Los trabajos en la fosa común que encierra los restos de centenares de personas ejecutadas en Hinojosa del Duque durante la represión franquista entraron hace unas semanas en el proceso de exhumación tras una primera fase de localización y documentación de la propia fosa. Un equipo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, formado por una historiadora, una antropóloga forense, un arqueólogo y cuatro auxiliares de arqueología, prosigue con los trabajos para intentar reconstruir la historia identificado esos restos. La documentación habla de más de 150 personas ejecutadas por sentencia militar entre los años 1939 y 1940, aunque se desconoce hasta dónde darán de sí los trabajos por los recursos finitos. De momento, la Federación de Municipios y Provincias ha aportado al Ayuntamiento hinojoseño un presupuesto de 50.000 euros para esta fase lo que extenderá los trabajos de campo hasta el mes de julio. Al límite presupuestario hay que añadir una construcción de los años 70 en el propio cementerio que provoca que se pierda parte de la fosa.

A pesar de las dificultades, el equipo está centrado en lo que sí puede hacer y, de momento, han localizado a 27 individuos en superficie. Las fosas están en galerías o zanjas, en forma de trincheras, por lo que hay varios cuerpos en un espacio destinado a un solo. Es por ello, que el equipo no puede determinar cuántos individuos alberga la fosa que se tiene localizada. A eso se le une el mal estado de conservación de los restos, principalmente, por la acidez del suelo.

Mientras el trabajo de campo prosigue aplicando el protocolo de exhumaciones que marca la Junta de Andalucía y el Gobierno central, de manera paralela se prosigue con el trabajo documental que es clave en este proceso. Las razones de esa importancia las explica la historiadora que está al frente de los trabajos, Carmen Jiménez Aguilera, que precisa que «estamos hablando de represión de posguerra que está institucionalizada, tenemos los consejos de guerra que están depositados en el Archivo Militar de Sevilla. Ahora mismo tenemos localizados 130 expedientes de consejos de guerra que nos van a ayudar porque nos ofrecen datos antropométricos, no solo nos dicen el sexo, sino también la edad, la estatura, alguna vez también aparece si un individuo tiene una característica física determinada». Es por ello que Jiménez Aguilera incide en que el estudio del fondo documental permitirá no solo hacer perfiles políticos-sociales, sino también perfiles antropométricos que serán de un gran valor para la identificación. 

El proceso de trabajo que narra la historiadora puede verse ‘in situ’ en el lugar donde se encuentra acotada la fosa. Allí, el equipo trabaja con el registro arqueológico, las exhumaciones y un análisis antropológico que permite acercarse a lo que ocurrió y que se coteja lo que esa represión institucionalizada dictamina. Porque entre los restos de los fusilados también se han encontrado balas, incluso de arma pequeña que se asocian al tiro de gracia sin que haya un ápice de duda para certificar las muertes violentas. Todo ello viene a confirmar que la zona delimitada estaba destinada para enterrar a personas fusiladas ya que la evidencia científica y la documental certifican esas muertes violentas. A eso se unen los consejos de guerra que aportan tanto la diligencia de ejecución como la diligencia de enterramiento. «En la de ejecución se especifica que tal día y a tal hora se fusiló a tal persona certificando la muerte, que la mayoría son por fusilamiento. Luego, la diligencia de enterramiento nos dice dónde está enterrado y aquí se habla de fosa pasillo derecho, fondo a la derecha, todo nos lleva a ese lugar. Los testimonios orales ya nos dijeron dónde estaba la fosa. Además, se da la circunstancia de que la fosa está como se quedó al cerrarla, no la han vuelto a tocar», determina Carmen Jiménez.

Un ensañamiento sin igual

Carmen Jiménez Aguilera entiende que ahora lo que «impacta» es ver el trabajo en la fosa porque «hay aspectos que se ven a simple vista». La historiadora explica que «hemos visto evidencias de mucha violencia, muchos de ellos tienen rotura de pelvis de haber recibido una patada para encajarlos en las zanjas». Una violencia que su compañero Luis Tovar tilda de «ensañamiento» especificando que «en fosas de este tipo no he visto un ensañamiento de esta magnitud en mi vida profesional». Tanto es así que el arqueólogo puntualiza que llama a esa zona del cementerio de Hinojosa del Duque como «la esquina de los horrores». Los cuerpos fueron quemados para reducirlos, según se aprecia en los restos que desvela la tierra. 

Sobre el terreno, Tovar menciona también el estado de los restos lamentándose de la mala conservación por las condiciones del suelo. Es por eso que se hace mucho hincapié en casar los datos con la documentación para ir cruzando esos datos y que sean los más fidedignos posibles. «Hay mucha fe en el ADN, pero no siempre es posible. Primero por el estado de los restos y luego porque los individuos que se encuentran pueden no coincidir con los familiares que se acercan a dar su ADN. Hay una casuística que hay que tener en cuenta, es algo que siempre digo a los familiares, no podemos tener la fe siempre en el ADN porque no se siempre es factible», apunta Jiménez. 

Por ello los profesionales también piden continuidad en los trabajos porque cualquier parón vuelve a exponer a los restos que ya de por sí se encuentran en mal estado. Pero aquí es la administración la que entra en juego. «Nosotros estamos contando lo que pasó allí, testimoniamos el hecho, aplicamos una serie de técnicas científicas que tienen método y técnica que hay que respetar para que los resultados tengan una garantía. Los protocolos vienen establecidos por la Junta y el Gobierno, pero también por la ONU. Se sigue una metodología y una secuencia clara», explica la historiadora. Una secuencia que habla de un estudio documental que permita encontrar pruebas de que ahí pasó ese hecho, contextualizarlo y, posteriormente, empezar con el trabajo arqueológico. Un trabajo que en el caso hinojoseño estuvo acompañado de algo de «suerte» porque se encontró la fosa a la primera, algo que no suele suceder. «No teníamos garantías de que la fosa estuviera ahí, pero sí estaba e intacta. La documentación puede decir una cosa y los testimonios orales otra, pero han podido pasar muchas cosas como lo que ocurrió en la zona de construcción de los años 70-80″, afirma.

Los familiares

Cuando nos acercamos a conocer los trabajos en la fosa común del cementerio de Hinojosa nos detenemos en el obelisco que desde agosto de 2021 recoge todos los nombres que están allí enterrados. En ese momento, Luis Tovar se acerca y nos pregunta si somos familiares. Los esperan para que haya más oportunidades de cerrar el círculo, de llegar al proceso del trabajo. En la primera fase del proyecto se instó a los familiares a contactar con el comisionado de la concordia de la Junta de Andalucía para recibir un ‘kit’ de recogida de ADN que, posteriormente, es enviado al departamento de genética de la Universidad de Granada, aunque ahora el equipo espera poder determinar fechas concretas para facilitar ese proceso. Sin embargo, vuelve a haber un inconveniente, que la mayoría de familiares de los fusilados huyeron y no se quedaron en Hinojosa del Duque. 

Carmen relata que hay familiares que van directamente a los trabajos, pero que otros muchos «no tienen fuerza para ir». «Hay que entender que es gente que se ha criado y vivido con un trauma y lo han hecho en silencio. La carga emocional que tiene es importante, para ellos y también para nosotros», afirma. En su relato, la historiadora explica que ha visto llegar a la hija de un fusilado o la rabia con la que llegan otros por entender que es tarde para algo que tenía que haber ocurrido mucho antes. El tiempo es otra losa porque hay quien muere en el proceso y no puede ver lo que ya casi acariciaba. «La carga emocional es mucha», reitera Carmen Jiménez, porque «estamos viendo la punta del iceberg, vemos a la gente que ha sido fusilado, pero quedan sus familias y las condiciones en las que quedaron, eso son otras vidas, otras historias de vida para contar igualmente». A la espera de poder identificar esos restos, esos familiares también encuentran información en la documentación porque «la mayoría de ellos apenas saben que sus familiares fueron fusilados». «Muchos de los fusilados aquí vienen porque son apresados en el frente cuando acaba la guerra, pero son cogidos en diferentes zonas de la geografía española. A lo mejor están en el campo de concentración de Pamplona, por ejemplo, y la junta clasificatoria los manda a su zona, los meten en la cárcel y luego los traen a Hinojosa. Era gente que llevaba 2-3 años sin ver a su familia y cuando se ven los ven presos, cuando salen es para fusilarlos. Son historias increíbles».