Fernando Luján, sacerdote pozoalbense, fue el encargado de pregonar la Romería de la Virgen de Luna de Pozoblanco erigiéndose como «la voz de la fe de todo un pueblo». Un pregón muy mariano, donde las palabras escritas y pregonadas por el sacerdote giraron en torno a ella, la Virgen de Luna, porque «no entiendo la fe sin tenerla a ella» definiendo su identidad como «cristiano y mariano». Una fe que también navegó por las propias vivencias del pregonero, que tuvieron sus momentos más emotivos en la infancia con una fuerte reivindicación del papel de la familia en la sociedad. 

Pero antes de adentrarse en esa parte del pregón, Luján se dirigió a un pueblo para tomar su voz prestada porque «si hoy tengo voz es porque tu Pozoblanco hablas en mí, voz que se convierte en plegaria cualquier día. La intención cumplida y la oración escuchada. Dame esa voz para que cante lo que sientes cuando la ves llegar en un atardecer de Sexagésima, pero necesito también tus ojos para ver cómo miras a tu Madre», entonó dirigiéndose a todo un pueblo. 

Y con es voz colectiva, el sacerdote quiso exponer la romería como un «testigo de múltiples formas de la fe de un pueblo por su patrona», algo más profundo que una mera concatenación de tradiciones. Con las descargas de los hermanos sonando, el pregonero abordó la romería partiendo de una base, «pocos días somos más Pozoblanco, nunca como este día se ven tantas familias que dejándolo todo parten para ermita y sin quererlo y sin saberlo cada uno confesamos que no somos nada sin la nuestra». Fue el momento de la reivindicación de la familia porque para el pregonero «el futuro de la humanidad se juega en la familia».

Llegó la parte más íntima del pregón, la más personal, porque Fernando Luján volvió a ser ese niño que tiraba de la soga, que comía bajo la sombra de centenarias encinas, que salía hacia Pozoblanco al compás de la Virgen y que esperaba su llegada al Arroyo Hondo en familia, en aquel solar de sus tíos abuelos donde tocaba esperar para ofrecer el hornazo, momentos donde «aprendí a mirarla». Una romería de la que destacó el camino, con el «genuino encanto» de ese camino de vuelta, hasta llegar al punto de encuentro con todo un pueblo, donde lo colectivo vuelve a imponerse. 

No se olvidó el pregonero de la «necesaria unión» de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba en torno a la patrona compartida, destacando esa unión con la eucaristía celebrada por el 75 aniversario de la bendición de la actual imagen de la Virgen de Luna. Fue en la recta final, un tramo final donde también reivindicó el legado dejado por los antepasados y la figura de «nuestros mayores» porque «todo lo que hoy vivimos es porque otros lo creyeron». Personas mayores que «son los que siempre están» cuando la Virgen de Luna entra en la Parroquia de Santa Catalina, un momento que quiso resaltar dando ese lugar a las personas mayores, a las ajenas y a las más cercanas con unas palabras dirigidas a su abuela a la que dijo «de ti he recibido mucho de lo que soy y de lo que tengo». 

El pregonero contó con el acompañamiento de la coral Marcos Redondo y fue presentado por el seminarista Francisco Fernández