4 de octubre de 2016

Querida Luci:

Con el mes de septiembre, acabamos de vivir, un año más, eso que llaman la vuelta al cole y, con ella, hemos vuelto a ser zarandeados por todo el cargamento de tópicos (casi siempre de origen publicitario) que, hace ya algunos años, (como el Verbo) acamparon y pusieron su morada entre nosotros.

¡No te puede faltar…! ¡No olvides tu…! ¡Asegúrate de que llevas…!¡Para triunfar en la escuela es imprescindible…! Nos han convencido tan hábilmente y hemos consentido tan gustosos, que ya no es necesario ver la tele para seguir esas consignas. Las madres, (y los padres) las abuelas (y los abuelos) y los familiares y amigos y conocidos se encargan de actualizarlas permanentemente. Tú sabes, mejor que yo, todas las chorradas y barbaridades que se pueden escribir en esos puntos suspensivos.

Canciones que tienes que escuchar, películas que no te puedes perder, libros que has de leer, viajes que tienes que realizar, lugares que debes de conocer, aplicaciones que tienes que descargar,… pues son imprescindibles para una vida plena. En estos “consejos” (los publicitarios a secas y los publicitarios incrustados en nuestro pellejo, que reproducimos como altavoces), en apariencia menores, se encierra toda una filosofía de vida y marcan nuestra existencia mucho más de lo podríamos desear, pues aquello que consideramos imprescindible –¿Qué duda cabe?- condiciona nuestra manera de ser y de vivir.

Yo (debo de estar haciéndome viejo) cada vez encuentro menos sustantivos que puedan formar pareja estable con este adjetivo. Me parece que escoger a un pobre nombre y cargarlo con la mochila de “imprescindible” es hacerle una faena de la que muchos no se recuperan y que prefiero leer un libro, ver una película o hacer un viaje porque puede ser interesante, puedo aprender o divertirme… o porque sí, antes que hacerlo porque figura en las listas de los que “no te puedes morir sin haberlo probado”. Imprescindible es una madre y, en algún momento, debes de resignarte a perderla.

Cuando se han cumplido los años que tengo yo, se sabe –sin ningún género de duda- que te vas a despedir de este mundo sin haber podido consumar muchas cosas de esas que se citan en las listas de ¡Diez… imprescindibles! y eso, te lo juro, en vez de deprimirme o hacerme creer que la mía no es una buena vida, me da mucha tranquilidad. Además, me afianza en mi convicción de que, cuando nos suelten la palabreja en cuestión, siempre podemos poner como escudo, aquella frase de la infancia con la que salíamos airosos de situaciones en las que nos acorralaba la oratoria del rival: ¡Pues imprescindible será pa ti! Te aseguro que cuando relativizas término tan absoluto y, acto seguido, respiras hondo y comienzas a caminar, te sientes más ligero y descubres que, con ese ejercicio tan sencillo, la vida te acaba de regalar un bono con muchísimos minutos para que hagas con ellos lo que realmente te venga en gana.

Querida Luci, como bien sabes, sigo siendo maestro de escuela y cada día entro en el aula animado y dispuesto a ayudar a mis alumnos y alumnas a que, desde pequeños, vayan configurando su particular lista de personas y cosas de las que no desean prescindir en sus vidas. Estoy seguro de que colocar en esa lista la figura del maestro puede ser un tanto pretencioso, pero que se hayan colado la mochila marca TAL o la cazadora PARACUAL o el Bollicao… ¡Eso es una pasada!

La tarea resulta cada día más complicada –no porque los niños sean más malos ni más torpes- sino porque es muy difícil enseñar temas relevantes en la escuela si, antes de cruzar el umbral de la misma, a nuestros alumnos ya les han marcado a fuego, todo lo que les debe resultar imprescindible para su existencia. Qué lista van a configurar si, de antemano, ya se la dan escrita. Y eso, te lo aseguro, no se remedia con: … ejercicio 5 de la página 10. A lo que algunos quieren reducir nuestra profesión. Los que estamos en esto sabemos que ser maestro (o educador) es otra cosa.

Por si te animas, este año hemos iniciado el curso cantando con Los Aslándticos: “Hoy será, será, será mi primer día y mañana también y el resto de mi vida…”

Prescindible, pero honrao, y siempre tuyo.