Con una conversación salida de quien no siempre está en primera línea del Carnaval, quien pasa horas delante de la máquina de coser, entre retales de tela, hilos y agujas dando vida a los tipos. Así se fue hilando el pregón de Carnaval de la chirigota de la Chacha. Fran López puso la voz, la teatralización, con gracia y saliendo de los aprietos con risas y clase, poniéndole voz a ella, a la Chacha, que estuvo frente a esa máquina de coser que es fiel testigo del paso de los años. Con ellos, integrantes de la agrupación, de ahora y de siempre, porque veinticinco años dan para mucho.

Y es que así transcurrió el pregón que ofreció la chirigota, un recorrido por su propia historia, que es historia de la fiesta pozoalbense, con pinceladas también de autocrítica ante los vaivenes que viene sufriendo el carnaval local. Pero prevaleció la historia de esos gaiteros que en 1994 «sin experiencia ninguna dieron sentido a esta aventura», gaiteros que quisieron repetir la experiencia y que cuando acabó febrero se conjugaron para verse después de feria. «Les vamos a deleitar con coplillas de una vida, de una vida de Carnaval». Y ahí arrancó el pregón. 

Coplillas que pudieron conformar casi un repertorio al completo, con presentación, pasodobles, cuplés y algunas cuartetas de los popurrís acumulados a lo largo de todos estos años. Sobre el escenario fue posible ver esos tipos, desde los gaiteros, a los vigilantes de la playa, desde los bomberos a los locos, desde los botones a las moscas cojoneras, desde aquella banda a los niños de San Idelfonso. 

Tipos que fueron descritos con acierto, tanto en la forma como en el contenido y juego que dieron en su momento a una agrupación que fue convirtiéndose «en familia» a base de febreros, que saboreó las mieles del éxito en la capital cordobesa y que incluso llegó a grabar un CD. Una familia que fue sufriendo bajas y acogió con los brazos abiertos a quienes han ido sumándose a lo largo de los años; una chirigota que no se tomó su primer descanso hasta el año 2004, pero que siempre supo volver. Tanto que el pregón acabó con un tanguillo con un público cómplice, algo que solo ocurre cuando una letra pasa a ser de una agrupación para ser algo más colectivo. Ese fue el emocionante colofón de un pregón que también quiso recordar que el Carnaval no es otra cosa que la cuna de la libertad.