Villaralto acogió en la noche del viernes el acto de presentación del libro ‘Colección de revistas El Jardal, 1979-1988′. Un acto que culminó con la inauguración de una plaza dedicada al colectivo cultural El Jardal, lugar escogido para celebrar un acto que contó con la presencia del presidente de la Diputación de Córdoba, Antonio Ruiz, el alcalde de Villaralto, Ángel Moreno, y el Cronista Oficial de la localidad, Manuel Fernández. 

El libro recoge las ediciones de la revista ‘El Jardal’, una publicación que más tarde propiciaría el nacimiento del colectivo homónimo. Para entender lo que supuso y pretendía ‘El Jardal’ basta con leer la introducción al libro que escribe Manuel Fernández y que titula «El Jardal, un intento de periodismo utópico». El Cronista Oficial de Villaralto también explica que «el valor de esta historia proviene de que nació en un pueblo pequeño y de que fue pionera en la comarca de Los Pedroches, por no decir en toda la provincia de Córdoba». 

Luego, Fernández acerca la historia de la revista al lector recordando que salió a la calle en mayo de 1979 «con la ilusión del nuevo tiempo» haciendo alusión a las primeras elecciones democráticas en los ayuntamientos tras los largos años de dictadura franquista. En cuanto a la temática, ‘El Jardal’ arranca en su primer número con la elección del nuevo Ayuntamiento, la celebración de la Divina Pastora y reportajes «de fondo» que trataban diferentes temas. 

La evolución de ese primer número puede verse a lo largo del resto de publicaciones, todas recogidas en un libro que recopila y recuerda parte de la historia de Villaralto y suma un nuevo activo al mundo cultural de la localidad y de Los Pedroches. 

Un recorrido por la historia

Adentrarse en los artículos es hacerlo también  en los problemas e inquietudes de la época, en la vida de Villaralto y permite, de manera paralela, que hay cuestiones que «nos persiguen» desde hace décadas. Leer algunos de sus artículos te adentra, de igual modo, en una forma de hacer periodismo valiente, clara, directa y «sin padrinos». Y así pudo ser hasta agosto de 1988 tras diez años y treinta números  «de intentar ejercer un periodismo utópico que contribuyó a movilizar un pueblo a través de la cultura».