igual que cuando había positivos, seguimos teniendo pacientes que ingresan con sospecha de Covid-19 a los que hay que cursarle su PCR. Es cierto que los resultados están siendo negativos, pero el modo de trabajar es el mismo, tenemos que seguir colocándonos los EPIs, siguiendo los protocolos de protección que hacíamos antes. Por eso a la sociedad le diría que el Covid-19 no se ha ido.

P: Se viven por tanto dos realidades muy diferenciadas.

R: Totalmente. La gente no es consciente y soy la primera que no lo critico porque entiendo que la sociedad estaba en la necesidad de relacionarse porque estábamos generando otro tipo de problemas, pero solo hay dos medidas que nos están exigiendo: la mascarilla y la distancia. No es tan complicado. Con esas dos medidas hacemos lo único que tenemos que hacer, frenar la propagación y si no seguimos esas indicaciones lo que hacemos es seguir contaminándonos.  

 

El paso del tiempo permite análisis más certeros, más pormenorizados, adentrarse en un proceso que se ha extendido durante meses y que recordamos de la mano de esta enfermera pozoalbense.

P: ¿Cómo relataría lo que ha vivido desde el mes de marzo al ser algo tan diferente a lo que haya podido vivir a lo largo de su trayectoria profesional?

R: Pensar que podíamos tratar con una pandemia era algo que no estaba en el pensamiento de ningún profesional. Es verdad que en el primer momento hubo miedo, incertidumbre, pero también desde ese primer momento supimos que había que actuar con responsabilidad y mucho compromiso. Los pacientes nos necesitaban, necesitaban que estuviésemos ahí y no solo haciendo competencias sanitarias, sino que hemos tenido que atender competencias de su vida diaria, nos tenían solo a nosotros. La realidad de la planta cambió por completo, pasamos de tener una planta con las puertas abiertas, con familiares, a tener una planta cerrada, los familiares no podían entrar y con muchos pacientes mayores que no podían ni atender una llamada. Tuvimos que cambiarlo todo e igual que atendemos la parte sanitaria tenemos que presentar nuestra parte más humana. Hemos hecho videollamadas, atendido telefónicamente a los familiares que solicitaban información. Los pacientes nos podían ver a través de un traje que solo dejaba ver nuestros ojos, pero hemos intentado ser lo más empáticos posibles, que vieran una sonrisa, que estábamos allí para cuidarlos y para lo que necesitaran.

P: ¿En qué momento tiene consciencia de que se está enfrentando a una enfermedad de esta magnitud? ¿Tienen claves que les permitan adelantarse?

R: El día 14 de marzo nos confinaron, pues ese mismo día salió el primer positivo en el Hospital, de ese positivo al total de positivos que tuvimos fue un paso abrupto, empezaron a llegar pacientes y la planta empezó a llenarse. Al principio pusimos a los pacientes en habitaciones individuales, pero hubo que doblarlas porque no había capacidad. El 1 de abril hubo que habilitar una segunda estancia para pacientes sospechosos porque la Unidad de Medicina Interna se llenó y hubo un tiempo que trabajamos con dos unidades abiertas, eso fue muy rápido. Los primeros positivos salieron a la par que la sociedad era consciente del problema.

P: El trabajo ha sido doble porque de una parte está el profesional y por otro el trabajo personal para mantener la parte emocional a raya para permanecer estable a pesar de las circunstancias. ¿Cómo ha sido esta segunda parte?

R: La enfermería ha tenido que afrontar una situación psicoemocional no conocida, muchas de mis compañeras tuvieron que alojarse fuera de sus domicilios para evitar contagios y seguir trabajando. La situación ha sido complicada, pero es verdad que además del apoyo psicológico que hemos recibido a través del canal profesional, hemos trabajo con el mayor compromiso posible y sabiendo que llevártelo a casa era lo más complicado.

 

Una casa donde los abrazos y besos quedaron eliminados, algo que se dice y se escribe fácilmente, pero que deja un poso de necesidad que se va sumando a la mochila. “No nos daba miedo el contagio, a mí me daba el miedo de contagiárselo a mis familiares. Llegar a casa era muy complicado, se acabaron los besos, se acabaron los abrazos, dejé de bañar a mis hijos, comía algo separada de ellos. Hubo que aplicar muchas medidas porque somos conscientes de que somos puerta de contagio. Soy una persona positiva, pero el miedo estaba aunque intentaba no transmitirlo en casa”, relata para detallar que “sabíamos que nuestra tabla de salvación era nuestra indumentaria y gracias a los EPIs, que antes no conocíamos, hemos estado protegidos”.

 

P: De ese análisis surge otra pregunta, ¿el proceso ha sido un aprendizaje continuo? 

R: Totalmente, en el día a día hemos ido aprendiendo muchísimo. Es verdad que las primeras directrices no eran claras, Sanidad no dio unas directrices con un protocolo muy establecido, pero hemos ido aprendiendo. Ponerse los primeros EPIs fue complicado porque no lo habíamos hecho nunca, tratamos con muchos pacientes infecciosos, pero no con pacientes de Covid. No se sabía la virulencia del virus, ahora manejamos mucha información, pero en el primer momento eso no era así. Hemos aprendido mucho y podría decirte que de este aprendizaje hemos salido reforzados, tanto el sistema como los profesionales. Te mentiría si te dijera que no hemos llorado, seguramente todos los profesionales hemos llorado en algún momento, pero hemos salido muy reforzados.

P: Me hablaba de los equipos de protección, ¿ha habido falta de material?

R: En nuestro caso no hemos tenido faltas de EPIS nunca, pero sí hemos tenido que utilizarlos con mucha responsabilidad porque no se contaba con muchas cantidades. Es decir, los teníamos pero sin derrochar.

P: ¿Cuál ha sido el momento más duro de todo este proceso?

R: El entrar por primera vez a la habitación de un paciente contaminado, fue muy duro verlos solos, cerrarles la puerta, ver que en su mayoría son personas mayores y te necesitan. Imagina que se aterraban al vernos, no parecemos personas, sino alguien disfrazados, es algo muy duro. Al principio llegó a quitarme el sueño. Luego hemos aprendido, hemos bailado, hemos cantado y nos hemos acostumbrado. Pero la primera vez que entré a una habitación con un paciente fue muy duro.

P: Llevamos informando de cifras desde el mes de marzo y aquí nace otra realidad, los profesionales habéis puesto rostro a esas cifras. 

R: Para nosotros han sido personas con nombre y apellidos y eso nos lo han agradecido infinitamente, no ha habido un día que entraras en una habitación y no te lo agradecieran. Es curioso porque nosotros le hemos puesto cara a ellos, pero es que ellos a nosotros también. Ha sido como te decía algo muy gratificante, no somos héroes ni heroínas, pero hemos trabajado con la mayor profesionalidad y perseverancia posible. Hemos intentado darlo todo.

 

Profesionalidad que ha sido reconocida en forma de aplausos que se vivían de una manera especial en las habitaciones de los pacientes porque era su dosis de contacto diario con lo que pasaba en las calles. Aplausos que “nunca olvidaremos”, como tampoco cada éxito cosechado y que se traduce en cada alta hospitalaria. “Lo vivimos como una victoria, lo que pasa es que por desgracia la virulencia del virus es tan alta que la mayoría de enfermos que se iban de la planta lo hacían siendo todavía positivos. Era una victoria porque no necesitaban ingreso hospitalario, pero iban a sus casas a volverse a confinar durante un tiempo desconocido hasta que saliera el victorioso negativo”.

 

P: Me hablaba antes de que ha intentado ser lo más empáticos posible, ¿han sentido también esa empatía?

R: Si, si, a mí trabajar en el Covid-19 me ha servido para mi desarrollo profesional y también quedan los agradecimientos en la calle, los vecinos aplaudiéndote, esos gestos han sido innumerables y el agradecimiento hacia nuestra labor ha sido infinito.

P: Puede que de todo esto también se extraiga la necesidad de seguir empleando recursos en la sanidad pública.

R: La sanidad pública que tenemos es excepcional y hay que cuidarla con todo lo que tenemos. Es verdad que se reforzó el personal cuando empezó la crisis, pero ojalá esto sirva de aprendizaje porque una de las cosas buenas que nos ha dejado este proceso es que ha conseguido visibilizar el trabajo de los profesionales de la enfermería, no solo de la enfermería, sino de sus profesionales. No me he sentido nunca secundaria, pero tampoco con la importancia de ahora. Durante el confinamiento además se celebró el Día de la Enfermería, jamás me han felicitado por ser enfermera y este año he recibido múltiples mensajes de felicitación y eso se ha conseguido gracias a la pandemia.

 

El orgullo de la profesión elegida y del trabajo desarrollado aparece también cuando habla del refuerzo como equipo, del compañerismo que ha dejado estos días. “Esto nos ha unido mucho más, pero no solo a auxiliares o enfermeras, a todos, el equipo de limpieza ha sido excepcional, el de mantenimiento, el trabajo de todos desde que el enfermo entraba por Primaria hasta salir con su alta ha sido excepcional, se ha trabajo más si cabe en grupo porque no quedaba de otra”.  

Hasta aquí queda el relato de los meses más duros de la pandemia, ahora queda afrontar un futuro que también presenta complejidades, algunas de ellas derivadas del miedo que ha frenado a personas enfermas acudir a los centros hospitalarios, otras del propio confinamiento.

 

P: Hablaba antes de que el confinamiento estaba derivando en otros problemas, ¿qué problemas son esos?

R: Se están detectando muchos problemas psicológicos, alteraciones provocadas por no haber tenido contacto, por estar tanto tiempo sin poder salir, crisis de ansiedad, todo este tipo de cosas han aumentado. Este ha sido un proceso psicoemocional que ha afectado mucho a la parte psicológica y emocional y que puede generar otras patologías a largo plazo. Parece que hablamos de gente joven que no ha podido salir, por ejemplo, pero es que estamos hablando también de muchas personas mayores que han vivido todo este proceso solas en sus domicilios, que están desnutridas, descuidadas. Atención Primaria está haciendo todo lo que puede, pero estamos recibiendo en el Hospital a gente con estas características porque durante dos meses y medio la gente ha tenido miedo de ir a verles y estas cosas son consecuencia de la pandemia.

 

Y para terminar una última receta, el “civismo” para conseguir ganar la batalla de manera definitiva.