Puestos a luchar, hagámoslo por aquellos a quiénes nos debemos: los ciudadanos. Como dejó escrito Francisco Umbral: “El periodismo mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al Gobierno inquieto”. Muchos de nosotros somos aquella voz, aquel manojo de letras o aquella cara que les cuenta lo que sucede. Quien explica la realidad, masticada de tal forma, que sea fácil de entender mientras desayuna. Aquellos que unas veces somos maravillosos periodistas y otras somos los hijos de puta más retorcidos. Pero esto es nuestro día a día y ningún político nos quitará el placer de contarles lo que sucede.

Nos levantamos pensando qué os vamos a contar, qué ha sucedido, dispuestos a rastrear la realidad, por desagradable que sea, para que puedan entender lo que está sucediendo junto al cabecero de su cama. Hace tiempo que no sabemos desayunar sin mancharnos las manos de tinta, que no vemos la televisión sin que salte alguna alarma en el móvil –con las redes sociales menos aún– y que sustituimos el osito de peluche en la cama por un cruel qué pasará mañana.

Nuestro principal problema ahora es que no sabemos qué les contarán, ni tampoco cómo. Qué pasará con los compañeros de Canal 54 –Televisión Local de Pozoblanco–, privados de la mejor profesión del mundo y recluidos en YouTube. Un nuevo cuartillo, más sofisticado que el de Pablo Castro –viejo reportero local condenado por su ejercicio–, pero sin llegar a aquellos que los demandan. Qué pasará mañana con los que conectaban la televisión local para seguir un pleno. Qué harán los televidentes locales, que en su más amplia mayoría no tienen acceso a internet. Abocados a la oscuridad.

Decía Ramón Lobo que el cierre de Canal Nou le afectaba más de la cuenta porque era el culmen del “desvarío político”. Sentenciaba el reportero que donde los partidos políticos entienden que las televisiones públicas son” instrumentos privados de incienso y propaganda” hay un caso de corrupción “en directo”. Y eso tratamos de entender. ¿En base a qué desvarío, estrategia electoral o Dios sabe qué se ha cerrado la televisión de Pozoblanco?

Pozoblanco carece de un medio próximo que le enseñe a su gente la verdad del mundo. La muerte la sellaron los que están por encima de los trabajadores de la casa. La defunción comenzó a gestarse cuando un político levantó un teléfono para condicionar una noticia; cuándo se bramó contra un profesional por un puñado de letras; cuando alguien se creyó con el derecho a condicionar un contenido porque pagaba. En esas prácticas surgieron vencedores y vencidos. Los vencidos, que no tienen el poder, lanzaron torpedos en vez de intentar hacer el medio libre. Los vencedores, que despreciaron lo que tenían entre manos, eliminaron el único rayo de luz que hace a los ciudadanos libres y les enseña a pensar: la información.

La ignorancia es la victoria de los mediocres y nadie, excepto ellos, quiere una sociedad así. Era Cicerón quien aseguraba que el ignorante callado era un erudito. Por desgracia han llegado, incluso, a tomar decisiones, para prejuicio de 17.000 personas, que pierden su medio más cercano, el que les susurraba cada día los secretos de su municipio.

La Navidad no nos ha traído, de momento, buenas noticias. El jueves quedaremos los amigos de la prensa para cenar y ver la realidad que nos rodea. Lamentablemente concluiremos que el mundo es un poquito peor porque Canal 54 ya no tiene a los ciudadanos avisados, ni a las putas advertidas. Aunque el gobierno seguirá estando tranquilo en su incapacidad.