Hace unos días escuché en la radio que Manolo García y Quimi Portet, lo que fue El último de fila, vuelven a unirse para dar conciertos. Igual que volvió Oasis el año pasado, que puede ser mi grupo extranjero de gente que está viva favorito. Igual que han vuelto los Renault 5. Probablemente fue el día que escuché lo del Último de la fila cuando me crucé con uno de esos preciosos y nuevos y futuristas Renault 5 eléctricos. Y me transportó a mi infancia. Y al R5 de mi amigo Ángel y de Mª Carmen llegando al campo para comer arroz con liebre junto a mis padres en fin de semana. Es curioso esto: un coche que te recuerda al pasado y que es extraordinariamente futurista por el hecho de parecerse tanto a un coche de hace 30 o 40 años y hoy sigue siendo tan futurista como aquello que nos imaginábamos en los ´90. No sé qué ha pasado aquí.

Sí que lo sé y se lo oí al chileno Federico Sánchez: “en algún momento cambiamos nuestra manera de habitar el tiempo”. Esto es: el presente duraba más y, por ejemplo, las estéticas que cambiaban década a década y que evolucionaban hacia la modernidad eran movimientos culturales firmes que perduraban en su tiempo y lo definían. De los coches a la ropa o la arquitectura o la simple decoración de las casas: no hay mueble más moderno hoy que el estilo de la vanguardia de la Bauhaus de hace 100 años o la baldosa hidráulica tan popular a mediados del siglo XX en España. Había un sentido incluso en el contacto entre culturas y naciones cuya diferencia era mucho más marcada que ahora. Ahora todo es igual y en el mismo y aburrido color. Todo menos el R5 eléctrico, que es amarillo como los Seat León de los 2000; pero aquello era otra época ¿o no?

Esto de hoy no va sobre la nostalgia, sino que es justamente lo contrario y digo: hoy no vivimos el presente, que es efímero como la stories de Instagram, hoy vivimos mañana o pensando en mañana y en lo que haremos mañana y en lo que nos compraremos mañana y en el próximo aparato tecnológico que saldrá mañana, pero con aire retro; es decir, comprar las entradas para el último de la fila, un grupo de los 80, a año y medio vista.  Piénsalo o boicotéalo o asúmelo. Lo que tú quieras.

Y es claro, además, que tiene que ver con lo que decía más arriba: habitamos el tiempo de manera distinta. Puede que el desarrollo tecnológico y la velocidad que sufrimos en esta sociedad hipercapitalista e hipedigitalizada haya provocado que nos hayamos quedado sin presente y esto ocurre porque el futuro nos alcanzó. Hoy vivimos en el futuro que se atisbaba a finales de ´80 y principios de los ´90 al menos tecnológicamente y estéticamente y hasta laboralmente y, por ende, nos hemos quedado sin presente. Si nuestro presente es otro R5, no es presente, es el futuro de finales de los ´80 que nos ha alcanzado.

Además de todo esto entendemos que tenemos una vida que creemos hipermoderna por estar hiperconectada e hiperindividualizada e hiperexpuesta. Sinceramente, somos una sociedad en decadencia, en el estertor cultural y moral del futuro que nos planteábamos hace cuarenta años. Mira Gaza. No tenemos vergüenza. Por eso, creo, nos evadimos viviendo en este futuro hoy extraño y cuasi distópico que anunciaban los ´80 en películas como las de la saga Regreso al futuro. De hecho, de la segunda entrega de esta trilogía, la del aerodeslizador y las NIKE que se abrochaban robóticamente, nos queda un diálogo profético en el que Marty MC´Fly le pregunta a Dr Emmett Brown: “Un momento, Doc, de qué estás hablando. ¿Qué nos ocurre en el futuro?, ¿nos volvemos gilipollas, o algo perecido?”. Nos hemos vuelto gilipollas, Marty. Y nos hemos vuelto gilipollas porque nos hemos quedado sin presente y sobre todo porque no sabemos exactamente hacia donde vamos como sociedad porque estamos al final de algo, estamos en uno de esos momentos donde surgen los monstruos, y creo que por eso nos hemos quedado viviendo hoy, más cómodos, aunque agotados; en el futuro que planteaba 1980 porque el futuro era 1980.