- El partido acabó en una «batalla campal» entre jugadores de ambos equipos que ha llevado al técnico de los pozoalbenses, Manuel Acaíñas, a presentar su dimisión por la actitud de sus futbolistas
La violencia en el fútbol base sigue estando presente y muestra de ello son los hechos ocurridos el pasado viernes 5 de septiembre en el partido que midió al juvenil del Pozoblanco y el CD Juanín y Diego. Un choque amistoso, disputado en la localidad pozoalbense, que finalizó de una manera lamentable con jugadores de ambos equipos involucrados en una pelea que mostró un comportamiento que dicta mucho de los valores que intenta transmitir el deporte. Esa «batalla campal» ha tenido una inmediata consecuencia, la dimisión del técnico de los pozoalbenses, Manuel Acaíñas. El que fuera jugador del Pozoblanco ha explicado en una misiva la decisión tomada, que ya ha puesto en conocimiento del club.
El técnico hace pública una reflexión que comienza poniendo de relieve que «lo que sucedió en la Ciudad Deportiva no tiene que ocultarse» y tilda los hechos de «extremadamente graves». Su relato de los hechos es el siguiente: «Todo se torció casi al final del partido cuando dos jugadores, uno de cada equipo, comenzaron a pelearse. Acto seguido se produjo una batalla campal entre jugadores de ambos equipos y para ponerle «la guinda» dos padres del equipo rival se saltaron al campo y en lugar de apaciguar y separar, saltaron para agredir a jugadores de nuestro equipo». Después de esto, la misiva pone en valor la actitud del entrenador del equipo rival que se mostró, al igual que el propio Acaíñas, avergonzando por la actitud de sus jugadores.
Una vez planteados los hechos, Manuel Acaíñas incide en que «no todo vale en esta sociedad y para no ser cómplice una vez más, ni volver a tropezar en la misma piedra, diga basta». Y ese basta es un reproche de la actitud de los jugadores que fueron partícipes de la pelea -hubo futbolista que se mantuvieron al margen- por «la imagen proyectada hacia niños, padres, abuelos, amigos; por la actitud de algunos de mis jugadores después de la pelea -muy alejada de la autocrítica, la reflexión y el arrepentimiento-«. «Basta porque como responsable de veinticinco adolescentes qué explicación le doy a sus padres en caso de que hubiera ocurrido algo más grave; basta porque esto no es un hecho puntual, esto se va a repetir sistemáticamente cada domingo como así ocurre y a los antecedentes y hechos actuales me remito; basta porque como entrenador no voy a ser cómplice de que mi equipo se vuelva a comportar de esta manera. Soy dueño de mis actos, pero no de los de un grupo de adolescentes que piensan más en comportamientos incívicos que cívicos», prosigue.
En esta misma línea, Manuel Acaíñas se niega a ser partícipe de la imagen que, con estas actitudes, se proyecta del Pozoblanco como club y de Pozoblanco como ciudad y apela a unos valores personales que «son antagónicos a todo lo ocurrido ayer». Y es en la parte final donde señala dos cuestiones muy importantes y debatidas en los dos últimos años: la actitud de los padres y madres y la predisposición a potenciar valores contrarios al deporte.
Por último, Manuel Acaíñas presenta una renuncia como forma de «alzar la voz para que adolescentes, padres, clubes, federaciones y todos en general intentemos cambiar». Antes, asume este paso como una «derrota» porque «creía firmante que tenía que dar un paso al frente personalmente con esta generación de chavales que he visto nacer y era la última oportunidad que me quedaba para intentar ayudarles, guiarles, aconsejarles, exigirles y no lo he conseguido».
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