No se puede ser feliz todo el tiempo ni siempre. Es un atrevimiento y es peligroso. La verdad de vivir feliz no cabe en una taza con una frase cutre: me cago en Mister Wonderfull, la Thermomix de la felicidad capitalista financiera moderna o la representación más clara de la banalidad que es la búsqueda constante e idiota una felicidad pagada con dinero o peor hipotecada o peor atada por un contrato eterno delante de un cura mientras piensas en otra o en otro. Estoy en contra de todo esto.

Marie Kondoo es una escritora japonesa que publicó un libro en 2011 titulado La felicidad después del orden y que luego se hizo mundialmente conocida por su método de organización de la casa, es decir, y me pregunto y te pregunto ¿la felicidad se ha convertido en doblar bien las bragas de tu mujer y clasificar lo vaqueros por tonos en el armario? Me niego.

El éxito convertido en dinero y en el trabajo soñado son la felicidad que nos impone un sistema para ponernos a competir cuando el vecino se ha comprado un coche nuevo aunque sea de segunda mano o tu amiga se ha mudado a un piso nuevo de estos modernos por el que paga la mitad de su sueldo al mes. Somos la ridiculez con tarjeta de crédito. El éxito es que te salgan bien los aperitivos de la cena de Nochebuena y limpiar el coche los sábados. Da la impresión (o no la da es así) de que nada en esta vida es suficiente y digo: el dinero y competir por lo material no puede ser el camino a la felicidad.

Una vez escuché a Antonio Gala decirle a Jesús Quintero que la felicidad está sobrevalorada, y dijo: “Yo hace tiempo que no la busco. Me pasa como con el amor. Supongo que si el amor tiene que volver otra vez a mi vida, tocará a mi puerta. No se puede andar por las esquinas buscando el amor. Eso no conduce a nada. No conduce más que al insomnio y a la resaca. La felicidad vendrá si tiene que venir, y si no, que la zurzan, porque tampoco es imprescindible. Para mí ya es imprescindible otra cosa, que es la serenidad”. Y Gala decía que la serenidad es ser la tesela de un mosaico: prescindible y mínima pero en su sitio. Nunca escuché mejor definición en contra de la felicidad y quizás eso de estar sereno, de estar en tu sitio es más difícil todavía. Eso sí, lo que queda claro es que la felicidad es totalmente prescindible.

Estar en contra de la felicidad es ser un extraterrestre o quizás no. Vivimos en una sociedad decadente que nos empuja hacia la búsqueda de la felicidad constante, lo he dicho más arriba. Y también dije más arriba: eso es imposible y es peligroso. Es peligroso por las frustraciones que vienen después de un camino que no va a ninguna parte. No se puede obligar a la gente a ser feliz siempre porque como decía Gala no conduce a nada. Y sobre todo no conduce a nada en este modelo social idiota que nos hemos dado para vivir los humanos occidentales: estudia, trabaja, viaja, enamórate, cásate, hipotécate, coche, cría un niño, cría una niña y trabaja y trabaja y compra y gasta y si no has conseguido lo que querías presiona a tus hijos para que consigan el éxito y la felicidad que tú nunca has tenido. Es que no se puede tener o por lo menos no se puede tener esta felicidad.

Si en ésta búsqueda el camino que hay que seguir es el de la envidia del coche que tiene el vecino o el de tener la hipoteca más grande o viajar al país más exótico para colgarlo en Instagram, claro está, o buscarlo en el instante de la boda perfecta con un fulanito o una fulanita que solo sirve para dar bien en las fotos o en ser la que tiene la casa más limpia y ordenada mientras lleva un ritmo de vida que no te deja levantar la cabeza ni parar par ver que hay a tu alrededor, piénsalo: quizás tú como yo también estés en contra de la felicidad.