Quizás o quizá, aunque a mí me gusta más la primera, es lo más parecido que hay al ojalá y al subjuntivo. Quizás es la posibilidad de que algo pueda o no ocurrir. Es lo que va en contra de la certeza. Y eso es, al fin, lo que hemos hecho aquí los últimos cinco años: emocionarnos ante lo que puede o pudo ocurrir y plantear más preguntas que respuestas. Lecciones, ningunas; pero, si quieres un consejo, desconfía de quien lo tenga todo demasiado claro.
Quizás es intentar descubrir qué es vivir y cómo se ha de vivir para aprovechar la vida, que es de lo que va esto; y con quién hacerlo, ojo: quizás la última vez que te dejaron por otra no fueron malas noticias. No fueron malas noticias. Y esa es la cosa del ojalá, del quizás y del subjuntivo: suspiramos demasiado tiempo por lo que pudo ser sin darnos cuenta de que lo que no ocurrió tras ese quizás, tras esa posibilidad, abrió una realidad nueva que construir. Hay que vivir disfrutando de las posibilidades, de lo que quizás pueda ocurrir y de lo que no.
En esto del quizás hay otra cosa muy presente en todos estos domingos que nos han traído hasta aquí: el pasado, los recuerdos y la nostalgia bien llevada. Porque lo que ocurrió y cómo lo recordamos quizás no tienen por qué coincidir. Quizás las tardes de verano, achicharradas al sol de julio, tirados en las calles del pueblo, no eran tan idílicas; y sobrevivir dentro de la manada de tu adolescencia, que es lo que hacen los adolescentes, era más complicado de lo que pudiera parecer. Sin embargo, el recuerdo que el río de la memoria ha traído a la orilla en la que estás hoy es mucho más agradable; quizás porque, cuando te haces mayor, la jungla se hace más peligrosa y la mirada que tienes hoy de la juventud lo hace ver todo más sencillo y amable. Y es normal, y no está mal: recordarte feliz te hace feliz.
Pero quizás también es mirar hacia delante, hacia lo bueno que quizás está por venir. Quizás este 2026 sea tu año y dejes de fumar (si yo lo hice, tú puedes) y, después del carnaval, sigas en el gimnasio y te des cuenta de que la primavera, que quizás se adelante, hará florecer el rosal y en Semana Santa por fin te salgan bien las torrijas de la abuela. Quizás este verano el viaje que aún no estás planeando salga perfecto y quizás decidas no publicarlo en Instagram (o sí, porque nunca lo haces). Ya veremos. Y quizás las próximas Navidades no falte nadie a la mesa, o quizás, si ya falta, lo recuerdes con la felicidad que te hacía sentir.
Mi deseo para este 2026 es que el lustro que empieza, y que deja atrás el primer cuarto del siglo XXI, no sea tan oscuro como lo pintan y levantemos la cabeza del teléfono para observar, de manera clara y distinta, el milagro de la vida todos los días.
El título de esta última columna de Recto y Verso lo he copiado, traducido del inglés, Definitely Maybe, el disco con el que en 1994 debutó una de mis bandas favoritas: Oasis. Cuando salió aquel disco yo estaba a punto de cumplir diez años, y tardé seis más en descubrirlo. Y, claro: lo que descubres con dieciséis… pues qué te voy a contar que tú no sepas. Aunque lo que yo no sabía es que ese disco me iba a acompañar tantos días, tantas tardes y noches de sábado, mientras escribía esta columna. El disco tiene dos temas míticos de la banda, como Supersonic o Live Forever (vivir para siempre). Y, claro, dónde se puede vivir para siempre, pues en la memoria: en recordarnos cuando uno era feliz que es como yo quiero recordar esta etapa.
Estos cinco años han sido un viaje impresionante para mí. Nunca imaginé que esto iba a ser tan bonito ni que iba a llegar a emocionar a tanta gente. Ha sido un verdadero placer y quiero daros las gracias a todos y todas los que me habéis acompañado. Y sí, algo saco en claro de todo esto: que en esta vida, y en nuestro paso por ella, todo es, al fin y definitivamente, quizás.
Miguel Ángel Pérez Pimentel
28 de diciembre de 2025, día de los inocentes.
Hinojosa del Duque




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