Jesús Vidal abrió el II Congreso de Valores con una charla donde el actor abordó su carrera profesional, pero también su periodo de formación, así como su discapacidad. Vidal expuso su experiencia personal para poner en valor el esfuerzo, el compromiso y el respeto para conseguir alcanzar las metas fijadas. Una charla donde hubo espacio para la reflexión a través de la invitación a redefinir el concepto de discapacidad, si se entiende como la incapacidad para hacer algo, la propia superación y el análisis personal como elemento primordial para fijarse y plantarse ante las metas personales y profesionales fijadas. 

«Nací en unos parámetros sanos, aunque no me gusta expresarme así, pero cuando tenía tres meses contraje una enfermedad que me dejó un regalito, miopía magna que lo que provoca es que vea la vida de manera diferente, esta miopía me hizo ver, sentir y ser distinto», arrancó Vidal para proseguir reflejando que «tuve la suerte de nacer en una familia donde mis padres entendieron que su hijo podría hacer todo lo que podían hacer sus hermanas y así me educaron». El actor se introdujo posteriormente en sus años de formación alentando a los jóvenes a absorber las enseñanzas, a «intentar recoger todo lo que los profesores nos dan» y narró el deseo que desde siempre tuvo por convertirse en uno de los personajes que fue descubriendo en el cine. 

Licenciado en filología hispánica y con un máster en periodismo, Jesús Vidal contó su experiencia en el mundo del marketing donde «aprendí tres cosas, a venderme bien, a conocerme a mí mismo y a seguir mi verdadera vocación, que era la de actor». La segunda de esas enseñanzas, el descubrirse a sí mismo, fue el eje donde sustentó el viraje de su carrera puesto que «analicé mis debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades». «Llegué a la conclusión de que quería ser actor, me formé, me esforcé al máximo y pensé qué ventajas podía tener y me di cuenta que una de ellas era ser ciego y no parecerlo. He interpretado papeles de esquizofrénico, violador, asesino, personajes con discapacidad intelectual, pero nunca he interpretado un papel de ciego. Lo que parecía un hándicap, una desventaja, se convirtió en una ventaja en el mundo actoral, en el mundo en el que nada es lo que parece». 

Por eso, Jesús Vidal reflexionó sobre la necesidad de reformular el concepto de discapacidad, de dejar de poner en el centro aquello que no pueden hacer las personas y centrarse en la riqueza que aporta la variedad. «Las personas somos diferentes y eso es lo bueno, la variedad hace que seamos mejores y crea un valor añadido», apuntó el actor, que posteriormente descubrió a los jóvenes su libro «Sala de espera«, un título que explicó en el hecho de que «en vez de vivir nos pasamos el 80 por ciento de nuestra vida esperando que pase algo», pero también en las salas de espera que hay en la vida como las de la UCI, la sala de espera del paro o la sala de espera que «han tenido las personas con una orientación sexual a la típica para casarse. Yo pensaba que había que quitar esas salas de espera y por eso escribí el libro». 

Dos mensajes finales y cargados de emoción lanzó el actor cuando se dirigió al patio de butacas para decir que «cuando yo actúo, además de hacer arte, visibilizo una diferencia y transformo la realidad, intervengo sobre ella». «Cuando era niño soñaba con ser actor, me veía en un escenario hablando a mucha gente, ya no me hace falta cerrar los ojos, no os veo, pero os siento con mi corazón».