Treinta años pueden ser un suspiro, algo o mucho más. El aniversario de la Muestra Folk de Pozoblanco ha demostrado que para sus mentores, el grupo Aliara, las tres décadas de festival han dejado un bagaje tan amplio, tan reconfortante y tan importante que es el mejor legado que Aliara deja en sus cuarenta años de historia. Aliara homenajeó a esos treinta años de historia de festival y a los cuarenta que como grupo lleva apostando por las raíces musicales, por investigarlas, enseñarlas y transmitirlas. El Folk Pozoblanco 2018 fue de Aliara y para Aliara porque el grupo homenajeó a quienes a lo largo del tiempo han estado en una tarea no siempre fácil, pero recibió el homenaje de un público que supo reconocer esa labor. Y pocas cosas hay más gratificantes para alguien que le viene echando un pulso al carácter efímero de las cosas que impera en nuestra sociedad. Y por ello no hay que ocultarse y decir que el sábado se vivió uno de los momentos más importantes de la cultura pozoalbense y fue a ritmo de folk.

El concierto «Aliara y amigos» fue eso, un encuentro entre amigos que consiguió algo más que un lleno. Tras una serie de temas de presentación, el grupo interpretó algunas de las canciones más emblemáticas de su repertorio con esos amigos que tuvieron a bien subirse al escenario y ser parte de un concierto histórico. Aquí se concentró la parte principal del espectáculo que arrancó con Jaime Lafuente y Aliara interpretando «El romance de la mora linda»; con María José Fernández, ex componente de Aliara, llegó «La jota de labor«; «El romance del ciego» fue interpretado con el Sr. Olmo, que ya había firmado una excelente actuación en la jornada del jueves. Con «La Carta«, Aliara dedicó un sentido reconocimiento a Antonio Merino por su aportación a la cultura a través del blog Solienses y después siguieron las canciones y los amigos con María Victoria Pérez y «Tanto Vestido» para dejar luego paso a otro de los momentos cumbres de la noche. Porque al escenario se subió Antonio de Pozoblanco con el guitarrista Javier Muñoz «El Tomate» y junto al grupo folk interpretaron «El fandango de la calle Pedrajas» en uno de los momentos que consiguió erizar la piel.

Decíamos antes el afán de Aliara por compartir el folk, por transmitir la música tradicional y ese componente que da un valor añadido a su existencia tuvo su extensión en el escenario a través de «los niños de Aliara». El círculo se completó con todos los componentes que han pasado por Aliara desde 1978 en el escenario cantando algunas de letras de Mocedades, Master de Juglaría y «Libertad sin ira» de Jarcha donde se sumó un público que entonó aquello de «libertad, libertad sin ira libertad, guárdate tu miedo y tu ira porque hay libertad sin ira libertad y si no la hay sin duda la habrá«. Una libertad por la que la dirección del festival también ha luchado y treinta años después sigue viva.

El concierto finalizó con dos jotas aceituneras, La Faneguería y la Jota de Pozoblanco y con un público que pidió más por lo que hubo dos bises que supieron poco a un entregado público que disfrutó durante más de dos horas de espectáculo. Un concierto que nació de las entrañas de la música, de lo más íntimo de un grupo que dio lo mejor de sí mismo para seguir apostando por lo nuestro, por la tradición, por la importancia de reivindicar un puñado de letras y músicas que hablan de nuestra historia. Aliara recibió tan sólo una parte de lo que lleva brindando a Pozoblanco y la comarca de Los Pedroches en estos cuarenta años. Larga vida al folk.