Es la Cuaresma de la vida que pasa de vez en cuando en las primaveras nacientes antes del solsticio del Verano que al fin son los años que dan la vuelta al Sol. No comer carne los viernes. Ponerse a dieta y pecar. Quitarse de fumar. Mi amigo Miguel se quitó de fumar hace un par de meses y ahí está tomándose la cerveza del domingo en la Plaza conmigo aguantando el tirón. Aguantar el tirón es ganarle a un segundo y despúes al otro. Parece fácil pero no. Hay caladas que valen una derrota y es justo ahí donde está el matiz: en resistir.

Muchas veces en la vida toca. Aguantar el tirón, digo. Dijo Juan Negrín en los últimos momentos de la II República que resistir es vencer, es decir: ganas porque estás de pie, con la frente en alta aun con la cara partida, es decir, no ganas porque derrotes al adversario sea el que sea: sobretodo el miedo o el cansancio o el tedio o tu marido. Ganas porque sigues ahí. Pues esto es más o menos lo mismo o casi lo mismo. Paciencia si estás ahora en una de éstas y te ves doblado, porque no estás partido. 

Probablemente uno de los ejemplos más claros de aguantar el tirón es mudarse. Mudarse de casa. El momento del cambio de etapa es la zozobra de la vida. Ya lo dije en este periódico hace un año o casi un año: es horroroso decidir que te tienes que mudar y sobre todo es horroroso el porqué te tienes que mudar. Putos porqués. Sé de lo que hablo, he vivido en quince casas distintas en los últimos veinte años, me he mudado quince veces hasta llegar a hoy. Llegar a un lugar de paz donde todo se asienta y donde puedes decir que todo está bien. Amparo, que es una de las personas a las que más atención presto cuando habla, me dijo que mudarse da mucho aplomo porque es la búsqueda del orden ante el horror; y justo ésta es la clave de aguantar el tirón: la serenidad ante el desorden. Apúntatela.

Un cáncer, un embarazo, divorciarte o preparar la boda, sacar adelante a tus hijos, dejar tu trabajo y crear tu empresa, emigrar y parir y enterrar a los abuelos y las malas películas, una cena a la que no quieres ir, que te cuenten un secreto a medias, un beso en el cuello después de otro beso y luego nada o todo a la vez: los tirones van de dos segundos a veinte años o a toda la vida: a toda tu vida. Muchas veces o la mayoría de las veces los tirones no son más que el simple hecho de vivir.

Mentir o mentirte es una buena forma de tirar para adelante pero no sirve; pero puedes tener vehemencia ante los malvados y los hipócritas o ante los estúpidos que con éstos no se puede negociar. Reírte de los abismos y ser como mi padre: una persona decente. Esto no es una ciencia porque las matemáticas no aman como decían los Mártires del compás y porque al final no hay más que ganarle al siguiente segundo que es lo que hace Miguel todos los domingos en la Plaza o mientras te mudas y no te que da otra que pasar página y porque al final la vida consiste en ésto: en aguantar el tirón. 

A Marta Muñoz Jiménez. Bienvenida.