Los cuarenta y dos días de confinamiento y algunos de los datos que van viendo la luz hacen pensar que lo peor de la crisis del coronavirus ha quedado atrás. Sin embargo, la situación de pandemia sigue presente en nuestras vidas y ahora más que nunca hay que reducir el riesgo que conllevan los pasos en falso. Con todo, hay ciclos que se van cerrando y, por ejemplo, el confinamiento que las plantillas de las residencias de mayores han realizado en los centros de trabajo va llegando a su fin, aunque no es el caso de la veintena de trabajadores de la Residencia Municipal Isidro Fernández de Villaralto, que siguen ese confinamiento que comenzaron para minimizar el riesgo de contagios.

José Antonio Jurado es el director del centro de mayores y en nuestra charla con él hay tiempo para hablar de ese futuro que se presenta incierto y donde las medidas extraordinarias adoptadas durante la crisis no serán la solución porque el confinamiento de las plantillas es un acto tan de admirar como anómalo. “Esa es la clave, qué vamos a hacer mañana, el día a día en la actualidad es un auténtico reto y mantener eso en el tiempo y con la misma intensidad es complejo, requiere de un esfuerzo por parte del personal y el disponer de los recursos necesarios. El mañana va a exigir mucho esfuerzo para mantener el coronavirus fuera de los centros”, explica.

Todos los gestores y trabajadores de los centros miran a ese futuro más inmediato, lo hacen con la presión vivida durante este periodo de tiempo y que en parte han visto reducida con los resultados negativos que han dado los test realizados a residentes y profesionales. Sin embargo, cuando le preguntamos al director de la residencia de Villaralto que defina la experiencia que están viviendo hay una sensación que vuelve a aparecer, la intensidad. “Así definiría lo que estamos viviendo, es todo muy intenso. Intentamos mantener el funcionamiento habitual del centro, que nadie esté sobrecargado ni ocioso, lo que pasa es que se vive todo con mucha intensidad, te unes a hacer cosas, a ayudar, aunque estés fuera de turno”, afirma Jurado que asegura que “todo se hace con mucho cariño, una de las cosas que más estamos cuidando es mitigar la sensación de aislamiento que pueden tener nuestros mayores, la combatimos con charlas, intentas que no sufran porque ahora mismo lo más parecido que tienen a una familia somos nosotros y tenemos que estar a la altura de las circunstancias”.

El componente profesional se vuelve a acoplar con el humano porque mientras se intentan estrechar lazos en unas circunstancias excepcionales, hay que capear con la presión que ha conllevado la crisis. Así, José Antonio Jurado matiza que “hay gente que se olvida que nosotros somos centro sociosanitarios, no hospitales, tenemos los medios que tenemos, los primeros días nos los pasamos leyendo y adaptando protocolos continuamente, no ha sido nada sencillo”. Y por eso alega que “las residencias de la comarca y del Guadiato están llenas de profesionales y en los centros donde ha habido casos se han seguido las mismas pautas y se ha puesto el mismo celo en minimizar los riesgos”. Por eso, cataloga la presión vivida de “insoportable” porque sabe que la llegada de un positivo “derrumba” todos los esquemas planteados por mucho que se haya trabajo ante ese escenario.

El día a día en la residencia, como en todas, ha cambiado, la normalidad tardará en volver, pero en los próximos días las ausencias se dejarán notar más porque esta vez no habrá llegada masiva de villaralteros que vengan a disfrutar de la Romería de la Divina Pastora y, por lo tanto, tampoco habrá reencuentros familiares. Esos reencuentros tendrán que esperar, aunque los mayores de la residencia de Villaralto son conscientes de que muchos trabajadores han renunciado a ese reencuentro diario por cuidar de ellos, por protegerlos de una manera más férrea. Algo que no deja de pesar entre una plantilla que “va notando el peso de los días” porque, aunque la convivencia sea buena y el apoyo entre compañeros vital, lo cierto es que “la videollamada por las noches no sustituye el poder comer con tus hijos o comentar con tu mujer cualquier tema. Todo esto tiene un coste personal que va a dejar cicatrices en muchas casas”.

Una familia

Entre la veintena de trabajadores que están confinados en la Residencia Isidro Fernández se encuentro también Carlos Garlateo, enfermero de profesión que supo desde el primer momento que el confinamiento “era la mejor decisión para evitar cualquier caso positivo una vez que los trabajadores estaban fuera de sospecha de ser positivos”. Tener una decisión clara no conlleva que su aplicación sea sencilla y Carlos Garlateo apunta que “la presión que soportamos es grandísima, la carga para nosotros es importante y también para los residentes porque están alejados de la vida que tenían”.

A pesar de los días acumulados, para este enfermero “las semanas han pasado rápido” porque el trabajo se va mezclando con los momentos de asueto y de relación con compañeros y residentes. “Los lazos se han estrechado, somos prácticamente su familia, los tenemos que arropar más, explicarles cada paso que damos”, detalla. Sabe que lo que sus compañeros y él están haciendo es “bastante más que el propio trabajo” porque conlleva el sacrificio de haber dejado su vida personal fuera de la residencia donde pasa las veinticuatro horas desde hace días. En el horizonte está el objetivo común de recuperar la normalidad  dentro y fuera del espacio de trabajo, aunque aún no haya plazos para ello.