La entrada de miles de inmigrantes la semana pasada en Ceuta centró toda la atención mediática en esa ciudad. Entre los periodistas que se trasladaron hasta allí estuvo Juan José Madueño contando para ABC todo lo que sucedía en la ciudad norteafricana durante los momentos de mayor tensión. Natural de Villaralto, Madueño nos narra días después lo que antes ha contado a los lectores del medio para el que trabaja, con él abordamos lo que «en principio pareció una crisis migratoria que acabó convirtiéndose en una crisis humanitaria sin precedentes en la zona». 

Junto a esa afirmación, el periodista añade que «nunca fue una invasión, no puede ser cuando los supuestos invasores llegan al grito de ¡viva España!». Esa evolución, la que se produce entre una crisis migratoria y una crisis humanitaria, la palpó sobre el terreno. «Lo que ves es que hay miles de personas cruzando la frontera, a la policía, la guardia civil y al ejército desbordados intentando contener la avalancha, pero también que la gente no se ahogue porque iban bordeando los espigones», narra para detallar posteriormente que esa situación empieza a darse la vuelta cuando a partir del martes «la gente empieza a volverse porque se dan cuenta de que no hay nada, han venido buscando un futuro y han pasado la noche tirados en la calle». 

Eso fue precisamente uno de los aspectos que sorprendió al periodista nada más pisar suelo ceutí, la cantidad de gente que «había tirada en los parques o andando por la ciudad». Madueño recalca que «lo que ha saltado es el 10 por ciento de la población de Ceuta, asumir a esa cantidad de gente es imposible». «Cuando sigues indagando empiezas a descubrir que la gente ha sido engañada, han cargado autobuses de gente para que crucen la frontera y eso deriva en una crisis humanitaria porque esa gente ha llegado sin nada, la mayoría lo ha perdido todo, tienen necesidades básicas y te encuentras a miles de personas en la calle sin ropa, sin comida…», apunta. En la búsqueda de historias y de testimonios, el periodista encuentra en la noche del martes una situación dramática. «Nos fuimos varios periodistas a unas naves y allí no vimos adultos, solo había niños en unas condiciones que no eran humanas, algunos tenían un camastro, otros dormían en hamacas de la playa, pero otros estaban en el suelo o en estanterías y muchos de ellos habían recibido golpes al intentar cruzar la frontera. Días después, entrevisté a un chaval en la playa, tenía el brazo roto, me dijo que aguantó una paliza para poder tirarse al agua. Esa presión luego también empezó a notarse en los hospitales porque no había recursos, a lo que hay que unir que había que hacer pruebas PCR. Al final te das cuentas de que ha sido una crisis humanitaria en la que se han vulnerado derechos humanos», detalla. 

No duda al afirmar que fue la parte más impactante, acercarse a niños de 6-7 años que «deambulan por una nave buscando a alguien que le ofrezca algo de cariño», pero impactan «todas las historias humanas». Madres que llegan con sus hijos pequeños, decenas de personas buscando una sombra en la playa a las tres de la tarde, el desamparo de los niños, el temor de los menores, las historias que hay detrás de cada persona. Historias a las que se llega relativamente fácil porque «la gente agradece que los escuches, la gente quiere hablar, contar su historia». «Uno de los reportajes fue en la playa, había un grupo de 25-30 personas, todos querían hablar. La mayoría te decían que querían un futuro que en Marruecos no tenían, es gente que tiene sueños y querían contarlos. Hablé con un chaval que estaba estudiando y me dijo que quería llegar a España para seguir estudiando y trabajar, la conversación la cerró diciendo, no soy un criminal», explica Madueño. Entre esas historias también se cuelan la de muchos jóvenes que se erigen como cabezas de familia por sus circunstancias personales e intentan cruzar la frontera en busca de un trabajo que les permita sustentar a los suyos. 

Todo ello derivado de una situación en su país de origen de «extrema pobreza que se ha agudizado con el Covid-19 y el cierre de fronteras». «Hay un caldo de cultivo de extrema pobreza, no puedes hacerte una idea de qué situación tienen que vivir para que con 13-14 años se jueguen la vida para cruzar la frontera, lanzarse al agua, enfrentarse al ejército, cruzar a nado 500-600 metros y llegar a España y huir de la policía para luego estar viviendo en la calle. Eso o intentar buscar un paso a la Península ocultándose en un camión, que es ya lo último. Respecto a esos menores hay algunos que son reclamados por sus padres, otros que no querían volver, hay gente que no tiene nada que perder y otros chicos que se sienten responsables de sus familias, ese es el drama real, eso es lo que hay que entender». 

El miedo se convierte en solidaridad

Mientras esto sucede hay una ciudad que ve cambiar su rutina y una ciudadanía que «en un primer momento sintió miedo». Eso también lo palpó el periodista de ABC que afirma que «hubo miedo porque había miles de personas vagando por las calles, no se sabía lo que iba a pasar. Hubo gente que me contó que no habían llevado a sus hijos al colegio, esa fue la primera reacción y creo que es lógica», pero luego eso cambió porque «la gente empieza a irse, a otros los deportan y la ciudadanía se da cuenta de que los que están en la calle están en una situación extrema. Es entonces cuando muchos ceutíes se lanzan a ayudarlos porque, además de las asociaciones, hubo gente que abrió sus casas, gente que les preparó comida. La gente se dio cuenta de esa crisis humanitaria y eso es importante porque la ciudad cambió». 

Para analizar ese «lógico» medio inicial, el periodista no deja atrás que «se generó en parte con mensajes basados en mentiras diciéndole que aquello era una cosa que no era, porque nunca fue una invasión». «Hubo políticos que hablaron de invasión, hubo periodistas que hablaron de invasión, hubo muchos bulos por redes sociales que fomentaron ese miedo, no lo crearon, pero lo alimentaron por un interés. Luego, la gente que tenía miedo fue la misma gente que se dio cuenta de que estábamos ante una crisis humanitaria y había que ayudar».