A menudo se producen confusiones graves que asumimos con inconsciencia. En nuestra existencia, repleta de complejidades, convivimos con un sinfín de confusiones en las actividades que realizamos con aquiescencia en el ámbito profesional, vecindad, en el espectro de derechos y obligaciones, etc.; algunas nos resultan estridentes y las protestamos con los mayores gritos de nuestra garganta, otras las dejamos pasar por su insignificancia, porque apenas si vale la pena perder tiempo en enmendar cosas que parecen menudencias. En este marco de infinitas variables existenciales se producen en nuestros días situaciones y confusiones realmente denostables.

Especialmente me refiero a la invasión horaria (on line) en nuestras vidas del ámbito profesional; a esa constante penetración en nuestros días de actividades de distinta índole en nuestro espacio-tiempo personal. En esencia son fruto de los situaciones que se producen en relación con los últimos eventos vividos: inercia invasiva de los medios tecnológicos en nuestra vida a todas horas, que consentimos (o no) en la medida que somos usuarios habituales de telefonía, redes, etc.; de otra parte la perversa experiencia pasada del Covid, que si bien es cierto que posibilitó avances tecnológicos, aprendizajes innovadores, despliegue de horarios laborales “On line”, etc., también está malversando en nuestros días los conceptos de trabajo tradicional.

Entiéndase que no me refiero a quienes trabajan y tienen horarios nuevos On line; obviamente esta modalidad posee una nueva definición profesional –en la que ahora no entro– en cuanto a horas de trabajo, competencias (actividades, trabajos), descansos o versatilidad de acción, etc. Me refiero sin embargo a las actividades y profesiones que seguimos en términos tradicionales, con las lógicas innovaciones e incorporaciones tecnológicas y de recursos de la comunicación. Sin embargo, se produce una confusión grave, y muy especialmente en algunos ámbitos profesionales como la Educación. El Covid y el manido confinamiento nos mantuvo ejerciendo la profesión, con iniciativas  bastante satisfactorias para salvar la situación, embargados en el trabajo On Line desde casa (a todas horas). Era una situación de excepcionalidad, que para algunos profesionales ha devenido en cambios y transformaciones de horarios y profesiones, con rentabilidades realmente asombrosas, con benéficas conciliaciones laborales y familiares. Es un hecho. No obstante existen, digo, confusiones derivadas de esos parámetros existenciales.

Quienes seguimos con nuestros ámbitos profesionales como antes, con los mismos sueldos y definiciones horarias, tenemos sin embargo que luchar día y noche contra las incontinencias laborales de horarios: porque día y noche recibimos de centros y directivos comunicados, compañeros, usuarios, etc., actividades y otras mandas de distinta naturaleza, que en términos de trabajo On Line invaden nuestro tiempo libre. Se trata como digo de una confusión grave que atenta claramente contra nuestros derechos laborales y personales. A cualquier hora del día y la semana (fines de semana) recibimos cometidos que –muchas veces en aparente sentido informativo– nos conminan a realizar multitud de aspectos laborales y profesionales que amplían sobremanera nuestro horario, dimensionándolo sin darnos cuenta de que las horas que realizamos son distintas a las asignadas en nuestros ámbitos laborales.

Es cierto que las nuevas tecnologías permiten amplitud de perspectivas de trabajo y relación (sociales, económicos, etc.), pero  también es verdad que es preciso poner coto a estos desmanes de estar siempre a disposición del trabajo cuando realmente tenemos horarios asignados que cumplimos reglamentariamente. La gravedad del asunto descansa en que la amplitud de competencias y trabajos on line las realizamos amable e inconscientemente, sin precepto ni obligación alguna; las mandan y dirigen nuestros propios compañeros y directivos en afán de avanzar, desarrollar, etc. (que en principio no es nada perverso); que entramos todos a saco sin mayor desdén. Desgraciadamente, cuando realizas un avalúo diario del quehacer percibes que día y noche estás trabajando en dos  horarios, uno el auténticamente profesional (por el que te pagan) y otro on line que de forma inconsciente e invasiva penetra en tu vida con aquiescencia; asumiendo dicha actividad con altruismo asombroso, que no tiene ninguna razón de ser. Si hay que disponer horarios o actividades on line, pues que se disponga, pero no admitamos alegremente el ejercicio de dos horarios. Estas confusiones solapadas merman, qué decir, nuestros derechos y malogran espacios de nuestras vidas, sin que aparezcan culpables.