Miguel Arroyo, consejero gerente de la empresa pozoalbense Confecciones Nalo, murió ayer viernes a los 73 años de edad. Con su fallecimiento se dice adiós a una figura más que relevante del sector empresarial de la localidad ya que fue la cabeza de una de las empresas más importantes de la zona. A sus 73 años de edad, seguía mostrando su infatigable dedicación al trabajo sin entender de jubilaciones, aunque ya había inculcado esos valores a la tercera generación familiar. 

El empresario, junto a sus hermanos, ha sabido mantener el legado de la empresa familiar a la que dio vida en sus inicios su madre, Luciana López Cabello, una costurera que dio los primeros pasos en 1960. De ahí hasta llegar a las cifras de producción de 8.000 pantalones al día y 2 millones al año hay un abismo en el que la figura de Miguel Arroyo ha tenido mucho que ver. 

Más allá de su legado y su perfil empresarial, quienes le conocían destacan el personal y humano. «Era una persona muy humilde, muy generosa y sabía perdonar», cuenta su cuñado y amigo Miguel Cardador que añade que «le gustaba pasar desapercibido, estar con la gente humilde, era una excelente persona». Como detalle, Cardador desvela que «el día antes de morir hizo que le pusieran con una persona de la oficina para encargar unos pantalones para los médicos y enfermeras, era así». 

La de Miguel Arroyo ha sido, por tanto, una vida entregada al trabajo a los mandos de una empresa referente en la zona, que nació desde lo más abajo para acabar comercializando en numerosos países, pero también fue una vida que supo tender la mano a quien lo necesitaba por su generosidad.