A pesar de que salí muy contento el pasado miércoles 17 de septiembre de la concentración que pedía el fin del genocidio en Palestina por la gran afluencia de personas de todo ámbito, condición e ideología, eché en falta más gente joven. Acaso porque, por su juventud, ven el conflicto lejano y alejado de sus intereses e inquietudes diarias. Quizá porque desconocen, al igual que la mayoría de la población, que Pozoblanco fue un lugar muy parecido a la franja de Gaza  durante casi tres años, de 1936 a 1939.

Nuestra ciudad sufrió un total de 111 bombardeos, 110 de ellos por parte de la aviación rebelde comandada por el general, dictador y genocida Francisco Franco. Bombardeos en los que participaban activamente la aviación y pilotos nazi fascistas de Alemania e Italia, con sus Junkers, Heinkels (los denominados “pavas” que tanto terror sembraron entre nuestros abuelos), Savoias o Fiats, de funesto recuerdo para los pozoalbenses y personas de otras localidades que se hacinaban en nuestra población y en otras de Los Pedroches huyendo del terror fascista de las tropas de ese asesino sin escrúpulos que fue Queipo de Llano.

Al igual que en la actualidad en Gaza sufren la escasez de alimentos y la muerte diaria de niños, mujeres y ancianos bajo las bombas sionistas, en Pozoblanco caían por cientos las bombas fascistas, destruyendo edificios, matando, descuartizando y mutilando a la población civil, que no era un daño colateral, sino objetivo principal de la aviación rebelde. Igual que en Gaza.

Pero como en Gaza, y en Palestina en general, en Pozoblanco había periodistas que se jugaron la vida por dar a conocer los desmanes de la aviación y del ejército franquista y que vivieron, en primera persona, el horror de los bombardeos y el pánico de los niños, mujeres y ancianos, los únicos que prácticamente quedaban en el pueblo, corriendo hacia los refugios construidos para evitar las bombas que caían, inclementes, un día sí y otro también.

“Aparecieron sobre Pozoblanco seis aparatos “Savoia 81”, acompañados de ocho cazas que volaban a gran altura. Los bombarderos se desplegaron por el casco urbano y comenzaron a lanzar bombas y más bombas. Por espacio de más de media hora estuvieron entregados a su criminal labor. La serenidad del vecindario, ya habituado a estos incalificables ataques, evitó que el número de muertos alcanzara una cifra muy subida. Poco después de marcharse los primero “pajarracos”, aparecieron dos trimotores ‘Junker’, que completaron la “hazaña” de los anteriores. El total de bombas lanzadas se aproxima al centenar, lo que da una idea de la salvajada del ataque. (…) El número de muertos ha sido el de ocho –tres mujeres, una de ellas embarazada y cinco hombres- y el de heridos el de 30. Los edificios destruidos han sido 35, con lo que la villa ha quedado totalmente en escombros…”.

Es el corresponsal del periódico Solidaridad Obrera, órgano de expresión de la CNT, Francisco Caramés,quien narra, en primera persona, el bombardeo sobre Pozoblanco el 23 de diciembre de 1938.

Al igual que Gaza, Pozoblanco había quedado reducido a un montón de escombros a finales de 1938, pero, del mismo modo que Gaza y Palestina, resistían. Las imágenes de la franja gazatí y su población sobreviviendo como puede entre los escombros, no se aleja de la población pozoalbense en aquellos años. Nuevamente seguimos la crónica de Caramés: “Pozoblanco es un montón de piedras, hierros retorcidos y paredes a punto de derrumbarse. (…) Apenas quedan en pie unos pocos edificios de la laboriosa villa que era capital del Valle de Los Pedroches. Una calle, la calle La Feria, por ejemplo, que antes tenía unos 160 edificios blancos y  llenos de animación, no tiene en la actualidad más de media docena que puedan ser habitados. El que no ha sido totalmente arrasado está a punto de venirse al suelo o  seriamente removido en sus cimientos…”.

Para que esto no vuelva a ocurrir y que diariamente no sigan las bombas desmembrando niños, mujeres y ancianos en Gaza, en Ucrania, en Sudán, en Yemen o en cualquier parte del mundo, debemos movilizarnos. Cada uno desde su puesto de trabajo o de estudio. Se nos está muriendo, por la lógica de la edad, la generación que vivió nuestra Guerra Civil y postguerra. Preguntemos a  nuestros mayores antes de que se vayan definitivamente. Ellos saben, o de primera mano o porque se lo contaron sus padres y madres, lo que es soportar día tras día los bombardeos de la aviación, los gritos, los derrumbes, la sangre, el miedo, que no distinguen a niños de mayores, ni a blancos de rojos. Como en Palestina, como en Gaza.

Nos creemos a salvo de esas imágenes que vemos tan lejanas en televisión y en las redes sociales. Y me temo que no es así. Una ola reaccionaria recorre todo el mundo y nuestro país, España, no es ajena a ello. Todo puede empeorar, o no. Porque tampoco hay que renunciar a la esperanza, porque Pozoblanco lo fue y Gaza y toda Palestina pueden ser liberadas. El poeta Pedro Garfias, presente en la batalla de Pozoblanco, dejó el que para mí es el mejor poema que se ha dedicado a nuestro pueblo, Liberación de Pozoblanco. Una de sus estrofas  dice:

¡Ay Pozoblanco del alma!

¡Cómo quiero tu escombros

y tu pecho desgarrado

y tus cuatro miembros rotos!

Del montón de tus ruinas

Salió el pueblo victorioso.

muerte y vida se fundieron

en tu cuerpo blanco y rojo.

Quiero creer que tal y como Pozoblanco fue liberado -momentáneamente eso sí- del yugo fascista, Gaza y Palestina pueden hacerlo de las hordas sionistas. Porque yo, como tantos otros y cada vez más creemos que ¡Desde el río y hasta el mar, Palestina vencerá!