Hace una semana, una diputadas de la CUP en el Parlament y militantes de esta formación denunciaron los «ataques machistas» que vienen sufriendo desde su aparición en la escena pública y de una manera más acuciante durante el periodo de negociaciones con Junts pel Sí. Se quejaban las diputadas y militantes de que los insultos iban encaminados todos a menospreciar su imagen física, dejando a un lado las ideas políticas.

La cara más visible de este proceso, Anna Gabriel, entonaba una frase que bien podría convertirse en un grito: «Soy Anna Gabriel. Puta, traidora, amargada y malfollada por querer unos Países Catalanes libres y feministas, y dejar claro que frenaremos a la derecha y que queremos lejos a la extrema derecha». En esa línea se fueron expresando más mujeres que se unieron a la forma de denuncia y se pudo escuchar también a Gabriela Serra que expuso: «Soy vieja, fea y gorda, pero quiero que se me juzgue por llegar a los 64 años implicada en las luchas activistas».

En el trasfondo de esta denuncia está la utilización del insulto más zafio que puede utilizarse en cualquier ámbito pero que resulta especialmente vulgar en la dialéctica política, contrarrestar los argumentos con alusiones al físico de una persona. Y para qué nos vamos a engañar, esta es una costumbre que se aplica especialmente, no voy a decir únicamente, a las mujeres. Las ideas de Anna Gabriel están en consonancia con el cabeza de lista de su formación, Antonio Baños, pero los insultos dirigidos a una y otro varían y lo hacen por su condición de mujer y hombre, simplemente. Y quien huya o no quiera ver esta realidad, que no la vea.

Esta mañana, sin ir más lejos, me topaba con un vídeo donde el periodista de Intereconomía TV, Eduardo García Serrano, utilizaba la denuncia de Anna Gabriel para decir perlas como «ella no se viste, se limita a tapar con harapos propagandísticos el cuerpo con el que la madre naturaleza la ha castigado». Me supongo que no escucharemos decir a García Serrano nada del físico de las políticas del PP de Valencia, porque ellas si se visten por los pies aunque su conducta política las mantenga imputadas. Y es que ahora lo importante va a ser si una es fea o guapa o la forma de vestir. Esto es lo que hemos adelantado como sociedad.

Probablemente hay quienes vivirían mejor si solo hubiera un tipo de mujer, al igual que estarían más tranquilos si tan sólo sus ideas existieran, pero eso es cosa del pasado. Una puede estar a años luz de la ideología que defiende la Cup pero las ideas se rebaten con más ideas. Y los insultos se contrarrestan con valentía y por eso hoy me gustaría sumarme al grito y decir eso de «puta, traidora, gorda y amargada» pero con ideas propias, puestos a elegir lo prefiero. Como también prefiero una sociedad, unos medios de comunicación y unos políticos que empiecen a denunciar alto y claro este tipo de atropellos y no se le den alas. Me sumo al grito de las diputadas de la Cup porque sin comulgar con sus ideas, sí lo hago con su valentía. Basta ya.