Un domingo matinal de lluvia y frío, paseando por los arrabales de nuestro pueblo, Pozoblanco, me vuelve a llamar la atención, en esta ocasión de forma significativa, como revelación al apóstol de los gentiles, camino de Santiago,: «Residencia Pública ya», «Terrenos para la residencia pública».

Por azar del destino o causa providencial me cruzo con el hijo de un amigo de la niñez: ¿Cómo está tu padre? En la residencia de Pedroche, muy malito, me responde. Miro hacia los carteles de providencia y me surge la necesidad de volver del paseo para descargar mi conciencia, no culpable del dolor ajeno causado por la indecencia de un sujeto al que han designado alcalde de nuestra ciudad.

Me viene al recuerdo la niñez de su padre, como la de tantas personas de la época, casi todas personas humildes trabajando sin descanso desde los diez o doce añitos, a veces por solo la comida, sufriendo fatigas incontables, necesidades de todas clases, luchando denodadamente por conseguir un futuro mejor para sus hijos. Y éstos, nosotros, en agrio agradecimiento permitimos que los confinen en un reducto de cristiana humanidad llamado “El Salvador”, la residencia del digno pueblo que dio nombre y origen a nuestra comarca, residencia de eméritos tarugos, dignos soldados del progreso social, que ven la última luz de su vida, como el profeta Moisés condenado en el monte Nebo  a no volver a la tierra prometida.

Tarugos condenados al olvido a quienes ni tan siquiera el reconocimiento público, sino relegados cuán leprosos por un pueblo que se manifiesta públicamente «mariano».

¿Dónde está la conciencia y el amor fraterno de todas aquellas personas que plegan a Dios por sus hermanos, y se olvidan de sus mayores?  ¿Esperáis acaso que la Virgen de Luna, alcaldesa perpetua de nuestro pueblo, construya la residencia prometida por el alcalde temporal Santiago Cabello? Los ciudadanos tenemos la obligación legal de reclamar y el derecho moral a exigir en nombre de nuestros mayores, dando muestra de ciudadanos respetables  comprometidos con una sociedad mejor, y no permitir que personajes indignos, mentirosos, egoístas, torpes y mediocres aprovechen sus privilegios temporales para hacer uso indebido de sus atribuciones, incumpliendo las promesas que le llevaron a la dignidad de regir un pueblo.

Mi amigo Benito, como tantas otras personas «tarugas» se ven confinados en un digno pueblecito que no brilla tanto como la Emérita Augusta del imperio romano pero, como aquel,  cumple la digna función de recoger a esos guerreros y guerreras que lucharon por sobrevivir en unos momentos históricos muy desgraciados, para sacar a España de la miseria en que vivía aún en la segunda mitad del siglo XX, y hoy confinados por la irresponsabilidad de «nuestro alcalde», Santiago Cabello, que se permite decir públicamente que el Ayuntamiento está saneado, con unos remanentes de créditos superior a los ocho millones de euros y que bien les permitiría embarcarse en una inversión plurianual para la construcción de la prometida residencia pública de mayores. Emulando a los portavoces de la oposición municipal: Un Ayuntamiento sin endeudamiento, es un Ayuntamiento sin posibilidad de progreso.

El balance presupuestario, en términos económicos, no se corresponde con el balance de la gestión pública, algo que debe saber el más ignorante. Con esa concepción de lo público, debería haber seguido dedicado a la actividad profesional de la que proviene, y a la que a buen seguro no volverá, y así evitar, entre otros males, el dolor que está causando a esas familias humildes que ven como sus mayores no pueden morir en el lecho donde secaron su sudor y descansaron todos los días de su azarosa su vida.