El 31 de diciembre pasado se cumplió y terminó oficialmente el primer centenario de su nacimiento. Esa es la razón por la que con estos escritos-relatos (sin título que los ampare, de momento) ¡Doy por inaugurados –unilateralmente- los actos del bicentenario de Hilario Ángel Calero! Existe la posibilidad de que no andemos por aquí cuando lleguen las celebraciones oficiales, reconocimientos públicos y actos institucionales y, de esta forma, me adelanto y coloco la primera piedra (lamentablemente, hoy, no dispongo de fotógrafo que inmortalice el momento) para comenzar a caldear el ambiente y acrecentar la relevancia del dicho bicentenario.

Ignoro a dónde me va a llevar el sendero, pero me pasa que, en ocasiones, siento el impulso ciego de adentrarme por una senda desconocida. Es una atracción (puede que fatal) más fuerte que mi voluntad. Como si escucharas el tañido de una campana que te llama a lo lejos: Si deseas que suceda algo distinto a lo razonable y programado, has de arriesgarte caminando por lo desconocido. Me vienen a la memoria los versos de san Juan de la Cruz: Para venir a donde no sabes…  

Vaya por delante mi reconocimiento y admiración. Podría ser, pero te aseguro que no es patrioterismo cazurro ni se trata de encumbrar el nombre de Hilario Ángel Calero con el único mérito de haber nacido en Pozoblanco. No se me ocurre compararlo con los grandes genios de la literatura universal ni con ningún otro artista: Dejemos a cada uno en su sitio. Pero, al igual que excelsos pintores encontraron la luz y la historia del arte y nosotros se lo agradecemos, existen otros que la persiguieron incansables durante toda su vida y, a su manera, relataron su búsqueda, sus frustraciones y sus logros y, para mí, eso es relevante. ¿Qué pinto yo aquí si no?  

Se puede comenzar sacando hilo a cualquiera de sus Hilariadas (ofrecen tantas posibilidades) pero, sin motivo ni planificación previa, poso la mirada -debo de estar ciego- en una que se viste de paradoja: Cuando mejor veo es cuando cierro los ojos. Y siento el impulso de tornarme catecúmeno de tan novísima-ancestral religión con, al menos, un converso que, para mejor ver el mundo que lo ampara, cierra los ojos y ello lo impulsa a regalar pensamientos, versos y hasta sueños. Aunque algunos trataban de hacerle entender que calladito estaba mucho más guapo.

Prometo relatarte con franqueza lo que vaya viendo a través de mis cerrados ojos, cual ciego trovero y resabiado de caminos. Y si llegamos a algún final y lo tienes a bien, podemos discutir acerca de su literatura o de cómo resultó seducido por la lírica… o si, incluso, mentía como un bellaco. Veremos lo que puede dar de sí una Hilariada… Espera ¿qué te parece esta última frasecilla para dar nombre a una sección sobre el asunto que nos ocupa? Puedo -con los ojos cerrados- leer el titular: LO QUE PUEDE DAR DE SÍ UNA HILARIADA. 

Y está bien de preámbulos, echemos a andar y no dejemos las cosas para el final (del bicentenario), que luego to son carreras. Juro que, desde mañana, al menos una vez al mes, recibirás noticias mías y cumplida información de lo que vaya viendo (es un decir) en los caminos de por ahí y en el que mis pasos vayan trazando.