Publicaba hace unos días en la cuenta de instagram de Hoyaldia una foto del triste paisaje que ha dejado el fuego tras su acción en el incendio que comenzó en el Puerto Calatraveño pero que se extendió afectando a otros parajes de la sierra de Los Pedroches. Una imagen que acompañaba diciendo que una vez retirado el foco mediático esa era la realidad para quienes día a día viven en ese entorno. Pero me equivocaba. Al incendio del Puerto le quedaba un ingrediente más, la bronca política.

Los hechos se resumen de la siguiente manera: el Gobierno Central anuncia que se declararán zonas catastróficas aquellas que han sido asoladas por los fuegos durante este verano para poder acceder a determinadas ayudas. El júbilo del anuncio duró poco más de 24 horas porque tras el Consejo de Ministros se anunciaron las zonas catalogadas como tal y Alcaracejos no aparecía. ¿Por qué? El Gobierno tomó como referencia los incendios que habían sido catalogados por las respectivas comunidades autónomas en nivel 1 o nivel 2. El Puerto se quedaba fuera. Criterios vs criterios, el lío montado.

A partir de ahí una puede esperar sentido común, diálogo y soluciones, pero no, prima la bronca política. Notas de prensa de la Junta -varias-, del PSOE, del PP, de Ciudadanos, de Unidas Podemos por Andalucía y hasta del sursum corda si hiciera falta. En ninguno de esos comunicados primó, y digo primó no que no aparecieran alusiones, la colaboración entre administraciones y la puesta sobre la mesa de soluciones. Notas de prensa que son el preludio de lo que se viene, acusaciones de abandono de la ciudadanía de unos a otros. Tiempo al tiempo.

La bronca política a tenor de una cuestión donde debería imponerse el consenso denota la deriva de la acción pública, de que esto se nos ha ido de las manos desde hace tiempo, de que quienes manejan los tiempos y las declaraciones no se dan cuenta de que urge recuperar la confianza en las administraciones y en nuestros políticos. Es vital y así poco avanzamos.

Hablaba estos días con vecinos a los que se les hacía un nudo en la garganta narrando cómo el fuego los puso en jaque, cómo su paisaje vital ha quedado reducido a cenizas. Esos mismos vecinos, que trabajan unidos para buscar soluciones a su situación, se retorcerán ahora de la rabia tras ver cómo su desgracia sirve para lo de siempre, para lo de crear una bronca artificial donde lo importante queda en un segundo plano.

No estaría mal que los gobernantes de Los Pedroches se desmarcaran de esta deriva porque los que pierden, los que perdemos, somos sus vecinos. No siempre la política debe hacerse desde la capital.