Dicen que lo que no se nombra no existe. Unos versos de un poema de Elvira Sastre sirven para alertar de ello: «Somos mujeres. Miradnos. Decidimos cambiar la dirección del puño porque nosotras no nos defendemos: nosotras luchamos. Miradnos. Nunca olvidéis que el universo y la luz salen de nuestras piernas. Porque un mundo sin mujeres no es más que un mundo vacío y a oscuras». Un poema que ocupa un lugar central en el IES Antonio María Calero y que recuerda la lucha de las mujeres por dejar, entre otras cosas, de ser invisibilizadas. A ese poema acompaña una exposición de mujeres de la historia, un rincón señalando la violencia de género y la violencia vicaria y desde el pasado viernes un callejero violeta que cumple un doble objetivo: visibilizar la historia de mujeres de la comarca de Los Pedroches y corregir los errores del callejero real. Porque mientras en las calles de nuestros pueblos el espacio de reconocimiento a las mujeres es muy bajo, desde las aulas se trabaja para que ellas tengan esos espacios. 

En una ciudad paralela, constituida de aulas, pasillos, patios y pabellones, han quedado inscritos en placas violetas el nombre de once mujeres de la comarca de Los Pedroches y, con ellas, se han puesto en valor sus historias. Se ha conseguido a través de un proyecto que ha sido un viaje de ida y vuelta, de aprendizaje compartido y de relación entre generaciones. «Pensamos en buscar nombres de mujeres relevantes, queríamos acercarlo a nuestro contexto y nos parecía interesante que fueran de la comarca para que el alumnado tenga referentes femeninos», explican la coordinadora de Igualdad, Lourdes Seva, y Manuel Vacas, profesor de Historia. «El alumnado ha disfrutado porque ha tomado contacto con una generación que ha luchado mucho y que ha conseguido muchas cosas», apuntan los profesores. La parte más emocionante del proyecto fue ese encuentro porque fueron las propias mujeres homenajeadas, en algunos casos sus familiares, las que descubrieron sus respectivas placas. Antes, escucharon atentamente las pequeñas investigaciones realizadas sobre su historia personal y profesional. 

El callejero violeta del centro educativo pozoalbense da cobijo a la escritora Juana Castro Muñoz; la cantante María José Llergo; la atleta noriega Carmen Romero Gómez; la ganadera Pilar Gómez Fernández; la bióloga Anuncia Carpio Dueñas; la investigadora Isabel de Torres Ramírez; la empresaria Luciana López Cabello; las artistas Catalina y Dori Calero García; y la directora de arte María Pulido Aguza; y Concepción García Casado, maestra durante la República  que fue asesinada por «su alto grado de cultura y porque hacía propaganda de izquierdas», según leyó la historia Carmen Jiménez Aguilera. Mujeres con sus dos apellidos, un detalle que no es producto del azar. Mujeres, o sus familiares, que agradecieron el reconocimiento, que mostraron su emoción y que reivindicaron la necesidad de visibilizar. Las historias de todas ellas, merecen ser contadas. 

Antes de hacer el recorrido por esas calles ficticias, se pudo ver la implicación de un alumnado que da sentido a un proyecto que bien podría mostrar el camino a administraciones públicas encargadas de rotular nuestras calles. Un proyecto, que al mismo tiempo, reivindica una igualdad que hay que enseñar y trabajar día a día porque «se ven retrocesos, vemos como calan mensajes machistas», explican los profesores que siente la «impotencia» de luchar contra un gigante imbatible como son las redes sociales y de las que proceden muchos de esos mensajes. Hay otros factores, pero ese pesa. Frente a eso queda la educación como la herramienta más potente a través de proyectos que unen y crean espacios de igualdad. 

«Hablaba aquella niña con los árboles / camino del colegio, su secreto compartía con olmos y rosales / Era un hilo de luz / Una brinza venida de otros mundos / la memoria de savia sagrada». Esos versos de Juana Castro, leídos por su sobrina, resonaron en un salón de actos desde el que partió la ruta hacia el callejero de la igualdad.