Con «generosidad, entrega y como una cristiana comprometida», tal y como la definió quien hizo las veces de presentador de la pregonera, Bartolomé Sánchez Juliá, su compañero de vida, Pilar Pedrajas se entregó a «regalar» su pregón de Semana Santa a Pozoblanco. Lo hizo recorriendo una a una las parroquias y ermitas de la localidad pozoalbense, cuna de la fe y de cofradías y hermandades, punto de partida de todos y a veces de nada. Las anduvo, con sus barrios, con sus características, parándose de manera muy especial en San Bartolomé, donde nació todo, y a los pies del Resucitado, donde aquello que brotó, germinó. 

Pilar Pedrajas vivió su pregón como lo hace con la Semana Santa, como una nazarena de vela. Antes de iniciar ese recorrido se escucharon los acordes y la letra de «A ti que estás sentado» -magníficamente interpretada por Dori Márquez y Pedro García– como un preludio de esa llamada a vivir la fe que predominó durante todo el pregón. Luego, ya sí, empezó un camino que supo a San Bartolomé y Medinaceli, momento para recordar lo aprendido en familia y reivindicar, precisamente, a la familia como «institución esencial para la sociedad como antídoto ante el individualismo» imperante en la actualidad. 

Después llegó Santa Catalina, también con recuerdos de infancia, pero con espacio para la caridad como «expresión activa del amor», como «fuerza del amor al prójimo» y como «la mejor manera de evangelizar», en palabras del Papa Francisco. Hablar de Santa Catalina en Pozoblanco es hacerlo también del Martes Santo, de la cofradía de los Dolores, momento en el que la pregonera resaltó la figura de María, pero también el carácter pionero de esta cofradía para dar a la mujer un lugar con identidad en la Semana Santa. El círculo se cerró, porque hubo un capítulo aparte para el Resucitado, con el Cristo yacente del Santo Entierro, es decir, para la muerte, el adiós y lo «difícil que es ver la muerte en clave de acción de gracia, desear toda una vida un abrazo que ya no habrá». Destacó en este punto la pregonera el papel desarrollado por la Agrupación de Cofradías y Hermandades. 

El silencio apareció camino de San Gregorio, donde la juventud siempre cobra protagonismo y por eso Pilar Pedrajas también reclamó que «sigue haciendo falta juventud innovadora, con valores reales». Y si valoró el papel de la juventud, hizo lo propio con las raíces que señaló a las puertas de la capilla de Nuestro Padre Jesús Nazareno. El compromiso llegó también con la petición de dar valor a los sacramentos porque «no son vestidos, son estados del alma» y, por tanto, a una participación mucho más activa en la fe por «convencimiento frente a la conveniencia» algo necesario «para volver a coger bien el paso y seguir caminando». 

«El diario de María» fue la segunda canción que sonó y desde ahí se abrieron los patios del colegio salesiano tanto para describir lo que se encierra en esa lugar, desde el Domingo de Ramos con la Borriquita al Jueves Santo con el Perdón y la Amargura, como para dejar otros mensajes. No se quiso olvidar Pilar Pedrajas de la música, de los costaleros y braceros, de los hermanos de luz y del pueblo que camina tras cada Titular porque su objetivo fue el de dibujar una Semana Santa completa. Pero en ese dibujo, como ya había ocurrido, también «se colaron» otros mensajes y la pregonera pidió participación, dejar a un lado «las estampidas» cuando se acaban los mandatos y activar una participación que se pide cuando se asume un cargo y que por coherencia se debería mantener cuando ya no se ostenta.

Se atisbó un final que enfiló hacia San Sebastián, de la mano de la Soledad, y que se detuvo, como en el barrio del Medinaceli, en el Domingo de Resurrección. Y como si ese círculo se cerrara fue el hijo de la pregonera el que tomó la palabra para, al compás de la marcha, pusiera voz a esa Resurrección, especial en la vida de Pilar Pedrajas, que terminó sintetizando todo lo dicho con una bella descripción de la Semana Santa de Pozoblanco: «Qué bonita es mi Semana Santa taruga. Extiende el manto al señor en la Borriquita; un barrio, el de San Gregorio, con silencio salud aguarda; en la plaza de la Iglesia dos puertas se agrandan a una madre y a un hijo; la trocha de los caballos nos cuentan de sus manos atadas que tras el crucificado plegarias andan; nos traes el perdón en tu cruz y la amargura al contemplarte; te condenaron por la traición de un beso por mucho que cantando nos lo cuenten; duele limpiar ese rostro que nos lleva a acompañarte yacente; queda la cruz vacía y nuestra soledad sin ya tenerte. Más la soledad no vence porque la luz nos anuncia la resurrección y nuestra madre vuelve a sonreír pues te tenemos presente«.