Hay una extraña realidad que se abre paso cuando friegas los platos, sobre todo si los platos no son tuyos, sobre todo si los platos son esos donde ha comido y rebañado con pan esa persona extraña que aparece en tu vida, porque no es tu madre, que te hace poner una especial atención cuando fríes los huevos; porque no quieres que se quemen y quieres que la yema se quede en el centro exacto de la clara; y esa realidad extraña, queridos y queridas mías es el amar.

Primero te gusta, luego lo quieres y después de freír los huevos con especial atención: amas. Mientras miras ese video en el YouTube para aprender a hacer tortilla de patatas, porque, claro, no tienes ni puta idea; y te lo ves tres veces antes de abrir la nevera y, estúpidamente, entiendes que nada va a fallar; y piensas en su cara mientras se come con pan ese último trozo de patata a medio cuajar, que te apetece a ti, pero no lo coges porque se lo dejas: eso, eso es el amar.

Amar es lo que pasa cuando dices: no te levantes que ya recojo yo un viernes por la noche cuando has llegado al final de la semana de milagro. El milagro de vivir y de amar. Y mañana más. Y no se ha dado cuenta; pero tú sí. Esa es la extraña realidad de la que solo tú te das cuenta. Y si no te pasa, cambia de supermercado porque los huevos ahí no están frescos. Y cambiar de supermercado no es fácil, porque aunque sea barato y te salve las cenas, no estás comiendo bien y te vas a acabar poniendo malo. No sé si me explico. 

Amar es comprar las galletas con trocitos de chocolate que no te gustan porque no son para ti aunque luego te las comas; y mirar en el pasillo del súper que su cerveza favorita está de oferta y comprar dos paquetes y enfriársela antes de que llegue a casa. Si hay una declaración de amor mayor que esa me llamas por teléfono. Amar es provocarle incomodidad cuando todo está hecho y solo tiene que sentarse a mirarte y darte las gracias callando porque no se atreve a más 20 años después del primer beso. Y todo en segunda persona del singular. 

Que te raye el coche y no decir nada hasta tres meses después y no atreverte a decir nada cuando acierta con el regalo de las navidades. Amar es el silencio ante lo evidente y darte cuenta de que has tardado demasiado en enterarte: no hemos aprendido nada. Y es normal no darse cuenta hasta mucho tiempo después de que esa realidad extraña, donde todo lo anterior está ocurriendo, es amar. Y no es ni siquiera hacerlo por sentirte bien: es hacerlo porque te es natural como respirar y eso es lo más difícil. Sobre todo al principio y sobre todo 20 años después.

Amar es decir que me quedo aquí, pensar en la cena del viernes y en el regalo de los Reyes el 25 de julio y mirar detenidamente qué oferta del súper le viene bien y ponerte guapo o guapa para estar en casa y meter barriga cuando entra en la habitación. Y al fin, amar no es otra cosa que todas y cada una de las decisiones que te han traído hoy hasta aquí; porque amar no es nada más ni nada menos, ojo, que tomar conciencia de lo que tienes entre manos y por eso y por todo esto: el amor es una decisión.

A Rocío López