No sé si lo que me produce es asombro, indignación, repulsa o incluso asco ver lo que estas semanas está pasando en nuestro país. Me preocupa e indigna saber que distintos estamentos de poder están aprovechando su posición para vacunarse antes de lo que la planificación de las autoridades sanitarias ha establecido para cada grupo de personas.

Algunos alcaldes, consejeros autonómicos, militares con alto rango, empleados públicos, … lo mismo da. No se trata de qué cargo ocupe cada uno. Se trata de que ocupan un cargo, ya sea ganado a través de las urnas, a través de un dedo amigo, de unas oposiciones o de una carrera militar con honores. Lo mismo da. No es el cargo, es la persona, que con una falta asombrosa de moral aprovechan su posición para anteponerse a otros y obtener una vacuna antes de lo que le corresponde.

Estos días estoy leyendo una biografía de Alfredo Pérez Rubalcaba (sí, otra vez hablando de Rubalcaba) en la que se subraya que “entendía la política como un servicio a la comunidad y nunca esperó recompensa por ello”. Leer esa frase ha sido lo que me ha movido a escribir este texto, más allá de que él fuese así (que según todos, hasta sus enemigos lo reconocen, lo fue), porque esa es la forma de entender la política y el servicio público, la forma que deberían respetar todos y cada uno de los políticos y servidores públicos con algún tipo de poder.

Por desgracia algunos, al recibir su “gorra”, se olvidan de estas premisas, la del servicio a la comunidad sin esperar nada a cambio, porque parece ser que se creen con el derecho a recibir prebendas, cada uno con sus peregrinas explicaciones que no hacen más que revolver más y más el estómago de aquellos que sí entendemos el servicio público como lo que es, un servicio a los demás y un escrupuloso respeto a las Instituciones a las que se sirve.

Y si mal está que aquellos con “gorra” se salten dicha planificación, igualmente sangrante es el caso de los que los “invitan” a saltarse los plazos establecidos, supongo que la mayoría movidos por un servilismo hacia “el poder” mal entendido o con el fin de obtener un quid pro quo en un futuro no demasiado lejano.

Respecto a los políticos que se han vacunado antes de lo que le corresponde, les preguntaría que a qué han venido a la política; a los militares que lo han hecho les preguntaría si creen que ellos merecen más la vacuna que los sanitarios o los mayores que están encerrados en las habitaciones de sus residencias; a los empleados públicos que se han beneficiado de esta misma circunstancia les preguntaría si entienden el concepto de lealtad a su institución.

No me importa el partido político por el que están en sus sillones de mando, no me importan sus explicaciones, los motivos que se hayan inventado para justificarse. La visión de las consecuencias de tus actos es fundamental en la vida de todo aquel que cobre un sueldo público. Y cuando se aprovechan de su cargo para su beneficio particular, ya están tardando en recoger sus cosas y dedicarse a otra cosa porque está claro que entre sus prioridades no está el servicio público.

Y es que no estamos hablando de dinero, ni de conseguir una buena mesa en un restaurante de moda ni de que te inviten a actos a los que de otra forma no tendrías acceso. Estamos hablando de salud, de la salud de los que en más riesgo están.

Lo peor de todo esto es que nuestra capacidad para sorprendernos nos la hemos dejado por el camino, tan acostumbrados ya a tantas y tantas faltas de respeto a los ciudadanos.

Pero es que esto ha sido de lo más chabacano que puedo recordar, porque se trata de la salud de nuestros mayores, de nuestros sanitarios, de los más vulnerables de nuestra sociedad.

Y, para terminar, una reflexión: estos hechos se han producido con el convencimiento “inducido” de que no habrá problemas de abastecimiento de vacunas. ¿Alguien se imagina qué ocurriría si tuviésemos la certeza de que no hay vacunas para todos?