Cuando el portavoz de CDeI, Antonio López, leyó, a tenor de la solicitud de compatibilidad presentada por Emiliano Pozuelo en el pleno del Ayuntamiento de Pozoblanco, un extracto del Código Ético de Pozoblanco en Positivo que decía lo siguiente: «El cargo que estuviera designado a tiempo completo, se abstendrá de realizar toda actividad que proporcione rendimiento económico, independientemente de la figura jurídica que se tomase», le faltó decir: «No tengo más preguntas, señoría». Porque más allá de las cuestiones legales lo que se debatió en ese pleno fue una cuestión de ética, la impuesta por Pozoblanco en Positivo y la que ellos mismos plantearon eludir.

La Agrupación de Electores ha hecho suyo desde su aparición el argumentario de que venían a cambiar la política, que la vieja política tenía que quedar atrás y que las cosas se pueden hacer de otra forma. Me supongo, que en ese ideario también se encuentra el de cumplir con los compromisos que uno adquiere ante quienes le eligieron, los ciudadanos, y el Código Ético que presentó y al que están sujetos los miembros de Pe+ es uno de ellos. No en vano, en ese mismo código se expone que «sus preceptos tienen valor vinculante para los miembros de Pe+, de tal manera que su contenido formará parte del régimen disciplinario de la agrupación».

La cosa es tan simple como que los propios impuestos éticos de Pe+ impedirían que Emiliano Pozuelo presentase esa solicitud, incluso que sus compañeros la respaldasen e hilando aún más que el PP la apoyase porque está obligado a cumplir con dicho documento por el acuerdo alcanzado entre ambas fuerzas políticas. Obviamente, el futuro profesional de una persona es lo suficientemente importante como para no jugar con este tema, pero no es menos cierto que cuando uno se presenta en unas listas electorales y asume un cargo es conocedor de que esa posición tiene cosas negativas pero también otras que son muy positivas.

Hubo dos cosas del pleno de ayer que no alcancé a entender. La primera, que Pe+ presentara este punto sin asegurarse la mayoría; la segunda, que ante lo previsible de la que se les avecinaba su argumentario no estuviera más trabajado. Rosario Rossi, la portavoz de la formación, vino a decir que de seguir así la política quedará para funcionarios o jubilados, ni una sola mención a un Código Ético que se le puso delante y que ayer no interesaba.

Se puede estar de acuerdo con la argumentación utilizada por Rossi pero el problema es que no son los grupos de la oposición ni una ley divina la que obligó a los miembros de Pe+ a acogerse a un Código Ético, fueron ellos mismos los que presentaron y se vanagloriaron de esa imposición ética que desde su aparición en la escena política han llevado por bandera. Si uno piensa que hay que dar facilidad a los concejales para dedicarse a otras actividades empresariales lo piensa ahora y cuando se presenta a las elecciones y bastaba con no incluir ese acuerdo. Sencillo. Y si uno quiere cambiar las reglas de juego a mitad de la partida y puede hacerlo pues las cambia, pero cuando te llueve el rapapolvo lo más lógico no es echar balones fuera y mucho menos echar la culpa al contrario que ni tan siquiera ha tenido la oportunidad de escribir esas reglas.

Lo que pasó en la votación rozó lo surrealista motivado, como ya he dicho, por el hecho de llevar un punto que necesitaba una mayoría a un pleno en el que el equipo de gobierno se quedó en minoría. Flagrante falta de cálculo. Y el PP, después de no querer pronunciarse en el primer turno de palabra, optó por la calle del medio, es decir, la abstención. Una votación que no se entendió ya que era su socio de gobierno quien solicitaba la petición y con los votos en contra estaba todo el pescado vendido.