Son días de agitaciones emocionales, de montañas rusas en los estados de ánimo, de pararse a pensar sin querer reparar en un futuro que se presenta, de momento, muy incierto. Cuando todo esto acabe tendremos que analizar en qué tipo de sociedad nos convertiremos, si el golpe nos habrá sacudido en los principios más básicos o seguiremos siendo los mismos. El virus que ha conseguido paralizar el mundo nos ha traído de la mano tiempo, algunos afirman que en forma de regalo, pero hay tiempos y tiempos. 

Hay tiempo para reencontrarse con las lecturas abandonadas, con los párrafos no escritos, con los dibujos no pintados, con las habilidades abandonadas, con las conversaciones íntimas olvidadas, con los eternos tengo que hacer almacenados en las agendas. Pero hay otros tiempos, los robados y esos serán muy difíciles de recuperar. En ese tiempo quedan los abrazos no dados, las risas no compartidas, las despedidas que no se han podido producir y que ya nunca lo serán. Y como tendemos a lo complejo, intentaremos recuperar ese tiempo sin darnos cuenta de que no volverá, que serán otras risas, otros abrazos, otras despedidas, nunca las que quedaron en el limbo. 

En estos días me pregunto habitualmente cómo será ese tiempo en las casas de las personas mayores que viven solas, cómo serán esos tiempos para las personas que intentan ganarle tiempo al tiempo. Me pregunto también cómo manejarán el tiempo en las residencias de ancianos donde las visitas de familiares y amigos se han detenido, donde hay otras soledades. Y es inevitable pensar que cuando todo esto acabe, cuando los negocios vuelvan a colocar el cartel de abierto, cuando las calles vuelvan a llenarse de gente, habrá lugares donde los reencuentros serán la mejor seña de normalidad. 

Quizás el tiempo, el regalado, nos conceda el repensar en qué lugar hemos dejado a generaciones que son el pilar de nuestra sociedad, quizás y solo quizás repensemos si queremos pertenecer a una sociedad que deja morir en soledad a la generación que la mantuvo y la mantiene, si queremos seguir permitiendo que nuestros mayores se dejen su último aliento en poder estar bien atendidos en residencias cuyas plazas se pagan muy por encima de sus posibilidades, si seguiremos siendo tan egoístas de dejarlos solos en su batalla, que es la de todos, porque el tiempo, otra vez el tiempo, nos pondrá a todos en esa misma lucha. Quizás, y solo quizás, todo este tiempo nos traiga algo bueno para otros tiempos.