Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 2019 se suicidaron 800.000 personas, es decir, una persona cada 40 segundos. Un dato que es más preocupante si se tiene en cuenta que por cada muerte por suicidio hay veinte personas que lo intentan y no lo consiguen, lo que implica que hay una persona en el mundo que lo intenta cada dos segundos. En España, los datos de referencia del mismo año, hablan de 3.671 personas muertas por suicidio, es decir, diez personas al día y se calcula que hay una emergencia médica a este respecto cada 7,5 minutos. En Andalucía, la cifra de personas que se suicidaron en 2019 asciende a 640 personas, 428 hombres y 162 mujeres. Si ampliamos la lupa y observamos los datos desde 2000 a 2019 vemos que en la Comunidad Autónoma se registran 13.500 muertes. El suicidio es en nuestro país la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años por detrás de los tumores. Pero, ¿qué ocurre con estos escalofriantes datos? Porque son datos que bastarían para dejar atrás al silencio, a los mitos y tabúes que le rodean. Hoy, en el Día Internacional para la Prevención del Suicidio hablamos con Manuel Calvillo, psicólogo de la Unidad de Salud Mental del Área Sanitaria Norte. 

P: Teniendo en cuenta los datos que se exponen, ¿se le da al suicidio la importancia que tiene a nivel social y dentro del propio sistema sanitario?

R: Dentro del sistema sanitario se le da la importancia, pero lo que ocurre es que no hay un Plan Nacional de Prevención de Suicidio, el último intento que hubo fue en 2013 con una Proposición No de Ley que al final quedó en nada. Hay intentos en algunas comunidades o en algunas ciudades, es decir, que no se le da la prioridad necesaria porque de lo contrario existiría este Plan. Eso implica que no haya fondos específicos ni nada por el estilo, no se puede gestionar a nivel global. Fíjate, las muertes por suicidio duplican a las de accidentes de tráfico y hay campañas de tráfico que han logrado reducir las muertes, es decir, se ha hecho muy bien invirtiendo en campañas de tráfico, pero se echa en falta que se le dé importancia a un problema que en datos es mayor. 

P: ¿Por qué ocurre esto cuando los datos son tan claros?

R: Eso son valoraciones de otro tipo. Imagino que hay cuestiones económicas de base, un Plan de este tipo implica una inversión. Se ha visto que en países en los que se ha invertido se ha conseguido reducir las muertes por suicido entre un 20-25 por ciento, es decir, que aplicando estas políticas se han conseguido evitar mil muertes al año. Pero no se apuesta, no se le da la importancia que tiene, parece que estamos ante un tema tabú, un estigma. También, vamos a meternos todos, la presión que ejercemos los propios profesionales de la salud pues no es suficiente o presionamos y no se nos escucha. En fin, son valoraciones de otro tipo. 

P: ¿Es posible la prevención del suicidio?

R: Claro, totalmente. Uno de los mitos que hay que es que la persona que quiere suicidarse lo hace, pues no, los planes de prevención funcionan. Estamos ante algo difícil, pero sí que existen planes a distintos niveles, para la población en general, para grupos que tienen más riesgo, para grupos específicos que muestran ya esas señales. Existen esos planes que se intentan hacer, a veces sin esos fondos, por ejemplo, aquí intentamos atender en coordinación con colegios, con Atención Primaria, tenemos un protocolo de prevención de conducta suicida. Todo eso implica un tiempo y esfuerzo que tenemos que sumar y, de alguna manera, restar atención a otras cosas porque no tenemos el personal suficiente, estamos intentando solapar eso haciendo planes de prevención que van funcionando pero esta no es la solución. Es necesario el apoyo personal y familiar adecuado y eso se traduce en una mayor dotación de recursos, por eso, las decisiones políticas que se toman en torno en materia de sanidad afectan directamente a la salud de las personas. 

P: ¿Qué factores de riesgos existen?

R: Como factores de riesgo están los intentos previos, entre el 30 y el 50 por ciento de personas que lo han intentado lo vuelven a intentar entre los 3-6 primeros meses. Los problemas físicos crónicos que cursan con dolor también son otro factor de riesgo, así como estar diagnosticado de un trastorno mental. Ser varón es otro, ya que se suicidan más hombres que mujeres, consumir sustancias como el alcohol y luego sentimientos y vivencias como la desesperanza, la ausencia de apoyo social, estar con mucha tristeza, viendo que no tienes alternativa o salida. Estas situaciones suelen estar detrás de un intento de suicidio.

Eso son factores de riesgo y luego tenemos los factores precipitantes que varían según la edad. Por ejemplo, en la adolescencia están situaciones difíciles como embarazados no deseados cuando no tienes apoyo; sensaciones de no pertenecer al grupo; sufrir daños físico-psicológico por parte de otras personas como violaciones, violencia doméstica, bullying, especialmente los traumas por abuso y agresión físico-sexual en esta etapa incrementan mucho los intentos de suicidios. Ese es otro punto muy importante de prevención, estar cuando se sufren esas situaciones y atenderlas teniendo en cuenta que si no se elabora bien ese trauma va a ser más probable que cuando tengan situaciones límites tiendan al suicidio. Otros factores, son el fracaso escolar en chavales que tienen mucha presión; situaciones de conflictividad familiar; abandonos y ruptura de parejas; situaciones de rechazo y discriminación por cuestiones de identidad sexual, el riesgo no radica en la orientación sexual, sino en que viven situaciones de abuso, no apoyo familiar y demás cuestiones relacionadas. El entorno de redes sociales también puede contribuir, aunque las nuevas tecnologías también son puntos de apoyo que pueden actuar de protector. 

En la fase de adultos, en general, los factores precipitantes son los procesos de duelo y pérdidas personales, problemas financieros, soledad, aislamiento, personas que le dan diagnósticos de una enfermedad terminal, todo eso puede afectar. A los varones les afecta más la parte socio-laboral, la parte financiera, el estatus y en las mujeres están más relacionados con lo socio-afectivo. Por último, en los ancianos influye la soledad, las patologías que ven que son crónicas, cambios bruscos de situaciones personales, el sentirse una carga, cuando las cuestiones familiares no se llevan bien facilitan. Los varones, sobre todo, el primer año de viudedad también se ha visto que es un factor precipitante. 

Todas estas cosas son cosas de la vida, que están ahí, no a todo el mundo que le pasan estas cuestiones acaban suicidándose, la mayoría no, pero son factores precipitantes. 

P: ¿Cómo de importante es el entorno en ese trabajo de prevención?

R: El entorno es importantísimo, lo que pasa es como del suicidio no se habla, se conoce muy poco, está estigmatizado, la gente hace lo que sabe hacer. No hay una educación sobre este tema, una educación que vaya más allá de los centros escolares. El suicidio es un problema complejo, hay muchos factores de los que depende, en un momento se veía como una maldición, un pecado y era algo que estigmatizaba mucho, luego se ha traspasado eso y se ve como un síntoma de una enfermedad mental. Es decir, se asocia el suicidio con una enfermedad mental, pero hay que dejar muy claro que el suicidio no es un problema de enfermedad mental, es un problema vital, de la vida de las personas, la principal causa de suicidio no es que tengas una enfermedad mental. Esa dicotomía es falsa, no hace falta tener enfermedad mental para quitarte la vida y eso es un estigma y la gente va a tender más a ocultarlo. Pensar que simplemente es producto de la enfermedad mental hace que nos quedemos en esa explicación y no nos interesemos por escuchar a la persona, por su biografía, por su sufrimiento, por atenderla, por intentar entenderla y eso es precisamente una de las cosas que las personas que quieren suicidarse necesitan, ese escuchar. Ortega decía que «los síntomas algunas veces no nos dejan ver el sufrimiento humano». El suicido es una muestra del sufrimiento humano y esas personas necesitan que las escuchamos, cuanto más los escuchemos más vamos a poder ayudar. En ese sentido, el suicidio es la manifestación del sufrimiento de una persona que está en la vida que no ve futuro y no ve otra alternativa, no es que no quiera vivir, es que no quiere sufrir más. Desde fuera se puede ver de otra forma, pero en ese momento esa persona no lo ve claro. He tratado a mucha gente que ha tenido intentos autolíticos y no conozco a nadie que no quiera vivir, son personas que no quieren sufrir. Es importante que no nos quedemos ahí, en que es un problema de salud mental y te llevo al psiquiátrica, no hay que acompañar, dar una salida, un horizonte. En este sentido, como medida de ayuda es importante escuchar a la persona, validar su sufrimiento y a la vez que ofrecemos esa comprensión le quitemos la presión de que es algo raro. 

P: Bajo su experiencia, ¿por qué el suicidio es un tema tabú, por qué está tan estigmatizado? 

R: En parte tenemos culpa los profesionales porque es la información que ofrecemos, a veces ofrecemos una visión muy simplista de esos problemas. No tenemos que dar visiones tan simplistas, hay que dar otras perspectivas. Por otro lado, también nos viene bien a todos, decir que esto afecta a personas con problemas de salud mental graves, parece que decimos, qué bien esto a mí no me pasa. Y eso no es así, esto es cosa de todos, si conocemos de verdad por qué ocurre podemos ayudar más como familia, como profesionales, etc. Es un poco porque es lo que siempre se ha hablado, es el discurso oficial y ese discurso nos tranquiliza a todos. Nos montamos un sistema conceptual en el que ponemos a un lado a los enfermos a otro los sanos y como la mayoría estamos sanos nos quedemos tranquilos y nos desentendemos de los otros. Luego, además, se dan imágenes en prensa, redes sociales de que hay que ser fuerte, hay que conseguirlo, parece que si no lo consigues no eres fuerte y eso lo que hace es cargar más a la gente, meterle más presión. Son factores que afectan. También la educación emocional que tenemos, en las escuelas no se habla de estas cuestiones o no suele hablarse. Influye también cómo desde pequeños enseñamos a la gente a ser más solidaria con los que son diferentes. Al final hay muchas cosas que están conectadas y cuando queremos pensar que estamos en una burbuja pues pasan estas cosas. 

P: Hablaba antes de la responsabilidad que cada uno tenemos. En los medios también ha sido tabú o sigue siéndolo en muchos casos, ¿qué piensa respecto a esto?

R: Este es un tema muy interesante, hay algunas directrices de la OMS y manuales de estilo sobre el asunto. Se ha comprobado que no informar sobre el suicido ayuda a hacer invisible un problema que es muy importante y genera una complicidad de silencio que no ayuda a mejorar el problema. Se ha comprobado también que los medios son una herramienta muy importante para mejorar el conocimiento que la población tiene sobre el suicidio, erradicar ese estigma y para mostrar alternativas de apoyo con fines preventivas. Lo que ocurre es que hay un riesgo, informar está bien, pero informar mal es muy negativo, la clave es informar de forma adecuada porque no hacerlo puede provocar que existan suicidios por imitación. No hay que ofrecer datos morbosos, hay que ofrecer soluciones, no hablando de cobardes y héroes, cuando las cosas se hacen así, bien, se puede producir el llamado efecto papageno, puede provocar que la gente que está en esa situación busque ayuda. No hay que dar explicaciones simplistas, no hay que concretar el método o los lugares, porque a veces los métodos y los lugares se imitan, no se pueden publicar imágenes dramáticas, hay que evitar dar detalles, no se puede culpabilizar a nadie y hay que dar siempre puntos de apoyo, ofrecer alternativas es muy importante en la información. 

P: Cuando una persona se quita la vida aparece de nuevo ese entorno del que hablábamos. Supongo que el duelo ante estas pérdidas es mucho más doloroso. ¿Qué me puede decir respecto a esto, cómo se ayuda a esas personas? 

R: Eso es una de las cosas más terribles, cuando los supervivientes son menores es una marca que si no se gestiona bien se puede complicar. Cuando los supervivientes son padres es algo terrible. El 40 por ciento de los supervivientes terminan enquistando el dolor, no superando el duelo y desarrollando alguna patología. Hay mucho sentimiento de culpa, de incomprensión, se tiende a ocultar, se ven muy solos porque si es díficil apoyar en el duelo, en esta situaciones lo es más. Necesitan que los escuchen, que puedan abandonarse al dolor sin que sean juzgados, somos muy dados a dar consejos fáciles que no ayudan. Es mejor decir, no sé qué decirte pero cuenta conmigo, antes que cualquier frase hecha a modo de consejo que no conduce a nada. El duelo es muy duro. Hay asociaciones que suelen ayudar mucho y hay personas que se implican para ser luego ellos los que ayuden a otros, encuentran cierto consuelo en que su experiencia sirva para salvar a otra gente. 

 

 

 

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