Con distintos matices añadidos a través de la historia del pensamiento, la verdad siempre ha sido “la verdad”: La convicción interna que, conforme a la profunda conciencia de cada individuo, respecto de cualquier palabra hecho o acontecimiento se tenga, independientemente de lo que en relación de ello puedan tener los demás. En el devenir del pensamiento filosófico el concepto de verdad ha evolucionado con matices de carácter moral.

Etimológicamente la verdad es aquello que no está oculto, lo que se manifiesta claramente tal y como es en su ser. Este es un concepto de carácter materialista, equivalente en nuestro argot a “las cosas son como son”. Siendo una expresión simplista, reducida al ámbito de lo visible, la evolución social fue introduciendo conceptos o atributos enriquecedores siempre sosteniendo como fundamento el concepto de inefabilidad.

En el origen de nuestra cultura latina, el concepto de verdad derivó hacia la verdad de las palabras añadiendo un matiz subjetivo que implicaba un mayor compromiso por evolucionar de la materialidad a la idealidad. La verdad radicaba en aquellas palabras o compromisos que podían soportar con éxito su sometimiento a juicio. En el ámbito jurídico, se creó como garantía de verdad frente a cualquier acusación injuriosa o calumniosa, “la exceptio veritatis” para exculpar al acusador de posibles imputaciones injuriosas mediante el procedimiento de acreditación de sus afirmaciones.

Con un contenido más anímico, la filosofía semítica introduce el matiz de verdad como confianza en que un compromiso o acción se cumpla con solidez en el “amén” (que así sea), y en el mundo árabe se cualifica además con el valor de la amistad, con lo que desde el origen de su construcción, sobre un fundamento de sublimación, se ha ido enriqueciendo con matices humanistas y sociales que deben manifestarse al día de hoy como de mayor compromiso personal.

Escucho con estupor decir “esperemos la verdad final” en referencia al vergonzante caso de la falsificación de títulos universitarios, y uno tiene que recurrir a exprimir al máximo su poco conocimiento para buscarle una explicación, no ya al hecho, que tanto en su interpretación originaria de verdad material, con contenido moral y de confianza resulta ser una mentira por contrariar absolutamente a la verdad histórica, sino al criterio de verdad final.

Con tanta sofisticación y vulgarización del lenguaje se han creado conceptos de verdad, tales como “verdad indiciaria” que en nada es referente a verdad en sí, sino al hecho o acontecimiento que, por respeto a la legalidad de presunción de inocencia, nos atrevemos a calificar como verdad indiciaria. Nada puede ser verdad en relación a su significación si no se ha producido el hecho o acontecimiento que la justificaría ya que la verdad califica al acontecimiento y no el acontecimiento justifica la verdad.

Con similar finalidad nace recientemente en el lenguaje científico la llamada verdad virtual pretendiendo dualizar realidades creadas en el terreno de la técnica con conceptos filosóficos como es la verdad, perteneciente al ámbito de lo moral,

La verdad formal o jurídica, (la más perversa de todas) que nada tiene que ver con su adecuación a cualquier criterio histórico de verdad, y por ello pensar que será “La verdad final” la que pronuncien los tribunales de justicia a través de un proceso judicial construido sobre media verdades o verdades no creíbles en su totalidad, es una parodia representada en el acto de celebración de la vista, en cuyo acto judicial se crea la verdad formal; es decir, de lo construido hasta el momento nada es válido, sino solo aquello que se escenifica en el acto del juicio oral; por tanto nada tiene que ver la verdad material de los hechos ocurridos con la construcción de la verdad que nazca al final del juicio y se pronuncie en sentencia, tirando así por tierra toda la evolución histórica del concepto de verdad.

Nuestro país se está poniendo patas arriba y corre un grave riesgo como país/ nación cuando son tantos los remiendos que ya no queda hilo ni tela para coser. Es necesario hacer un traje nuevo con nuestra piel de toro aún a costa de que haya que recortas mangas, solapas, alzacuellos y arrancar algunas medallas que solo sirven para deslumbrar y no dejar ver la verdad, pues la verdad construida sobre una base de mentiras, esa “verdad final” es una verdad peligrosa por su contenido de inmoralidad, irresponsabilidad, injusticia y sobre todo porque mina los fundamentos de una sociedad sana.

Quizás más adecuado decir: “esperemos el final de esta mentira” construida sobre falacias de medias verdades. “Amén”.