A los gobernantes que con frecuencia se atribuyen una autoridad como propia olvidando que les ha sido otorgada, a pesar, y por no aceptar que esa autoridad es delegada y puede serle revocada se permiten imponer sus criterios con órdenes amenazantes y coacciones enmascaradas obligando a los ciudadanos a obedecerles, conscientes de que ese poder puede someterlos y perjudicarles. Esa idea es una ilusión moral porque nadie posee esa clase de autoridad política.

A los jóvenes:

¿Dónde están vuestras conciencias indignadas?  ¿Acaso necesitáis líderes que duran el tiempo que ocupan en su sillón? ¿Vosotros jóvenes vais a protestar contra algún abuso de poder, o es que acaso ignoráis los arreglos políticos y las cotidianas cobardías de la vida, donde se pesa el sino de los afortunados y de los desheredados, en claustros y pasillos de alfombras, que os vende como templos de la democracia?

¿No vais a protestar bajo el balcón, o reducto donde mensualmente muestra su rostro impasible e hipócrita ese personaje esquivo y autoritario que hace un uso desmesurado y partidista del poder que con vuestro asentimiento se ha arrogado, colocándose en ese sillón de madera forrado de terciopelado que utiliza como trono inaccesible? o ¿acaso vais a abuchear a aquellos que han luchado por conseguir durante su larga vida de trabajado honesto, la cómoda situación que os han legado?

A los jóvenes -y no tan jóvenes- de nuestro tiempo, durante la dictadura franquista, nos indignaban las injusticias que se cometían contra los más oprimidos, aquellos que silenciaron su voz ante el temor a ser aplastados, y hoy de nuevo  nos vemos obligados, a nuestra edad, a retomar la lucha ante el impasible e inconsciente comportamiento de vosotros, jóvenes que no olvidáis porque no conocisteis, pero ¿ no se enervan vuestras conciencias por creer que el bienestar  social de que hoy gozáis os ha sido otorgado por los gobernantes?.

No, no os equivoquéis, ese bienestar y paz conseguida con la conquista de derechos lo ha sido con mucho trabajo, sudor y sangre. Los que hemos vivido esa denigrante época histórica conocemos bien las causas que la originaron, -siempre las mismas- la consecución del poder con el que asegurarse el bienestar y tranquilidad aquellos que con falsas promesas doblegan la voluntad de un pueblo acomodaticio, ignorando que cuando doblan las campanas nos están advirtiendo que algo está sucediendo, que cuando algo se pierde se va también parte de todos y cada uno de nosotros. Nos esperéis a que cuando vengan a por vosotros ya no haya nadie que alce la voz en vuestro nombre y defensa.

Lo que está ocurriendo en nuestro entorno más próximo es indigno de un pueblo que lucha por la libertad, ajeno a las componendas, subterfugios y cuantos entresijos se cuecen y maquinan en esas sedes que deben ser los templos donde vive la democracia, esos lugares de puertas abiertas donde la causa común sea la única razón de su existencia, con voluntad única y unánime de mejorar la vida de todos y garantizar el ejercicio ecuánime y justo de los derechos conquistados durante años, derechos que hoy están poniendo en riesgo aquellos que con la mordaza más dura  pretenden acallar una vez más las bocas, no con la bota de un dictador, sino con la extorsión psicológica, castigando a los que se enardecen con el deseo de lo justo y dejan oír su voz ante las injusticias y arbitrariedades, y  premiando con la compra de su libertad aquellos sumisos que por temor a perder una parte, terminaran perdiéndolo todo. La libertad.

¡Está prohibido hablar!

Yo acuso en mi propio nombre y en el vuestro, despertando vuestra conciencia crítica. No existe aflicción más dolorosa para un ser humano que sufrir castigo por causa de su honradez y generosa lucha por los demás.

¡Protestad jóvenes ¡ahora que estáis a tiempo, informaros con actitud crítica ante los mensajes y propósitos engañosos de aquellos que pretenden hacer de vosotros un ejército de mentes muertas. Pensad en la gran labor que os espera, los mayores ya dejamos el resultado de nuestro esfuerzo apasionado que dio los frutos que hoy recogéis holgadamente, pero ese árbol hay que regarlo para que mantenga profundas y  firmes sus raíces, y bajo cuya sombra podáis disfrutar de un futuro cierto, pacífico, justo y solidario donde los comunes derechos primen sobre los particulares, y no se confundan ni haya que dilucidarlos entre buenos y malos en nuevas luchas fratricidas que tanto dolor sembraron en nuestra más reciente historia, pues los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo.

Cuidado con la nueva “moda indie” inoculando a los jóvenes que la dictadura franquista no fue tan mala ¡no tengáis que veros obligados a repetirla! Que no os confundan la libertad con la calidad de vida, sin libertad no hay vida posible.