Querida Luci:

Arrancaba 2021 jurándome a mí mismo que no enunciaría propósito alguno (tampoco de la enmienda, convencido de que uno ya no tiene remedio), pero ese propósito de no hacer propósitos me duró menos que una «nueva normalidad», ante la siguiente ola Covid: Enseguida olvidé mis palabras y proyecté remitirte una carta cada mes, para que tú no me olvides y yo no arrincone tu recuerdo, donde luego no pueda encontrarlo. Y lo más sorprendente -y extraño en mí- es que lo he cumplido, con fatigas y agujeros negros de inspiración. Aquí me has tenido mensualmente, como los primeros viernes del Rescatado, yo a finales y sin demasiada exactitud.

Y hoy, ¡Después de perdíos…! intento rubricar el año. No sé si llegaré antes de que nos expliquen -una vez más, como si fuera la primera- la diferencia entre los cuartos y las campanadas, para que tomemos las uvas como dios manda y las dosifiquemos como propone la santa madre tele a sus devotos -¡Sin anestesia!- en el preceptivo programa de nochevieja.

¿Qué puedo escribirte? Si, tras este año, poco queda en pie, más allá de mi colección privada de pequeñas cosas importantes. Me adentro en la última del veintiuno sin nada especial para la ocasión: ni traje de fiesta ni capa ni tema concreto ni una figura digna de admiración ni, tan siquiera, un acontecimiento que me turbe: ¡Con lo puesto! Debe de ser que, bajo la influencia de alguna lectura reciente, perdido el pudor, me haya lanzado a escribir sin otro particular ni nada especial que contarte, como un ejercicio –qué osadía- literario, sin más -ni menos-. Sintiendo por ti gran respeto, me gustaría referir algún pensamiento o suceso que te interese o mejor –qué atrevimiento- te conmueva. Y justo ahí empiezan mis problemas, al pretender dar una talla XXL, todo me parece mezquino y me miro como el enano más enano de Blancanieves, sin ninguna gracia especial.

En este año, que se despide destrozando –no debían ser tan vitales, si vivimos para contarlo- nuestros esquemas y tradiciones, con unas fiestas extrañas en las que demasiada gente se ha encontrado sola, pero sola de verdad; en las que pasar un rato sosegado con amigos ha creado incertidumbre, cuando no mala conciencia; en las que las comidas de familia bajo un mismo techo, no han venido precedidas del amigo invisible sino de un test de antígenos o han sido fragmentadas, cuando no suspendidas;… en las que, para algunos, la salud mental ha dejado de ser tema de chistes para convertirse en murmullo de corrillos de tanatorio. En este año me he dado cuenta de que, en ocasiones, repito incansable una misma palabra, de que versiono canciones que me cantaban en mi infancia, que gesticulo de manera tontuna, que silabeo como si hablara a un marciano y utilizo con fluidez expresiones pueriles y onomatopeyas infantiloides, de que se me humedecen los ojos sin motivo aparente,… y lo más grave (eso dicen mis amigos) es que voy comentando por ahí, que el 23-F es fecha sagrada y de las más hermosas de mi vida.

Querida Luci, empiezo a sospechar que 2021 se cobró su factura y me ha investido, con todas las consecuencias, en el abuelo que parezco de un tiempo a esta parte. Perdona esta paradita de persona un año mayor, necesitaba tomar aliento antes de cruzar la puerta que me lleva a perderme (y encontrarme) en 2022. Y te propongo estrenarlo como merece: sin mirar atrás y sin propósitos. Si lo deseas (aunque hayamos de lavarnos con el hidroalcohólico) podemos entrar cogidos de la mano: De la que me queda libre. La otra la tiene adjudicada mi nieta que se dispone a dar sus primeros pasos y yo no puedo desaprovechar la ocasión: Espero, impaciente, aprender de ella acerca del prodigio de como ese pequeño paso para un hombre (o una mujer),constituye un gran salto para la humanidad, porque no hay que pilotar una nave espacial ni llamarse Neil Armstrong ni estar en la Luna para darse cuenta.

Ignoro por qué, casi en el momento de enfrentarme al sesudo debate de en qué cadena seguir las campanadas, se me viene a la memoria el verso de don Antonio Machado: “Hoy es siempre todavía” y me alegro de contar, desde el pasado 23 de Febrero, con alguien que, sin saberlo y sin ánimo de dar lecciones, me muestra una excelente manera de seguir vivo: Dando pequeños pasos y levantándose siempre con determinación, después de cada porrazo.

Hoy (que es siempre todavía) tuyo.

 

Gracias a todas las personas (de manera especial a los sanitarios) que en este 2021 -y lo que les queda- nos hicieron la vida más fácil con su trabajo y su esfuerzo generoso. Y a quienes sufren por la Covid-19 en nuestros pueblos de Los Pedroches, un fuerte abrazo y todo mi ánimo.