“Al escribir esta obra no me dirijo a los extraños, sino a aquellos que adheridos de corazón al movimiento, ansían penetrar más hondamente en la ideología nacionalista.

Bien sé que la viva voz gana más fácilmente las voluntades que la palabra escrita y que asimismo el progreso de todo movimiento trascendental debíose generalmente en el mundo más a grandes oradores que a grandes escritores.

A la edad de 13 años perdí repentinamente mi padre, dejándonos sumidos en el más hondo dolor. Mi madre se sentía obligada a fomentar mi preparación para la carrera de funcionario. A mi padre le veneré, pero por mi madre había sentido devoción, y la pensión de huérfano no alcanzaba ni para mi sustento. Con una maleta con ropa en la mano y una voluntad inquebrantable en el corazón, salí….también quería yo llegar a ser algo. En brazos de la Diosa miseria creció mi voluntad para resistir hasta que triunfó mi voluntad. La propia lucha por la existencia anula toda comprensión para la miseria de los relegados y no sé qué será más funesto: si la actitud de no querer ver la miseria o la de aquellos dispuestos siempre a dignarse a  aparentar que comprenden la miseria del pueblo.

No cabe en el criterio de tales gentes comprender que una acción social no puede exigir el tributo de la gratitud porque ella no prodiga mercedes, sino que está destinada a restituir derechos. No sabría decir lo que más me horrorizó si la miseria de mis compañeros, de entonces, su rudeza moral o su ínfimo nivel cultural.  Apenas se despertó en mí el interés por la cuestión social me dediqué a estudiar a fondo el problema. La masa se inclina más fácilmente hacia el que domina que hacia el que implora.

Si frente a la socialdemocracia surgiere una doctrina superior  en veracidad pero brutal como aquella en sus métodos, se impondría la segunda, si bien ciertamente, después de una lucha tenaz. La socialdemocracia teme menos a un hombre de genio, impotente y falto de carácter, que a uno dotado de fuerza natural, aunque huérfano de vuelo intelectual.

El método del terror en los talleres, en las fábricas, en los locales de asambleas y en las manifestaciones en masa, será siempre coronado por el éxito mientras no se le enfrente otro de efectos análogos. El más honesto obrero resulta impelido de la organización sindicalista a la lucha política.. Nunca podrá reparar nuestra burguesía política los errores en el sentido de ser el partido socialdemócrata el único defensor de los intereses del pueblo trabajador, y es absurdo y falso afirmar que el movimiento sindicalista sea en sí mismo contrario al interés patrio.

Entre las instituciones que más claramente revela la corrosión de la monarquía, encontrábase el Parlamento. Sentimientos de profunda repulsión me dominaron el día que por primera vez asistí al Parlamento, su forma de actuar la consideré indigna, lo que más me preocupó fue la notoria falta de un elemento responsable, nadie lleva la responsabilidad ni a  nadie es posible exigirle  cuentas. Pero pronto se dejarán sentir las consecuencias si tales mediocres componen el gobierno de una Nación. ¿Dónde está aquí el límite entre la noción del deber para con la colectividad y la noción del deber para con la propia dignidad personal?

En el transcurso de pocos días, la prensa sabía hacer de un motivo insignificante una cuestión de Estado, notable e inversamente, en igual tiempo, relegar al olvido general problemas vitales o sustraerlos a la memoria de la masa; haciendo posible en pocas semanas henchir hombres de la nada con increíbles expectativas públicas, adjudicándoles una popularidad que muchas veces un hombre verdaderamente meritorio no alcanza en toda su vida, y mientras se encumbran estos hombres cualificados estadistas, dejaban llanamente de existir para sus contemporáneos.

Esta es la chusma que en más de dos tercereas partes fabrica la llamada “opinión pública”.

La autoridad del Estado no puede ser un fin en sí misma, porque ello significaría consagrar la inviolabilidad de toda la tiranía el mundo.”

Este corto relato extraído de un doctrinario político, bien podría atribuírsele a un sindicalista, a un anarquista, o a un demócrata de izquierdas y ahí precisamente radica lo engañoso de su contenido, que cabe dentro de cualquier medida ideológica y crítica, mensaje  propio de los llamados populismos de derechas que, aprovechando procesos históricos “decadentes” se erigen en salvadores de la patria vendiendo un mensaje, como arma, hasta conseguir el poder.

Así ocurrió con el autor de éste, que tuvo lugar hace ya casi cien años, en 1924, y la consecuencia que derivó de ésta sublimación ideológica basada en el desprestigio de los estatuido, no sin parte de razón, traería causa de la mayor masacre humana desde que se tiene memoria histórica.

De necesario análisis reflexivo, es el hecho de que todo lo relatado de forma literal, tomada de distintos pasajes, es fiel contenido del “Mein Kamp” (Mi Lucha) que fue escrito, durante una corta  estancia en la cárcel, por una de  las mentes políticas más perversas de la humanidad, Adolf Hitler.