Lleva quince años trabajando en la Cadena SER y ahora lo hace cubriendo la información de cine y series para El Cine en la SER junto a Pepa Blanes. Recorre los festivales nacionales e internacionales, así como las principales entregas de premios como Los Goya o los Feroz. El villaduqueño José Manuel Romero Cabrera llegó como becario y ahora su nombre resuena en la industria, aunque vive alejado de ese protagonismo que entiende que no va unido al propio periodismo, un trabajo «muy de conciencia». El pasado viernes presentó ‘Leves certezas’ de Victoria López Mata -en la Villanueva del Duque natal de ambos- y aprovechamos la ocasión para charlar con él sobre cine y periodismo.
Pregunta: ¿Qué te llevó a estudiar periodismo?
Respuesta: Siempre me había gustado, siempre había tenido una inquietud; no tanto por escribir, pero sí por el mundo del periodismo, la prensa y la información. Luego decidí hacer el doble grado con Comunicación Audiovisual porque en ese momento parecía tener más salidas profesionales, y además el cine siempre me ha gustado mucho. Lo estudié en Getafe y me fui con una beca; sin ella, habría sido imposible vivir en Madrid. De hecho, viví en Getafe los cinco años de carrera y así pude hacerlo. Y luego, en tercero, ya entré en la Cadena SER.
P: La llegada a la Ser fue entonces muy rápida.
R: Entré en tercero como becario. Cuando terminé las prácticas en agosto, me quedé. En aquella época se renovaba mucho a los becarios, con condiciones muy precarias. Y ya no me he ido, sigo ahí quince años después.
P: Eres un afortunado en ese sentido.
R: Sí, sí. Recuerdo que entré en 2010, cuando España ganó el Mundial de fútbol. No era una buena época porque era post-crisis, los medios no estaban bien, había muchos ERE, despidos… Fue una etapa complicada. Lo bueno es que yo, en lugar de entrar en radio, entré en digital, en la web. Y me gustó, porque era lo que quería. Nunca había tenido intención de dedicarme a la radio, ni de que se me escuchara ni nada de eso. Entré en digital y ahí aprendí muchísimo porque, claro, haces de todo: nacional, internacional, lo que toque.
P: ¿Y cuándo irrumpe el cine?
R: El cine llegó mucho después. Durante los primeros años estuve solo en digital, en una mesa de última hora y edición. Ahí me curtí mucho. Luego surgió un programa de cine, La Script, con María Guerra y Pepa Blanes, donde empecé a colaborar haciendo la sección de series de televisión, justo en el boom de las series. Era como el tercero en discordia, haciendo colaboraciones en la radio. Y el cine llegó en 2019 porque una compañera, María, se fue de la radio. Entonces ascendimos todos y yo pasé a ser el segundo del programa de cine, con dedicación exclusiva a este ámbito.
P: ¿Y echas de menos la parte más de última hora, del digital?
R: No, no la echo de menos. Es cierto que tenía una parte muy buena que me curtió en actualidad, en tener ese nervio cuando ocurre algo y saber reaccionar con cabeza fría. Al final te tocan muchas cosas cuando eres muy joven. Recuerdo que me tocó la muerte de Hugo Chávez, la guerra en Libia, la primavera árabe… Todas estas cosas te van formando. Tienes que ver quién lo confirma, cuál es la fuente; algo que ahora me parece más complicado por la irrupción de las redes sociales. Todo eso me sirvió para hacer mi trabajo actual.
Pero ahora es un placer poder especializarme poco a poco en algo, ver que cada año sabes más de cine, que tienes más interés, que conoces la industria, el mundillo, que ya tienes tus propias fuentes, que te conocen… Eso está muy bien. Y el cine es divertido, es cultura, y a mí siempre me ha gustado mucho leer, la cultura y el cine.
P: Todo ese proceso lo vives en la Cadena SER, ¿cómo es trabajar en una empresa de comunicación de referencia?
R: Está muy bien, pero luego quitas el mito, ese aura. Es como el cine: en la primera entrevista vas nervioso, pero me da igual que sea de cine o del Ayuntamiento de Añora. Cuando empiezas a hacer la entrevista entiendes que ese es tu trabajo y que forma parte de tu rutina. La Cadena SER es enorme, es una responsabilidad, pero tiene algo muy bueno: los equipos son muy familiares, la gente siempre te echa una mano, puedes aprender. Creo que hay algo que funciona muy bien, que es el intercambio generacional. Si tú te dejas y la gente mayor también, ellos aprenden quizá la rapidez en redes sociales que tenemos los más jóvenes, y nosotros aprendemos de su bagaje y de su experiencia.
Claro que es un orgullo, sin ser corporativista. Es una empresa y yo trabajo para ella, y estoy contento. Pero sí que he tenido la suerte de trabajar cerca de alguien como Ángels Barceló, que para mí siempre ha sido un referente. Trabajé mucho a su lado cuando estaba en Hora 25, y además me llevo muy bien con ella. Tener cerca a alguien que admiras es un honor.
P: Me decías que nunca habías aspirado a que se te conociera en la radio, pero ahora tu trabajo es radiofónico.
R: Sí, sí, totalmente. Y me ha costado porque, eso siempre lo digo, hay mucho clasismo con el acento. Están acostumbrados a un acento muy capitalino o muy catalán, que es un acento muy bien vocalizado. No es que nosotros no vocalicemos bien, pero tenemos otro tipo de entonación al hablar. Se nos entiende perfectamente, igual que a Radio Sevilla los sevillanos, pero sí que el acento puede ser un estigma en algunos casos, y eso a veces pesa. Yo me he ido desentendiendo de eso con naturalidad porque creo que es más importante el contenido que el acento. Y luego es cierto que vivimos una época tan multimedia que yo hago radio, pero también la página web, reportajes en la web, llevo las redes sociales del programa de cine, edito, subtitulo vídeos… Al final acabas siendo un poco todoterreno.
P: Ahora además de escuchar la radio, se ve mucha radio, aunque parezca paradójico. ¿Ha perdido frescura por este hecho?
R: Es una muy buena pregunta porque siempre está presente en el ambiente. Creo que depende mucho de la relación que cada persona tenga con la radio. En mi caso, nunca fui especialmente fan desde joven; solo escuchaba deportes por la noche con mi padre, El Larguero en esas noches de verano. No la tengo mitificada. Yo soy más de escuchar la radio sin verla, pero por costumbre: me levanto por la mañana y es lo primero que pongo, porque me he acostumbrado a las noticias y a ir siempre con auriculares. Entiendo que la combinación funciona bien para quien quiera verla, y que hay contenidos que tienen más repercusión en vídeo.
Vivimos en una sociedad en la que la imagen es muy potente. Hay muchos debates en torno a eso porque, por ejemplo, al final tú le das gratis todo ese contenido a las redes sociales: grabas un vídeo y lo regalas. En nuestro caso, por ejemplo, el equipo es muy pequeño: somos mi jefa Pepa y yo. Eso nos da muchísima libertad; no somos un equipo de un gran programa de radio, sino de un programa cultural sobre cine. Y eso nos permite hacer cosas que en vídeo nos funcionan muy bien, nos han dado a conocer. El vídeo tiene esa ventaja: es una puerta de entrada a la radio, puede ser un gancho para que la gente venga a escuchar. Pero yo estoy centrado en la radio: preocupado por el sonido, metido en la conversación.
P: Qué bien eso de conversar, me supongo que el cine te ofrece esa posibilidad constantemente, algo que no siempre se da en otras áreas del periodismo.
R: Sí, hay mucha conversación y mucho debate. Nos peleamos bastante porque a algunos nos gusta una película y a otros no. Pero nuestra posición no debería limitarse a “me gusta” o “no me gusta”, sino aportar algo más: justificar por qué. Y ahí entra el proceso de pensarla, repensarla, incluso verla dos veces. A veces dices: “Esto no me convence”, “Esto no encaja”, y entonces discutes, conversas. Creo que eso es muy nutritivo. Tradicionalmente, la cultura en los medios se ha asociado a “la nota de color”, siempre al final del informativo, como un adorno. Pero la cultura no es solo eso. Hay días en los que sí, pero hay otros en los que una noticia cultural podría abrir un telediario. Al final, la cultura crea pensamiento, crea debate. Y vivimos en una época en la que no hay mucha gente permeable a la escucha y a la conversación. Creo que, si tienes la voluntad de escuchar otras opiniones, de debatir argumentos a través de la cultura y del cine, eso es muy enriquecedor. Puede que no cambies de opinión, pero aprendes en el camino. Y el cine tiene esa virtud: nos da temas para debatir, para repensar películas. Además, creo que en estos años ha cambiado mucho la forma en la que miramos el cine.
P: ¿Cómo miras las películas, te pones en el papel del que la hace o simplemente la ves y lo que te provoque?
R: Es complicado. Vas analizando más o menos lo que estás viendo, pero es difícil explicarlo porque una película tiene tantos elementos sobre los que hablar. Por ejemplo, el guion puede ser bueno, pero tal vez el montaje no funciona, o la historia no está bien contada. Los actores pueden estar bien en algunos momentos y no tanto en otros. La música puede servir para enfatizar o para ser simplemente parte de la atmósfera. Vas analizando muchos elementos en tu cabeza mientras la ves, aunque luego es difícil plasmarlo. Yo siempre tomo notas cuando veo películas porque si no, muchas cosas se me olvidan. Veo tantas películas que a veces son tres en un día. Cuando dedicas seis horas a ver películas en un día, como suele pasar en festivales, es complicado. Luego tienes que ordenar un poco qué quiso decir el autor, cómo lo dice y qué está diciendo. Creo que toda obra tiene un contenido, una intención, una dimensión política o social, habla de nuestro tiempo. Y el cine es una de las artes que más refleja nuestro tiempo. Aunque te cuenten algo de 1950, siempre suele ser un espejo del presente.
P: Esta especialización en el cine te permite viajar, conocer festivales, ¿hay tanto glamour como parece?
R: Bueno, si le quitas el glamour, porque terminas trabajando catorce horas al día. La gente suele pensar: «Vas a un festival, qué guay», pero no solemos ni pisar la alfombra roja en los festivales. En Los Goyas sí que se hace la alfombra roja, pero yo no la piso, la veo desde afuera, todo ese glamour y tal. Pero la realidad es que a las 8:30 de la mañana ya estás viendo la primera película, y la última puede ser a las once de la noche, así que estás todo el día pendiente de generar contenido e información sobre las películas, no de la alfombra roja. Sí es cierto que detrás de ese glamour hay mucho postureo y vacío. Incluso para los actores es contradictorio. Por ejemplo, este año en Los Goyas todo era un poco extraño. Haces preguntas banales en la alfombra roja, y luego alguien con una chapa de Palestina llega y le preguntas sobre el genocidio en Palestina. Estás en directo durante dos horas haciendo vídeo para la radio, y piensas: “Qué locura vivimos”. Pasas de una pregunta ligera y graciosa con un actor con quien tienes cierta relación, a hablar de un tema tan serio como el genocidio en Palestina. Tiene ese aire de cartón piedra en algunos momentos.
P: Me supongo que es importante que te vayas haciendo un hombre en la industria, que la gente del sector tenga en cuenta tu opinión.
R: No soy muy ambicioso en ese sentido, porque me gusta mantener un poco la distancia. A veces digo que soy mal periodista porque no me gustan mucho las relaciones públicas; me cansan un poco. No soy muy bueno para eso. A veces nos invitan a fiestas y la verdad, qué pereza, no voy. ¿Por qué no? Porque socializar en torno al trabajo, cuando ya trabajamos tantas horas al día, a veces no me apetece.
Es verdad que cuando hay gente que te saluda y sabe tu nombre, o mantiene una relación, está bien. Yo tampoco estoy en un primerísimo nivel. Cuando tienes una relación cercana, bien, pero tampoco me gusta tener confianza excesiva, porque la industria española es muy pequeña, haces críticas de películas y luego le haces una entrevista a esa misma persona, entonces es complicado. No es que eso condicione mi opinión, pero las palabras son nuestra herramienta de trabajo y puedes jugar un poco a matizar o suavizar cosas si sabes que luego vas a trabajar con esa persona o de otra manera. También habla un poco de la precariedad del periodismo, porque ya no hay críticos puros más allá de Boyero y poco más. Esa libertad al final tampoco la tienes del todo. Si tengo que ir a una rueda de prensa, hacer la crítica y la entrevista, necesito una red de contactos. No es lo mismo que ver tu película, escribir 500 palabras y no tener relación con nadie. Creo que eso también es interesante a nivel de la industria del periodismo.
P: Y de Madrid, donde vives, a Villanueva del Duque para presentar a Victoria López Mata.
R: Victoria es amiga mía de la infancia. Siempre nos hemos llevado muy bien y es verdad que toda la juventud y la adolescencia en el instituto en Pozoblanco la pasamos muchas partes juntos. Y luego en Madrid siempre hemos tenido contacto, me hizo mucha ilusión porque además presentamos el libro en Madrid y fue muy bonito. El libro a mí me interpela en muchos sentidos. Me identifico con muchas de sus vivencias y experiencias, con esta contradicción de vivir en Madrid porque supuestamente es el lugar donde te estás desarrollando y estás trabajando, pero también a veces rechazar ese modo de vida, la hostilidad de esa ciudad, de las condiciones, ¿no? Yo no romantizo el pueblo, porque mi padre ordeña vacas, es ganadero, y mi madre es ama de casa y trabajó mucho para pagarme los estudios. Sé lo que es el campo y no idealizo venir al pueblo, pero sí que vengo mucho porque me gusta. Por ejemplo, ahora llevo ya 15 días de vacaciones aquí, y en muchos años suelo venir casi un mes en agosto. Me gusta porque disfruto de mi bici, del campo, de ir con mi padre a cuidar las ovejas. Me gusta estar en contacto con la gente; creo que eso tiene que ver también con el periodismo, como escuchar historias, ¿sabes? Me interesa que mi abuelo me cuente relatos antiguos, que eso no se pierda. Creo que en el pueblo siempre hay muchísimas historias.
P: Estás es una situación digamos privilegiada porque te dedicas a lo que siempre has querido y lo haces en una empresa importante. Teniendo en cuenta ese contexto, ¿recomendarías estudiar periodismo?
R: Me cuesta mucho trabajo responder eso, la verdad, y me da un poco de apuro. Yo he tenido mucha suerte, pero también he aguantado mucho, ¿sabes? Tuve dos años de becario cobrando muy poco, ni siquiera me daba para un piso en Madrid, así que fue complicado. Nadie se hace rico con el periodismo, salvo algunas personas que ya vienen con contactos. Tampoco me gusta mucho eso del “periodista estrella”. Creo que el periodista siempre debe estar en segundo plano, y eso también me genera muchas contradicciones. No entiendo mucho la fama y el periodismo. No me gustaría ser famoso porque creo que no va con mi trabajo.
Por eso no me siento cómodo recomendándolo. Además, veo a nuevas generaciones —yo enseño a becarios— que ni siquiera han abierto un periódico en su vida, que no escuchan la SER, que se informan por TikTok, lo cual me parece genial si hay criterio, si buscas fuentes fiables. Pero ahora todo es como una indigestión de vídeos y crees que estás informado. Vivimos una época extraña en la que la gente solo quiere reafirmar su opinión, hay poco interés por leer o contrastar, y esta sobreabundancia crea burbujas. Creo que muchos periodistas jóvenes aspiran más a ser famosos o creadores de contenido que a ejercer un periodismo serio. Eso fomenta la burbuja del éxito rápido. Seguramente los periodistas más veteranos te dirán que no te haces rico siendo periodista, que se lleva una vida normal, que cobras más o menos como cualquier otro trabajador en la ciudad, incluso a veces menos que un albañil, si comparas poder adquisitivo entre pueblo y ciudad. Me resulta complicado recomendar estudiar periodismo porque es duro. No es tan duro como trabajar en el campo, pero quizás no satisface tus expectativas de vida. Es un trabajo muy de conciencia, siempre estás en un constante diálogo contigo mismo y con tus principios.
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