El Teatro ‘El Silo’ es la joya de la corona de la cultura pozoalbense, basta pasearse por su hall para, a través de las fotografías, constatar esa afirmación. Desde su apertura hubo un deseo de entender esas tablas como un lugar máximo para la cultura, ofreciendo programaciones que fueron creciendo y creando un caldo de cultivo entre un público que poco a poco empezó a saborear lo que se le ofrecía. Quizás se pecó, en exceso, de proteger un espacio que pocas veces tenía cabida para algo más, pero en el término medio puede que se encuentre la virtud. 

Actualmente, la política cultural del Ayuntamiento de Pozoblanco podría catalogarse de improvisada, a pesar de que la programación se mantiene estación tras estación, pero sin el respeto de antaño. Quizás a muchos no les importe, como tantas otras cosas en esta localidad, pero estamos a muy poco de perder un lugar construido por y para la cultura y por el que mucha gente ha hecho un esfuerzo y una apuesta cultural de la que muy pocos municipios de 17.000 habitantes podrían hablar. 

Pero precisamente esa población obliga a delimitar también el número de espectáculos para mantener esa fidelidad del público y que la inversión municipal no se diluya. Se podría hacer, pero hace tiempo que la cultura se gestiona desde otros despachos y con otros anhelos que crear ese germen entre el público. Estamos ante una forma de administrar lo público donde tan sólo valen los llenos para luego poder «presumir» en redes sociales. Y ustedes me dirán, eso es una buena gestión, el llenar. Pues no, porque muchos de esos llenos se consiguen con entradas gratis para el personal y para qué voy a pagar por un espectáculo si al día siguiente voy al teatro gratis. El Ayuntamiento se contraprograma así mismo, aunque eso es necesario para que los protagonistas no sean precisamente los artistas. 

El interés por ‘El Silo’ se denota en que la programación comenzó a principios de octubre y la persona que pasara por la puerta no podría verla actualizada porque se cambió hace unos días, es decir, a finales de octubre. Por no hablar de la política de comunicación que si se analiza parecería estar más enfocada a dejar las butacas vacías que a llenar la platea.

Por otro lado, los programas que permiten que artistas de prima talla nacional vengan a ‘El Silo’ se tienen que mantener bajo unos parámetros y si no se cumplen se estará fuera de circuitos imprescindibles para poder tener una programación del nivel cultural reseñable a precios asequibles. Así de sencillo. Sin olvidar el recorte realizado por la Junta de Andalucía para el circuito andaluz y que parece que a nadie le importó. Pero no pasa nada porque las redes siguen llenas de fotografías de esa parte que sí triunfa, el llenar ‘El Silo’ a base de programar actuaciones con coste cero para el público, sin atender a ningún criterio, pero con mucho rédito político. Parece ser que es únicamente lo que interesa. Y eso nos llevará a que ‘El Silo’ se convierta en escenario de graduaciones, de donaciones de sangre, de actuaciones de grupos locales y poco más. Y perderá el mismo, el pueblo.